miércoles, octubre 24, 2007

Pablo Sebastian, Cataluña, muy lejos

jueves 25 de octubre de 2007
Cataluña, muy lejos Pablo Sebastián

El Gobierno ha pasado sin problema el primer trámite de los Presupuestos Generales del 2008, una buena noticia para el presidente Zapatero en un tiempo en el que se le anunciaba una mayor dificultad. Pero el día no era propicio para los festejos porque la crisis de la gestión política y de las infraestructuras catalanas —ayer hubo nuevos problemas en el aeropuerto del Prat— inunda el debate político, en el que tampoco parece estar a la altura de las circunstancias y de la oportunidad el Partido Popular, preso de propios errores como la embestida de Rajoy al cambio climático.
Sin embargo, tras la crisis de gestión política catalana, en la que tienen sus respectivas cotas de responsabilidad los dos gobiernos, el de Madrid y el de la Generalitat, aparece un desapego general del resto de los españoles por causa del desprecio, cuando no de la agresión de la que han hecho gala, por acción u omisión, los gobernantes y la clase política catalana que se embarcó de manera irresponsable en una fuga hacia delante e inconstitucional, llena de gestos y de comportamientos que han provocado que, al día de hoy, sean muchos los españoles que no compadezcan ni compartan el malestar catalán porque desde Cataluña, sobre todo, ha primado la insolidaridad que abunda en el nuevo Estatuto catalán.
Amén de otros muchos disparates, que van del desprecio y la persecución del idioma español a la marginación de la bandera española, quema de las fotos del Rey y demás desafueros que dan prueba fehaciente de la falta de apego a cualquier atisbo de lealtad a la Constitución, de realismo político y social y de sentido común. Lo que no sólo provoca el rechazo en el resto de España sino que empequeñece la grandeza catalana y aísla su desarrollo y su crecimiento en un mundo global, en el que, como ocurre en la Unión Europea, sólo los estados fuertes tienen asegurado un privilegiado lugar, y no el popurrí de pequeños estados o de naciones sin Estado, destinados a ser cola de ratón en una frondosa jungla de poder dominada por las cabezas de león.
A igual que ocurre en la vida política nacional, con Zapatero o Rajoy, en la Cataluña actual los líderes políticos no han estado ni están a la altura de las circunstancias. Y, después del desbarajuste creado en torno al Estatuto, que primero votaron, luego rectificaron y finalmente aprobaron con una ridícula participación en el referendo –y está por ver el dictamen constitucional—, los gobernantes catalanes han vuelto a la penosa monserga de pedir dinero y a culpar a Madrid, o a España, de su incapacidad política al gestionar la vida pública —desde el Carmel, al AVE, pasando por el Prat, la electricidad, etcétera—, argumentando algunos que esto no pasaría desde la supuesta independencia o situación federal o confederal. La que sería inimaginable con una clase política marcada por un oportunismo nacionalista barato y sin el menor realismo, porque lo esencial en todo proceso descentralizador es la lealtad constitucional, y ésa, al día de hoy, no se ve en los partidos ni en los políticos —no estamos hablando del pueblo catalán, que es más sensato— del momento actual, sobre los que, además, pesan recientes sospechas de la más bochornosa corrupción o exenciones bancarias en destacados casos.
¿Por qué no se rompió el Ave a Sevilla, o no se rompe el de Málaga, el de Valladolid o el de Valencia? Han metido el tren por donde no debían, y lo han hecho todo muy mal, a la vez, con prisas y siempre llorando, cuando no implorando más dinero, por aquí y por allá, intentando impedir cualquier acuerdo de justa solidaridad con otras regiones de España, que están mucho más atrasadas. Y ¿saben cómo se ven hoy los actuales problemas catalanes desde otras regiones y pueblos de España? Imagínenselo.
El incidente provocado por Carod-Rovira en un debate de TVE cuando, con muy malos modales, exigió a los que le preguntaban que se le llamara Josep Lluís, en vez de José Luis, da una idea de todo lo demás. ¿Acaso no se le puso al Rey Juan Carlos en Barcelona, con motivo del foro aquel de las culturas, una placa con el nombre de Joan Carles? ¿Y se quejó, o enfadó, el Rey, o el Gobierno español? ¿Y qué creen que piensan en toda España cuando desde ERC, sentada en el Gobierno de la Generalitat, se apoya a ETA y a Batasuna, que son miembros de una banda criminal, ante el mayor de los silencios y la complicidad de políticos, gobernantes y hasta de los ciudadanos de a pie de Cataluña, que consideran que todo eso da igual? Y éstos son sólo dos ejemplos que resumen todo lo demás.

http://www.estrelladigital.es/a1.asp?sec=opi&fech=25/10/2007&name=manantial

No hay comentarios: