viernes, octubre 19, 2007

Luces y sombras de la inmigracion

viernes 19 de octubre de 2007
Luces y sombras de la inmigración
ESPAÑA es ya el segundo país receptor de inmigrantes en el mundo, sólo por detrás de Estados Unidos, y cuenta con la mayor tasa de inmigración de Europa, situada en un 9,9 por ciento, por delante de Francia, Alemania o el Reino Unido. Los datos ofrecidos por la Organización para Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) confirman la «revolución» sociológica que se ha producido en nuestro país durante los últimos años. Más aún, está previsto un crecimiento hasta el 16 por ciento en 2025, lo que supondría un total de 8 millones de personas. Hay otras cifras significativas. Siete de cada diez extranjeros se quedan entre nosotros una vez regularizada su situación. En el caso de los menores, el porcentaje de población inmigrante asciende al 13 por ciento. En fin, el carácter multiétnico es tan acusado que en Madrid están censadas gentes que proceden de 183 países, de los poco más de 190 que forman parte de Naciones Unidas. La inmigración supone un reto social y económico de primera magnitud. Cuando se desarrolla en el marco legal, es una oportunidad para el progreso y aporta un refuerzo demográfico y laboral a una sociedad envejecida y deficitaria en determinados sectores del mercado de trabajo. También puede ser un problema, como demuestra la experiencia reciente en otros países, de manera que es imprescindible poner en marcha mecanismos eficaces de integración que garanticen la convivencia. Para ello, resulta esencial el respeto a la ley. Nadie, sea nacional o extranjero, puede vivir al margen del Estado de Derecho y las autoridades tienen el deber de luchar sin descanso contra las vías irregulares de acceso a nuestro territorio, el trabajo «negro» o la delincuencia y las mafias organizadas.
No existe ninguna fórmula mágica para garantizar la respuesta apropiada a un problema tan complejo. El multiculturalismo fracasa en toda regla porque tiende a provocar ámbitos cerrados donde se desarrollan prácticas incompatibles con la igualdad y la libertad. La asimilación forzosa también ha demostrado sus limitaciones. Una vez más, la respuesta está en el respeto a la ley y en la acción a medio plazo de la integración en la escuela, en la vida profesional o por medio de matrimonios mixtos. La gran incógnita se sitúa en la llamada «generación intermedia» -nacidos ya en España o llegados a edad muy temprana- cuyas pautas de comportamiento serán determinantes para el futuro. La demagogia es la peor respuesta ante un problema tan grave. La regularización masiva y la política «papeles para todos» rechazada formalmente por la UE constituyen un error que nuestros socios y vecinos reprochan de forma unánime a Rodríguez Zapatero. El informe de la OCDE ofrece buenos motivos para la reflexión, y todos ellos conducen a la necesidad de ordenar y controlar los movimientos migratorios en un marco de seguridad jurídica y sentido común.

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