jueves, octubre 25, 2007

Jose Oneto, Treinta años despues de aquellos pactos...

viernes 26 de octubre de 2007
Treinta años después de aquellos pactos… José Oneto

Acaban de cumplirse treinta años de los Pactos de la Moncloa, los pactos que hicieron posible la Transición, la Constitución de 1978 y la consolidación de la democracia.
Treinta años, que, contemplados desde las perspectivas actuales, parecen treinta años perdidos, porque se ha enterrado el consenso, ha resucitado la crispación y la tensión política y hasta se está poniendo en duda a la monarquía, sin cuya actuación no se podría entender que hayamos vivido el mayor período de paz y desarrollo desde la instalación de la democracia.
¿Qué fueron los Pactos de la Moncloa? Los pactos fueron el mayor ejercicio de responsabilidad de una clase política sin experiencia, pero convencida de que sin acuerdos mínimos la transición era imposible.
España en 1977 era un país en quiebra que se asemejaba mucho a algunos países latinoamericanos que han sufrido crisis periódicas que parecían imposibles de superar.
Con una inflación que a mediados de ese año alcanzó nada más y nada menos que el 44 por ciento (frente al 10% de los países de OCDE); con una deuda externa que triplicaba las reservas de oro y divisas que existían en el Banco de España; con un millón de parados, de los cuales sólo la tercera parte recibían el subsidio de desempleo; con numerosas empresas en crisis y en pérdidas; con una pérdida diaria de 100 millones de dólares de reservas porque las exportaciones sólo cubrían del 45% de las importaciones; con el mayor número de conflictos sociales y huelgas de toda la Comunidad Europea, con todo eso y más, cualquier intento de reforma política corría un serio riesgo de naufragar.
O se ponía orden en la economía o el proceso democrático iba destinado al fracaso.
Los pactos (económicos y políticos), firmados por la totalidad de los partidos políticos, sin ninguna exclusión, permitieron controlar la inflación, disminuir el déficit público, reequilibrar la balanza de pagos y una moderación salarial aceptada con responsabilidad por los sindicatos, que, aunque no los firmaron, se comprometieron a cumplirlo a rajatabla.
Por otra parte, las reformas políticas terminaron con determinados artículos del Código Penal que castigaban el adulterio y el amancebamiento, reivindicaron el papel de la mujer, que hasta entonces no podían ni abrir una cuenta corriente sin el permiso del marido, impulsaron la libertad sindical, contribuyeron a desmantelar el todavía existente Movimiento Nacional. Se publicaron hasta medio centenar de leyes que serían el preludio de lo que un año más tarde sería la Constitución de 1978.
Treinta años después, y cuando los Pactos de la Moncloa se han convertido en punto de referencia, y en modelo para aplicar en otros países, poco queda de aquella clase política. Ha desaparecido la generosidad con la que actuaron unos políticos que tuvieron que improvisar todo. Ha desaparecido su altura de miras y el sentido de la realidad y, sobre todo, se ha perdido esa capacidad de entendimiento, de diálogo, de acuerdo, de consenso ante los temas de Estado.
Hoy la clase política española se ha profesionalizado, ha perdido en ocasiones el sentido de la realidad y su única obsesión está centrada en seguir ocupando el puesto político o el escaño parlamentario que el aparato del partido le ha asignado y por el que, para conservarlo, está dispuesta a todo.
Los temas por los que luchan no son los temas que le preocupen al país y esos temas ocultan casi siempre otros problemas reales que forman parte de la vida cotidiana y de las preocupaciones ciudadanas.
Han pasado treinta años y el panorama no puede decirse que sea ni optimista ni esperanzador, sino todo lo contrario, aunque el país cada vez sea más rico y disfrutemos de un mejor estado de bienestar.

http://www.estrelladigital.es/a1.asp?sec=opi&fech=26/10/2007&name=oneto

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