martes, octubre 02, 2007

Ignacio Camacho, Otro colapso para ZP

miercoles 3 de octubre de 2007
Otro colapso para ZP

IGNACIO
CAMACHO
YA tiene otra vez dos camiones pesados atravesados en la carretera. El presidente quizá creía haber despejado la pista hasta las elecciones generales, y se veía circulando hasta marzo por la autovía de la política social y las dádivas subvencionadas del Estado-maná, pero de repente se ha encontrado de nuevo con dos tráilers cruzados en mitad del tráfico, imposibles de evitar sin reducir la velocidad de crucero. En la matrícula traen impresa la denominación de origen del crispado primer trienio de la legislatura: el conflicto territorial, reavivado en su máxima expresión por el Plan B de Ibarretxe, y la impugnación del concepto mismo de España, simbolizado en la persona y la figura del Rey. Aunque los fantasmas del pasado siempre vuelven, en esta ocasión se trata de un pasado tan reciente que lo que ocurre es que jamás se han ido.
Podrá gestionar el envite con mayor o menor acierto, pero lo tiene delante en un momento inconveniente para sus intereses. Zapatero se negó a adelantar las elecciones generales confiando en inaugurar una minilegislatura de ocho o diez meses en la que, fracasados sus objetivos generales, pudiese manejarse con una agenda nueva, amable, despejada de reveses y conflictos. Dinero asistencial a manos llenas, presión policial sobre los mismos terroristas que había llegado a considerar «hombres de paz» y énfasis retórico en el «Gobierno de España» frente al ominoso recuerdo del rompecabezas catalán y el carajal estatutario. Con eso, pensaban los estrategas de Presidencia, se le podía dar la vuelta a un estado de opinión que hizo crisis en las municipales, cuando los paseos de De Juana Chaos y la arrogancia soberanista del tripartito le dieron el triunfo al PP. Y no parecían irles mal las encuestas cuando el cartero de los problemas pendientes ha vuelto a llamar a la puerta de La Moncloa.
Y llama con fuerza y ruido. La determinación secesionista del lendakari tiene un efecto convulsivo en la opinión pública nacional, ante la que el debilitado ZP no va a poder ponerse de perfil, como le gustaría, pensando en retomar su proyecto de avance confederal si renueva el mandato. En Cataluña, las hogueras de los maulets republicanos utilizan como combustible el símbolo más apreciado y estable de la nación española: la Corona, que figura desde hace décadas como la institución más valorada por los ciudadanos. Por muchos esfuerzos que haga el Gobierno por desmarcarse de las fogatas independentistas, resulta imposible de olvidar que los mentores de esa progenie pirómana son socios del Partido Socialista en Cataluña y sostienen en el Congreso la estabilidad del Ejecutivo.
Toda esta alharaca revoltosa pone sordina a los mensajes positivos en los que el Gabinete ha depositado sus mejores esperanzas electorales, y regala al PP munición fresca para el combate final. Ahora el presidente va a tener que bajarse de su vehículo tuneado de promesas para apartar los obstáculos atravesados en la calzada. Aunque lo logre, será difícil que en el esfuerzo no pierda parte de su ventaja.

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