jueves, octubre 18, 2007

Irene Lozano, El milagro chino

jueves 18 de octubre de 2007
El milagro chino

IRENE LOZANA
El Partido Comunista Chino ya acepta a los «capitalistas rojos», que es la traducción al mandarín de corazón partío: ventrículo izquierdo comunista, aurícula derecha capitalista. No hay contradicción, sino complacencia en ese régimen con poder para oprimir a 1.300 millones de personas de una tacada.
Amanece en el Politburó y un jerarca firma una sentencia de muerte sin que se arrugue su camisa de cuello mao. Mediado el día, se cambia y recibe a los inversores extranjeros con corbata: así la dictadura se muestra como una oportunidad de negocio. El capital inversor no se anda con remilgos éticos, ya sabemos. Pero ¿cómo salvar la doctrina? El largo crecimiento económico de China, con su regulación estatal y las trabas a las empresas, contradice el dogma ultraliberal según el cual es imprescindible eliminar toda restricción para que la economía funcione. China desbarata sus tesis y ¿qué hacen los neoliberales? ¿Disimulan? ¿Silban? Qué va. Invierten a mansalva, porque hay trabas que proporcionan abundante paz social: al mínimo Tiananmen volverán los cuellos mao a hacer el trabajo sucio.
Eso no es todo. También les presentan sus respetos aquellos que vieron caer banderitas rojas de su mapamundi y se aferran a las que quedan izadas. No importa que los abanderados vistan corbata en días alternos, ni que simbolicen -y disculpen estas palabras antiguas, no encuentro sinónimos- la explotación y la desigualdad.
Esos mandarines de apariencia esquinada son, en realidad, un prodigio de saber estar: tienen la prenda para cada ocasión. Pero el milagro, el auténtico milagro chino, lo hacemos nosotros al acudir a todas sus fiestas sonrientes, vestidos de corbata o cuello mao, según dicten sus normas de etiqueta.

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