martes, octubre 16, 2007

Juan Bas, El doble

El doble
17.10.2007 -
JUAN BAS j.bas@diario-elcorreo.com

Hice caso a una buena recomendación de Manuel Rodríguez Rivero en el suplemento literario de 'Abc'. Se trata de un libro fascinante: 'Síndromes raros en psicopatología', escrito por David Enoch y Hadrian Ball, publicado por Triacastela. Resulta asombroso comprobar a lo largo de sus páginas el poder de la mente humana, presa de la psicopatía y la esquizofrenia, para reinventarse la realidad o hacerla paralela. Claro, si es que aceptamos la realidad como algo un poco más objetivo que como la consideraba Jack Nicholson: un simple efecto de la falta de alcohol.Entre los extraños casos que relata el ensayo están los encuadrables en el llamado síndrome de Capgras, en el cual el paciente cree que una persona, alguien muy cercana a él, ha sido sustituida por un doble exacto. Y sus asombrosas variantes: la intermetamorfosis, en la que se cree que las personas se intercambian entre sí -A en B, B en C y C en A- o la paramnesia reduplicativa, en la que se está convencido de que es un lugar físico el que resulta duplicado -así que notaba yo desde hace tiempo un no sé qué distinto en las tascas habituales-.El doble, inquietante asunto muy querido por la literatura de terror y fantástica. Borges habla del carácter monstruoso de los espejos, porque duplican a los hombres; Poe tiene un desasosegante cuento titulado 'William Wilson'; y no deja de ser Jekyll y Hyde -junto con 'Drácula', de Bram Stoker, uno de los pocos argumentos realmente- una variante ética y moral del doble.Algunos creen que en el mundo nos aguarda a cada uno la persona con la que congeniaríamos a la perfección, con quien desarrollaríamos un amor sin fisuras si nos encontráramos. También, que cada uno tenemos un doble, y dar con él podría ser atroz. ¿Mi doble y el doble de esa persona ideal para mí, que suscitaría el amor entregado, se amarían entre ellos si el azar los cruzara?A veces, uno cree que padece ese síndrome de Capgras cuando se presenta alguien a quien no has visto hace mucho tiempo y que fue crucial en tu vida o todavía lo es. Ha envejecido en el físico, como tú, pero no es eso lo importante -relativamente-. La imagen concuerda con la persona amiga o que fue amada, pero apenas nada más. Ya no reconoces su gramo de festiva locura o no hallas su sentido del humor ni te unen los elementos de complicidad que os compaginaron. Al cabo de un rato de titubeante conversación te das cuenta de que ya no es la misma persona, es su doble y el original ha desaparecido, sustituido por este maleado remedo. Y al separaros para siempre, te asalta el melancólico pensamiento egocéntrico de si el doble de la persona querida ha visto del mismo modo, detrás de tu rostro, al duplicado decadente de ti mismo.

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