martes 25 de marzo de 2008
El bipartidismo
José Meléndez
E N estos días siguientes al 9M siguen proliferando los análisis y el examen de las posibles consecuencias de los resultados electorales. Salta a la vista un detalle que puede ser elocuente: en los medios de comunicación –en los que son mayoría los de tendencia socialista- se habla mas del Partido Popular, que ha sido el perdedor de las elecciones, que del PSOE, que ha sido el vencedor. Quizá sea porque ninguno de los dos han alcanzado sus objetivos. En el PSOE porque no ha conseguido la mayoría absoluta que buscaba y que, hasta ahora, habían logrado todos los jefes de gobierno que han precedido a Zapatero en la primera renovación de su mandato. Y en el PP porque no ha conseguido el triunfo electoral, aunque sus resultados puedan considerarse notables
Pero en lo que todos están de acuerdo es en el afianzamiento del bipartidismo con lo que España sigue la corriente dominante en todas las democracias que existen en el mundo, desde la de Estados Unidos a las de las potencias europeas.
El pensamiento político experimentó un cambio sustancial en el pasado siglo XX, especialmente en su segunda mitad, con la caída del muro de Berlín y la desaparición del comunismo soviético, como en el siglo anterior había ocurrido con el talante autoritario de las monarquías absolutistas, los imperios coloniales y el caciquismo. Y esto originó una transformación en los dos conceptos fundamentales de la política. La izquierda dejó de ser revolucionaria y levantisca y de apoyarse en la lucha de clases y la derecha prescindió de su autoritarismo e intransigencia para converger ambas opciones en un centro social adecuado a las nuevas formas de vida. Básicamente y en teoría que rechazan los radicales de cada bando,, los objetivos buscados por esos dos conceptos políticos son los mismos en cuanto a derechos civiles, bienestar social y libertad del individuo, variando solo la forma de aplicarlos. Y de esta manera se formaron los dos grandes bloques que configuran la acción política actual, aunque no quiera ser reconocido por los nostálgicos y demagogos y todavía se acusen unos a otros de unas rémoras del pasado que, en realidad, no existen o han sido ampliamente superadas.
Quiérase o no, la cosa política está actualmente definida en dos bloques de izquierda y derecha que es el bipartidismo que rige en las democracias actuales y en los que el extremismo no tiene cabida en sus formas ancestrales. En España, con un historial político convulso y un mapa distorsionado por la excesiva influencia de los nacionalismos, que anteponen su exacerbado apego a los intereses regionales a cualquier otra consideración ideológica, el bipartidismo ha tardado en entronizarse mas que en otros países mas maduros democráticamente, pero, a juzgar por los resultados del 9M, se va perfilando cada vez con las fuerza.
La peculiar manera de expresarse de Gaspar Llamazares, un político proclive a decir tonterías con ropaje de sentencias, ha tratado de justificar el tremendo fracaso de Izquierda Unida afirmando que ha sido “barrida por el tsumani del bipartidismo”. Si se tiene en cuenta que hace solo doce años, IU bajo la batuta de Julio Anguita tenía 21 diputados en las Cortes Generales, la expresión de Llamazares se cae por su propio peso. El fracaso de Izquierda Unida no se debe al “tsumani bipartidista”, sino a los tremendos y continuos errores de su dirección.
El comunismo moderno es una opción política tan digna y legal como cualquier otra, aunque en constante declive y Julio Anguita fue un político honesto, consecuente con sus ideas y respetuoso con el entorno democrático en que se desenvolvía. Supo asimilar el enorme cambio que se había producido en la izquierda radical y, hombre de convicciones., (que profesa la fe católica por extraño que parezca en un líder comunista, aunque nunca ha alardeado de ello como José Bono, por ejemplo) apoyó siempre a la opción que mejor cuadraba con la suya en su famoso “programa, programa y programa”. Llamazares, en cambio, ha desarrollado, una política titiritera. Su partido forma parte del gobierno autonómico vasco, cuyo ideario nada tiene que ver con el comunismo y del tripartido que gobierna en la Generalitat de Cataluña y, a nivel nacional, ha hecho un seguimiento del PSOE de Zapatero completamente gratuito. La política de Llamazares ha saltado de un error a otro y ahora, cuando le ha aplastado el fracaso, está punto de cometer uno mas buscando la alianza con ERC –otro perdedor- para poder recoger las migajas de poder de un grupo propio en el Parlamento. Se ha dicho que en España no cabe un tonto mas, pero ahora hay sitio para otros tres o cuatro en la vacante que deja Llamazares. Políticamente, ha sido un tonto útil para los intereses del gobierno socialista.
El bipartidismo no le cierra el paso a nadie. En un sistema democrático y parlamentario, toda opción política tiene su oportunidad, pero no son los políticos quienes valoran o rechazan estas opciones, sino la decisión soberana de la masa de votantes. Esta es una realidad que se impone con contundencia a las protestas y quejas de los damnificados. Winston Churchill dijo con su sabiduría de zorro viejo que la democracia es el régimen menos malo de los que se conocen y el juego democrático debe ser aceptado como es porque es la expresión del sentir popular. Y ante esta realidad, no queda mas que acatar la voluntad de la mayoría. El liberalismo, que llenó la escena política e intelectual del siglo XIX ha ido cediendo como partido con el transcurso del tiempo hasta quedar convertido en muchas democracias en la bisagra que le puede dar el poder a uno y otro bloque. En España, el papel bisagra del liberalismo lo han desempeñado hasta ahora los nacionalismos que, por su identidad, objetivos e intereses muy concretos, no debían tener acceso a ese importante cometido porque la política nacional no puede estar sometida a los intereses regionalistas- Pero así ha venido sucediendo cuando la izquierda o la derecha no alcanzaban la mayoría absoluta. Esa es también una lección digna de ser estudiada en profundidad de los resultados electorales del 9M, que apuntan una tendencia a la baja de ese tipo de política.
Tras la realidad que se desprende de las urnas, ni Convergencia i Unió en Cataluña ni el Partido Nacionalista Vasco en Euskadi parecen tener la capacidad de arbitraje que tenían antes de los comicios. Sin embargo, a pesar de su apuntada debilidad –no confirmada de modo rotundo- siguen siendo necesarios para el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, aunque este tenga ahora mas capacidad de maniobra y los nacionalismos menos fuerza para respaldar sus demandas. Eso está patente en las declaraciones de los líderes nacionalistas después de los comicios y es una buena noticia para la estabilidad del futuro político de España, que, a pesar de los lamentos y las protestas de los nostálgicos, no es ahora mismo una España dividida en dos, sino una nación que sigue la corriente imperante en casi todas las democracias. La división no es consecuencia del bipartidismo, sino del uso que el bloque vencedor haga del poder. Y sobre ese uso yo tengo mis dudas, como tantos otros, aunque ahora se cuente con una oposición más sólida y mas reforzada.
El peligro que apunta el incipiente bipartidismo en España es que se convierta en frentismo porque los líderes de uno u otro bando se sientan atraídos por las añoranzas ideológicas del pasado y las exhiban como arma para la obtención del poder. En la legislatura que acaba de terminar hemos tenido pruebas de ello como la Ley de Memoria Histórica, las demandas de los nacionalistas con su peculiar interpretación de la pluralidad de España o la introducción de una educación orientada políticamente que han motivado continuos choques entre el gobierno y la oposición. El bipartidismo no es eso, porque al ser un lugar en el que convergen los principios básicos modernos de los dos bloques, requiere un consenso en los temas de Estado, como la economía, la sanidad, la educación o la política exterior. El frentismo, en cambio, es pernicioso porque es lo contrario, al negarle un bloque o partido al otro sus criterios, tratando de imponerle los suyos propios. Es evidente que en la última legislatura ha habido mas de lo segundo que de lo primero, porque nuestra democracia no tiene todavía la madurez de las anglosajonas, por ejemplo. Pero los cimientos están ahí, puestos por la voluntad popular y la gran responsabilidad y el reto de los dirigentes políticos es construir sobre ellos el edificio democrático.
.Veamos como se desarrollan los futuros hechos.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4511
martes, marzo 25, 2008
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