miércoles, octubre 10, 2007

Ignacio San Miguel, Un video de tarados para tarados

jueves 11 de octubre de 2007
Un vídeo de tarados para tarados
Ignacio San Miguel
N O miento cuando digo que me he quedado sobrecogido cuando he visto el vídeo de los socialistas que presuntamente pretende ridiculizar a las juventudes de la derecha. Me he preguntado cómo eran posibles tanta estupidez y torpeza. Es horrible. Aunque luego he recordado que somos el país más atrasado de la Unión Europea en educación. El país que más fracasos escolares tiene. Los últimos de la clase, hablando sin remilgos. ¿Y qué se puede esperar de los últimos de la clase? Porque el vídeo más se asemeja a un rebuzno horrísono que a una sátira siquiera desacertada o poco aguda. Pero es natural que de personas sin nivel intelectual alguno no puedan surgir sátiras sino exabruptos de lo más zafio. Parece haber acuerdo en achacar a la LOGSE el descenso en la cultura de las gentes. Lo cierto es que los universitarios actuales tienen la virtud de dejarle a uno perplejo ante la comprobación de sus lagunas culturales. Recuerdo la cara de pasmo de un licenciado en Filosofía y Letras cuando le mencioné a Venustiano Carranza, el general Huerta y Álvaro Obregón. Parecía enterarse en aquel momento de que México existía y de que habían tenido una revolución. Otro, también de Letras, exhibió una ignorancia absoluta sobre Alfonso de Lamartine y Francisco de Chateaubriand. Y, así, casi todos. No son éstos más que ejemplos mínimos que asaltan mi memoria. A lo que hay que añadir las constantes falta de ortografía, de sintaxis y de prosodia. Lo que no les impide tener la pretensión de dar clases; y las dan, efectivamente. Como estoy hablando de la mayoría de ellos, es decir, los que han salido de las universidades públicas, ideológicamente pertenecen al izquierdismo progresista y constituyen su flor y nata. Y así salen sus alumnos. Con gran carencia de conocimientos y una ideología deprimente. Por estas mismas páginas ha pasado quien, con título o sin él, pero con horrorosas faltas de ortografía y sin un código de valores reconocible, como no fuera bajo el genérico nombre de “progresismo”, se creía con autoridad para dar clases a niños. Pues bien, de este aplanamiento generalizado de la sociedad, tanto en el aspecto intelectual como moral, de este caldo de cultivo, han de nacer floraciones deformes, engendros repulsivos por su inepcia. Ernesto Ekaizer, que es el peso pesado de los columnistas de “El País”, en una tertulia en la televisión, puso de relieve un aspecto cardinal, aunque evitando una condena contundente como no podía ser de otra forma: “Es que… además… el joven que aparece en el vídeo… no se parece nada a los jóvenes del Partido Popular. No tiene ningún parecido.” Y eso aumenta en gran medida la torpeza. Porque si se hubiera tratado de un tipo estirado, repeinado y con gafas, con aspecto de pijo, como ahora se dice, el vídeo tendría algún sentido satírico. Pero el tipo en cuestión tiene todo el aspecto de un proletario subnormal de suburbios con la única distinción de llevar un polo con el emblema de “Lacoste” bien visible. Su odio a la derecha ha impulsado a los autores a presentar un esperpento sin ninguna relación con aquella, con la problemática excepción del polo. Es probable que al Partido Popular no le preocupe nada este vídeo, pues denigra a quien lo ha confeccionado. Hasta es posible que les satisfaga que se extienda su visión por tal motivo. Pero a lo que yo estoy aludiendo no es a la oportunidad de satirizar al Partido Popular, lo cual es perfectamente legítimo y previsible. Ni tampoco si a este partido le gusta o no, le conviene o no. Si la autoría del desaguisado hubiese sido de la derecha, la crítica habría sido idéntica. Lo que resulta escandaloso en el vídeo es el bajísimo nivel intelectual, que es de lo que estoy tratando. Demuestra que tenemos una izquierda que, además de tremendamente sectaria, es burda, brutal, sin educación. No es la primera vez que se propasa en su afán denigratorio. Recordemos el horrible vídeo del “doberman”. Sin embargo, aunque lo disparatado de aquel vídeo fue de antología, el actual le supera en impotencia creativa. No merecería dedicarle mucho espacio ni tiempo a esta desgraciada ocurrencia de los socialistas, si se tratara de un hecho aislado, una poco afortunada excentricidad ocasional. Pero la realidad nos muestra que los ejemplos de sañuda y grosera demagogia se multiplican de forma extremada, apuntando siempre a una carencia de educación impresionante. Pero falta lo más chusco. Preguntado el presidente de Gobierno en la televisión qué le había parecido el vídeo, contestó: “Es simpático. Y resulta útil y eleva el nivel del debate.” Se queda uno transpuesto. De todos los adjetivos que una persona normal aplicaría al engendro, el último sería el de “simpático”. ¿Cómo puede ser simpático que un individuo con aspecto de oligofrénico conteste estupideces con acento gutural en un supuesto concurso televisivo? ¿Le resulta simpático al presidente porque este individuo representa a un afiliado al partido adversario? ¿A esto hemos llegado? ¿Y lo de que eleva el nivel del debate? ¿Pero es que un debate puede estar en tan abismático nivel que este vídeo pueda elevarlo? Es tan imposible como que los efluvios de un vertedero puedan elevar el ánimo de alguien. La idea que se había asentado en nuestra mente es que este vídeo había sido confeccionado por gente deficiente para gente igualmente deficiente que, como más arriba indico, es mucha debido a la desastrosa educación que sostenemos. Pero ahora resulta que el mismísimo presidente del Gobierno hace manifestaciones de elogio del bodrio. ¿Es que hemos de pensar que estamos gobernados por una persona deficiente? Es difícil de admitir. Más aceptable es concluir que a este señor el elaborar frases de significado variable y a veces contradictorio y faltas de veracidad, le supone muy poco esfuerzo. Le resulta igual una cosa que la contraria, siempre que parezcan convenientes a sus fines. En esta ocasión se ha dejado llevar de un sectarismo y un maniqueísmo muy acordes con su personalidad, sin parar mientes en nada más.

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