viernes, octubre 26, 2007

Manuel Rivero, De un tibio (globalmente) calentado

viernes 26 de octubre de 2007
De un tibio (globalmente) calentado

MANUEL RODRÍGUEZ RIVERO
POR suerte existen asuntos que se discuten durante una campaña electoral y que no eligen ni los políticos, ni los periodistas. Es cierto que con el énfasis interesado de unos y otros se logra calentar y hacer pasar algunos a primer plano durante un tiempo, mientras se enfrían o camuflan otros, pero una de las ventajas de los sistemas democráticos es que brindan suficientes cauces para que también aparezcan o se filtren en la confrontación las preocupaciones reales de los ciudadanos, las que les afectan e importan directamente. La realidad termina siempre imponiéndose con su tozudez más allá de los deseos de quienes se creen facultados para acotar las causas que nos deberían comprometer personalmente, las que deberían parecernos importantes, aquellas por las que vale la pena luchar, saltar al ruedo del debate y combatir al adversario: y si esas no nos parecen trascendentales es que, cuando menos, somos tibios, equidistantes (tremenda acusación) o auténticos escapistas sin ideología ni conciencia política.
Lo malo es que cada uno de los partidos tiene sus temas favoritos -sus clásicos, digamos-, y a ellos tratan de acomodar todos los demás: tanto los que suscitan sus adversarios políticos como los que surgen de la perentoria realidad de cada día. Eso, que ha constituido una constante en todos los procesos electorales democráticos que en el mundo han sido, se agrava cuando políticos y sociedad perciben con mayor o menor claridad que la relación de fuerzas políticas resultante de unas elecciones -es decir quién va a mandar y con qué cuota de poder- puede ser crucial para abordar o no fundamentales transformaciones que una parte del electorado contempla como amenaza y otra como oportunidad.
En el larguísimo, bronco, agotador proceso electoral en el que estamos inmersos, el enfrentamiento entre los dos grandes partidos de ámbito estatal -que son los únicos que, con o sin alianzas, podrán gobernar la Nación- se está desarrollando de forma tan feroz y maniquea que esa instrumentación y manipulación oportunista impregna y contamina cada uno de los debates que van surgiendo ya sea por el azar de los acontecimientos o la necesidad de los programas. A casi cinco meses de las elecciones y con sondeos que no pueden suministrar excesiva alegría a ninguno de los grandes partidos (que ignoran, además, la incidencia que sobre sus respectivos electorados puede tener algún nuevo concurrente), los ciudadanos de calle observamos con estupor que lo que parece imponerse es el «qué defienden ellos, que nosotros nos oponemos».
Esa actitud de reproche permanente y descalificación del adversario se aprecia en todos los temas y motivos que saltan desde la realidad más ajena a los «grandes principios»: desde el desastre de las infraestructuras del transporte en Barcelona (que afecta a centenares de miles de ciudadanos), hasta la vergonzosa situación de la Cañada Real, una ciudad más grande que Soria y a cuya ilegalidad se intenta poner solución con varias décadas de retraso. De todo tienen siempre la culpa los otros.
Pasa algo semejante con el bochinche a propósito de Al Gore. Lo raro no es que exista una parte de la población abiertamente negacionista y convencida de que las amenazas del cambio climático son una patraña de la izquierda (que habría encontrado así su nueva bandera), sino que quienes estamos de acuerdo (a derecha e izquierda) en que se deberían coordinar urgentemente acciones internacionales que pusieran coto al deterioro de la salud del planeta nos arrojemos piedras a propósito de la personalidad y motivaciones particulares de un sobrevenido icono mediático que, más allá de sus intereses particulares, ha tenido la virtud de situar un acuciante problema global en el punto de mira de la gente. Claro que en esta complejísima campaña electoral parece haber quien se siente más aliviado viendo el mundo en blanco y negro, y dando por supuesto que Rajoy es Franco, Zapatero Largo Caballero, y Al Gore Dios. Entre otros.

http://www.abc.es/20071026/opinion-firmas/tibio-globalmente-calentado_200710260248.html

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