domingo, octubre 14, 2007

Jose Javaloyes, Al Gore, el Nobel y el clima

lunes 15 de octubre de 2007
Al Gore, el Nobel y el clima José Javaloyes

Por el sumidero del fin de semana se ha ido el escandalazo del Nobel de la Paz concedido al ex vicepresidente norteamericano Al Gore compartiéndolo con las tareas del Grupo Intergubernamental de la ONU sobre el cambio climático. Por el sumidero se fue tan polémico fallo, pero el asunto merece ser recuperado; aunque sólo sea por el hecho de que sobre la misma cuestión, el mismo personaje e idéntico sentido se pronunció el tribunal que discernió la última edición de los galardones que llevan el nombre de “Príncipe de Asturias”.
La cosa tiene sus bemoles porque un juez británico tomó como buenas las razones científicas de que se había hecho eco el padre de un escolar, oponiéndose a la presentación en las escuelas del Reino Unido de la película “algoriana” de tanto eco mundial, Una verdad incómoda, galardonada por la Academia del Cine norteamericana. Errores y exageraciones, advertidos por el juez del Tribunal Superior de Londres Michael Burton, han dado pie para que el magistrado pusiera reparos a la presentación del documental en las escuelas. Esa “Educación para la Cosmogonía” ha merecido tantas objeciones como esa otra instrucción para la ciudadanía. Un puro y desleal totalitario ejercicio de indoctrinación.
Conviene reparar asimismo en que el Grupo Intergubernamental de la ONU sobre el Cambio Climático es autor del estudio que se tomó como base científica para ese viaje político, de clara significación socialdemócrata, que llevó a la firma del Protocolo de Kioto. Tal estudio, aparte de su sesgo ideológico, estuvo empedrado de errores de mucho bulto, entre los que figuró el propio modelo matemático para evaluar la evolución del clima. Se vino a demostrar —y sus propios autores reconocieron el error— que fueran cuales fuesen los datos manejados, la gráfica resultante del cálculo expresaba siempre la misma configuración que la del palo de hokey, con un inquietante remate hacia arriba del dibujo de las temperaturas analizadas.
Pero el asunto del Nobel otorgado a Al Gore pone sobre la mesa dos cosas que deben tenerse en consideración. Una es, como tantas veces, la polémica que acompaña los galardones del Nobel de la Paz, puesto que llegan enmarcados en el virtuosismo del patinaje artístico, tal como ocurrió ya, por ejemplo, con el galardón concedido en este particular al argentino Pérez Esquivel, exégeta y apologeta, cuando ha llegado el caso, del terrorismo etarra. Y la otra cosa que merece ser señalada es la tediosa confusión en esto del clima, entre el conocimiento cierto que buscan los científicos, desde posiciones enfrentadas tantas veces entre unos y otros, y los procesos de opinión en torno a la materia objeto del debate.
Procesos de opinión alentados desde la propaganda política y envueltos en un halo de supuesta autoridad moral. Algo tenido por suficiente para resolver y sentenciar sobre materias que nada tienen que ver con la moral, individual o colectiva, y sí con los hechos que los científicos se esfuerzan en comprobar, conforme unas u otras hipótesis de trabajo. Las exageraciones de Al Gore, que le han valido para espectacularizar la cuestión del medio ambiente como nadie lo había hecho hasta ahora, merecía posiblemente el Oscar que Hollywood le dio, e incluso para hacer una fortunita con sus conferencias a lo ancho de la Tierra, aunque no para que la Academia Sueca le diera lo que le ha dado.
jose@javaloyes.net

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