Ramon Perez Maura, Alegoria de la memoria marxista

Alegoría de la memoria marxista
RAMÓN PÉREZ-MAURA
Cuatro largas décadas de dictadura del proletariado dejaron muchas huellas en Europa Central. Praga, la ciudad de belleza inigualable, fue uno de los lugares que sufrió aquel régimen atroz que casi consiguió apagar su beldad. Caído el régimen en 1989 gracias -entre otros- a Vaclav Havel, el afán de pasar página empezó a generar en muchos el ansia por borrar la noche del horror que habían vivido. Pero hubo bastantes que creían que no había que suprimir el rastro de la propia historia. Que quienes borran su memoria vuelven a caer en los mismos errores.
El 5 de diciembre de 1992 paseaba yo por el Staré Miesto, con sus bellas calles curvadas para poder disfrutar siempre de la visión de las espectaculares fachadas, cuando llamó mi atención un relieve en piedra sobre una pared. Recordaba que Karl Marx se había alojado en aquella casa. Al volver a pasar al día siguiente, el relieve había desaparecido. «Como tantos otros testimonios de la época anterior que los checos se avergüenzan de que haya tenido lugar» pensé. Pero no era exactamente así. El relieve no se lo habían llevado para borrar el pasado, sino para conservarlo. Un modesto artista de probada trayectoria opositora al régimen comunista había llegado a la conclusión de que la sociedad checa de esa época quería borrar todo lo que un día fue. Y en ese afán revisionista no quedaría vestigio de la realidad que vivió el país durante más de cuarenta años. Eso era mentirse a uno mismo. Hacerse trampas en el solitario. Así que antes de que las autoridades políticas del momento -tan afines a él en muchos aspectos- decidieran borrar de la memoria colectiva hasta el paso de Marx por Praga, aquel modesto artista liberal, defensor de los derechos humanos y perseguido por Novotn´ y Husak se armó con un cincel, levantó un pequeño andamio, y en pocas horas descolgó de la pared del edificio el relieve de piedra que recordaba la presencia allí de Karl Marx y la herencia que dejó. Se lo llevó a su casa y allí lo puso. ¿Es posible que el Gobierno de Zapatero esté instando a los españoles a hacer eso mismo?