miércoles, octubre 03, 2007

Jose Luis Manzanares, Republica, republicas y compañeros de viaje

miercoles 3 de octubre de 2007
República, repúblicas y compañeros de viaje José Luis Manzanares

La opción entre monarquía y república forma parte de la libre voluntad del ciudadano y, salvo casos de fanatismo patológico, éste se decantará en un sentido u otro según las circunstancias. Además del plano doctrinal hay otro del aquí y ahora en relación con un país determinado. La monarquía puede ser absoluta, con o sin afeites, o parlamentaria y democrática. No es lo mismo Suecia que un emirato árabe. Como no lo son la República Francesa y la de Corea del Norte.
En España —siempre un poco diferente— la alternativa presenta además un rasgo peculiar. El debate sobre la monarquía y la república no se ciñe estrictamente a los intereses de un país indiscutido como tal. Una cosa es propugnar la república como mejor forma de gobierno para España y otra pretender utilizarla como medio de acabar con su unidad, o sea, para sustituir la actual monarquía, no por una república, sino por las que se deriven del separatismo triunfante.
Los republicanos del primer grupo respetan las reglas del juego establecido por la Constitución, incluida su reforma, pero el segundo grupo aplica el método de las termitas para atacar a la Corona como símbolo de la unidad de España. Se acude a las campañas de desprestigio personal y se queman retratos del Rey a la par que se ofende a la bandera y se califica al ejército de fuerzas de ocupación. Nada de una república centralizada a la francesa, o federal a la alemana, sino un batiburrillo de taifas provincianos.
Nuestra Primera República fue un rotundo fracaso con cuatro presidentes en menos de un año. El virus llegó hasta Jumilla, Cartagena y otros lugares. Hasta el pronunciamiento del general Martínez Campos y la proclamación de Alfonso XII para evitar la total descomposición de España. Y la Segunda República, cuya Constitución votarían hoy gustosamente muchos españoles, se hundió entre el sectarismo, el cainismo y una cierta deriva hacia lo ocurrido en la Primera. Macià proclamó el Estado Catalán en 1934, el mismo año de la Revolución de Asturias.
El republicanismo español corre el riesgo de servir como compañero de viaje al separatismo republicano. El famoso “esto no es” de Ortega y Gasset no fue precisamente el lamento de un monárquico. Un destacado político de izquierdas dijo que el Museo del Prado importaba más que la polémica sobre la monarquía y la república. Y años después, desde el otro bando, alguien prefería una España roja a una España rota.
La alternativa entre monarquía y república no puede plantearse correctamente mientras que aquélla parece ser la única garantía de la unidad de España. Lo primero es España. Sus símbolos y formas de gobierno vienen después.

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