jueves 21 de febrero de 2008
Las artimañas de Zapatero
José Meléndez
B ASTA un análisis objetivo de todo cuanto ha hecho José Luis Rodríguez Zapatero en sus cuatro años de mandato que están a punto de terminar para llegar a la conclusión de que es un advenedizo de la alta política. Su casi meteórica carrera desde el rincón oscuro de un escaño en el Parlamento hasta tomar en sus manos el timón del Estado solo puede explicarse con “causas exógenas”, que es la favorita excusa del vicepresidente de Economía Pedro Solbes para justificar la actual crisis o con la castiza y certera expresión de que tiene una flor en el culo, como decía el presidente de la Federación Española de Fútbol, Pablo Porta, del seleccionador nacional Miguel Muñoz, ya desaparecidos ambos. La flor en las posaderas sería mucho mas descriptiva que ese signo de la ceja circunfleja que han adoptado los estómagos agradecidos de los pseoduintelectuales y los pseudoartistas que le apoyan
En un momento de caos dentro del PSOE, cuando José María Aznar había lapidado a tres de sus líderes sucesivamente, Zapatero se apunto a un grupo de revoltosos y ambiciosos diputados, conocido como “los jóvenes turcos” y las maquiavélicas maquinaciones de Pepiño Blanco, apoyadas decisivamente por Manuel Chaves y, sobre todo, por el catalán Pascual Maragall, le llevaron a la secretaría nacional del partido. Después, las bombas de Atocha y la bochornosa manipulación que los socialistas hicieron del trágico hecho, orquestada por el experto en la organización de manifestaciones espontáneas Alfredo Pérez Rubalcaba y ruidosamente coreada por los medios afines, especialmente la SER, hicieron el resto. Todo esto está perfectamente explicado en el esclarecedor libro de Rosa Díez, una ex dirigente socialista desengañada del rumbo que ha tomado su antiguo partido.
Su preparación política es escasa y sus decisiones en los momentos cruciales han estado siempre frenadas por la realidad de los hechos y sus consecuencias porque eran decisiones precipitadas y viscerales, empujadas por su incontenible tendencia a creerse el mejor en un irresponsable ejercicio de voluntarismo perenne, encantado de haberse conocido y que siempre ha tratado de transmitir a sus fieles con su retórica huieca. El mayor ejemplo de esto está en la tramitación del estatuto de Cataluña, pieza angular de su modelo territorial del Estado. La rotunda promesa, hecha con frases campanudas, a Pascual Maragall de que el Parlamento de Madrid aprobaría el texto estatutario que saliera del Parlamento catalán, se vio destrozada cuando el parlamento autonómico paríó una monstruosidad anticonstitucional. Pero Zapatero no se para en barras y comenzó una vergonzosa serie de traiciones que terminó con la defenestración de Maragall sin que todavía se haya arreglado el problema, pendiente del fallo del Tribunal Constitucional. Esa forma de actuar, desdiciéndose, ocultando y mintiendo la ha empleado también en su desdichado “proceso de paz” y en cuantos obstáculos han surgido a sus propósitos, tratando de llevarlos adelante “como sea”. Y como sea, está dispuesto a ganar estas próximas elecciones generales.
Aparte de la tendencia contraria a sus ilusiones que señalan unánimemente las encuestas, existe un hecho esclarecedor: En los treinta años largos que llevamos de democracia ningún gobierno anterior de Adolfo Suárez, Felipe González y José María Aznar ha llegado a las elecciones para renovar su mandato con un margen tan estrecho e incierto. Todos ellos llegaron a los comicios con una clara ventaja en las encuestas que después se tradujo en el resultado de las urnas. Esto quiere decir que existe un descontento generalizado con la labor del gobierno. Y es lógico porque su gobierno ha mostrado la misma incapacidad política que su presidente. Esto es el resultado de aplicar en un tema tan importante como son los destinos de la nación su brillante idea de la igualdad de sexos, que dio paso a una serie de ministras tan incompetentes como estrafalarias. Una mujer como Carmen Calvo, que en un arrebato de entusiasmo poético dijo que “la romería del Rocío es la explosión de la primavera en el Mediterráneo” está descalificada para ser ministra y mucho menos de Cultura. O Maria Antonia Trujillo, con sus “soluciones habitacionales” a la que ahora, además de incompetente, su sucesor en el disfrute de su piso oficial, Mariano Fernández Bermejo tacha de guarra para justificar que el dispendio de 250.000 euros de dinero oficial para acondicionar la vivienda a su gusto se debe al estado en que la dejó la ex ministra. Al ministro Moratinos se le conoce como “Desatinos” y la ministra de Fomento, Magdalena Älvarez, cuya gestión es desastrosa, se salvó de la reprobación en el Parlamento porque Zapatero empleó a manos llenas el dinero del Estado para comprar los necesarios votos parlamentarios. La única que le sirve a la perfección es la vicepresidente Fernández de la Vega, que no ha dudado nunca en poner su ambigüedad física, su colección de modelos de invierno-verano y su incansable disposición a poner su cara para llevarse los golpes destinados a su jefe cuando éste, desbordado por las circunstancias, se ha refugiado en el aislamiento y en el silencio, como ocurrió en el incendio de Guadalajara, el drama de las pateras o la tragedia de la T4 de Barajas..
La intelectualidad tampoco es el fuerte de Zapatero, porque es hombre más de trapichear que de pensar, y para eso cuenta con el asesoramiento del estrafalario Pepiño Blanco y con Phil Petit, que tuvo su momento en los foros intelectuales hasta que se dieron cuenta de que su sectarismo nublaba sus ideas. A los 636 asesores que tiene a sueldo en la Moncloa, se le han unido ahora como plataforma de apoyo electoral los agradecidos beneficiarios del polémico canon digital, que culmina una serie de prebendas en forma de subvenciones y galas. Si examinamos las personalidades de los que hacen con la mano el “signo de la zeja” en un video grotesco, veremos quienes son. Y me viene a la memoria la actuación de un cómico cuyo nombre no recuerdo, que amenizó la reciente ceremonia de entrega de los premios Goya, quien dijo en su intervención que Zapatero debía dar 400 euros a cada espectador que fuera a ver una película española. Llevaba razón porque así se paliaría el panorama de salas desiertas que han traído los nuevos talentos de la cinematografía hispana. Esos actores incapaces de interpretar “El alcalde Zalamea”, esas actrices que lo que hacen mejor es enseñar las tetas y esos directores que creen que lo natural es un argumento morboso y un diálogo plagado de palabras malsonantes y blasfemias, son, si embargo muy progres y se atreven a calificar a la derecha, tan legítima como la izquierda, como “turba humillante” y recomiendan tender un “cordón sanitario” para aislar al Partido Popular. Confunden la prioridad sanitaria del tema porque el progre por autonomasia, al menos en apariencia, es enemigo del jabón y del peluquero.
Está claro que la precampaña electoral de Zapatero y sus corifeos está llena de artimañas. Como lo estará la campaña propiamente dicha. Sigue fielmente la línea que le confió a micrófono supuestamente cerrado a Iñaki Gabilondo después de una entrevista almibarada y complaciente que le había hecho el periodista, contrastando con la hosca y dura a que había sometido días antes a Mariano Rajoy (¡menudo ejemplo de sectarismo empalagoso ha dado el comunicador!). Le conviene la tensión y la atiza sin escrúpulos, aunque eche por tierra su imagen del talante, de la sonrisa y de político dialogante que ha venido labrándose con denodado tesón en los últimos años. Por eso está removiendo todas las pretendidas lacras que han sido el caballo de batalla de una izquierda intransigente y montuna. La pelea con los obispos trata de revitalizar el anticlericalismo que hace tiempo dejó de tener razón de ser. La Iglesia en el siglo XXI ni le pesa a nadie ni tiene ningún poder político. Eso ocurría en los tiempos de la Contrarreforma , cuando el cardenal Cisneros mandaba en los destinos de la España de los Reyes Católicos, el cardenal Wolsey en los de la Inglaterra de Eduardo VIII o el cardenal Richelieu en la Francia anterior al Siglo de las Luces, o el mismo Rasputín mas tarde, en la Rusia de los zares. Ahora, no. Y sigue atizando el antiamericanismo, reliquia de una izquierda que cerró contra el imperialismo norteamericano sin decir ni una palabra del imperialismo soviético. Y acusa a la oposición del Partido Popular de sembrar la discordia, de insultar y de no presentar alternativas, tachándola de catastrofista y xenófoba cuando las presenta, mientras los populares sufren en sus candidatos y en sus sedes los ataques de los energumenos radicales. Es el casi siempre infalible y siempre rechazable “agit-pop” de los manuales de la izquierda levantisca. En ese sentido, Zapatero acaba de ordenar a los candidatos de su partido que resalten “el carácter de extrema derecha del PP” y tachen a Mariano Rajoy de “autoritario”. Tensión a punta de pala para reforzar un discurso vacío de contenidos pero lleno de conceptos como democracia, igualdad, justicia social, transparencia y gobierno para el bienestar de los ciudadanos y ciudadanas (se supone que también para los ciudadanitos y las ciudadanitas) que suenan bien en los oídos de esa masa sin criterio de los entregados y los inocentes, pero que no se corresponden con su forma de gobernar, imponiendo siempre la fuerza de una mayoría parlamentaria ficticia porque la ha creado a fuerza de concesiones y talonario.
Pero hay que ganar las elecciones como sea y ese es el posible, pero reprobable, camino. Veremos si lo consigue.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4461
jueves, febrero 21, 2008
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