domingo, octubre 14, 2007

Pablo Molina, El culófago

lunes 15 de octubre de 2007
CÓMO ESTÁ EL PATIO
El culófago
Por Pablo Molina
El cómico Fredrik Wikingsson hizo el otro día un alarde de creatividad ante las cámaras de la televisión sueca Kanal 5, que debe de ser algo así como nuestra Telecinco pero con presentadores rubios en vez de cetrinos y cuasi-cejijuntos. En su último programa se comió dos trozos de sus propias nalgas, pero eso sí, convenientemente aliñados con aceite balsámico.
Desconozco el nombre que habrá puesto a su creación culinaria, tal vez culito marinado o esfínter de bípedo en su jugo, vaya usted a saber, pero si quería saltar a la fama, lo cierto es que lo ha conseguido.

¿Es gilipollas este tío? Bien, no avancemos hipótesis.

El precio que ha debido de pagar es la incomodidad de sentarse a partir de ahora con esos dos huecos en la retaguardia. Pero quien algo quiere algo le cuesta; o, como les decía Irene Cara a los bailarines de la serie Fama: "El éxito tiene un precio, y aquí es donde lo vais a empezar a pagar".

La cuestión es interesante, pues nos enfrenta nuevamente al debate sobre los límites deontológicos que debieran respetar los medios de comunicación. En principio no hay nada objetable al hecho de que un ceporro obsesionado con la popularidad se coma su propio culo. De hecho, las autoridades suecas han manifestado que, en los casos en que uno da en cortarse y zamparse voluntariamente su trasero, no tienen nada que opinar. El problema surge cuando una marranada así se retransmite a la audiencia, porque la zona elegida para el corte no es precisamente la más recomendable en términos de higiene.

O sea, no hay nada objetable en que uno haga el cretino comiendo trozos de carne humana en plan zombi, pero ¿es necesario que nos lo enseñe? Lo que quiero decir es que la Humanidad podría pasar muy bien los próximos siglos sin conocer de primera mano la innovación culinaria de este Ferrán Adriá nórdico y bastante cochino.

Y hablando de grandes cocineros, recemos para que este hallazgo no haga furor entre los fogones de la alta cocina; de lo contrario, ya podemos irnos preparando para ver en las cartas de los grandes restaurantes platos del tipo esfínter de funcionario gratinado con hierbas del huerto de la abuela Nekane y ajetes caramelizados con esencia de chupa-chups. Y es que, como ustedes saben, en los restaurantes de más de tres tenedores el precio de los platos es directamente proporcional al número de palabras necesario para su descripción en la carta, que te pones a examinar detenidamente un documento de esos y acabas con las neuronas destrozadas, vamos, como si te hubieras embaulado la guía telefónica de tu ciudad.
Yo creo que, más que por marrano, al sueco éste habría que encerrarlo por el peligro de que su tendencia psicopática se extienda entre la población. No es de extrañar que, en vista del éxito que ha cosechado, comiencen a surgir imitadores que compitan por ver quién se zampa el trozo más grande de su propio cuerpo. En un par de semanas aparecerá alguien comiéndose un perrito caliente de lo más casero, ya lo verán. Cosas de la nouvelle cuisine...

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