miércoles, octubre 17, 2007

Ignacio Camacho, Bien, pero... ¿y si lo intenta?

miercoles 17 de octubre de 2007
Bien, pero... ¿y si lo intenta?

IGNACIO CAMACHO
VALE, demos por buena la versión oficial. Aceptemos que para decirle a Ibarretxe que su pesado raca-raca soberanista no va a ninguna parte hagan falta dos horas de charla en privado. Admitamos que no se ha hablado de ningún plan B para después de las elecciones. Pasemos por alto cualquier suspicacia sobre la posibilidad de que Zapatero esté dispuesto a pactar una vía confederal «a la catalana» mediante una reforma del Estatuto de Guernica negociable entre el PNV y el Partido Socialista. Obviemos la carga de profundidad del lendakari sobre la negativa del presidente a hablar con él lo que ya habló con ETA. Omitamos la dolorosa evidencia de que el portador de un desafío a la Constitución haya sido recibido en Moncloa antes que el líder de una oposición que representa al 40 por ciento de los españoles. Adoptemos una actitud constructiva y patriótica de buena fe en la palabra mántrica del autoproclamado portavoz de la España Serena. Convengamos en su impecable negativa, y si hace falta reconozcamos pulpo como animal de compañía. Pero continúa pendiente de respuesta la gran interrogante de todo este ejercicio de confianza sin contrapartidas: si el obstinado inquilino de Ajuria Enea insiste como ha prometido en convocar su parodia de referéndum, o si se le ocurre hacerlo al mismo tiempo que las elecciones autonómicas vascas, pongamos que colocando urnas en paralelo a las oficiales... ¿cómo demonios piensa impedirlo el Gobierno?
Ésta es la cuestión clave que Zapatero se niega a contestar. Rehúye la pregunta con elusivas perífrasis, y se agarra a la teórica imposibilidad de convocar una consulta que la ley no contempla. Pero ocurre que Ibarretxe manifiesta exactamente lo contrario, esto es, que piensa hacerlo de cualquier manera. Y lamentablemente, su trayectoria de obsesiva obstinación es más creíble que la ambigüedad proverbial de nuestro primer ministro. Es decir, que existen bastantes probabilidades de que lo intente. Hipótesis de inquietante verosimilitud ante la que los españoles tenemos derecho a saber qué piensa hacer el representante legítimo del Estado.
Y como no hay manera de sacárselo, cabe colegir que o no lo sabe o no lo quiere decir. Cualquiera de las dos posibilidades es pavorosa. La suspensión de la autonomía vasca por el artículo 155 de la Constitución parece provocarle alergia a Zapatero, aunque entre sus defensores figuren Alfonso Guerra y el propio Bono -o precisamente por eso-. El uso de la fuerza le repugna de manera fehaciente. En todo caso, se resiste denodadamente a contemplarlo en voz alta. Y, sin embargo, se trata de un punto clave. ¿Hay o no hay un Plan B? ¿Contempla ese Plan B medidas límite o se trata de una negociación alternativa con el nacionalismo vasco? ¿Recorre ese presumible itinerario alguna vía ya explorada en los contactos trilaterales con el PNV y Batasuna? ¿O piensa esperar a que el lendakari tome la iniciativa y luego ver de resolver la papeleta «como sea? Todo eso hay que saberlo sin casuismos ni vaguedades ni rodeos. Antes de marzo. Porque en marzo hay elecciones y los ciudadanos tenemos el derecho de saberlo antes de votar. Y el presidente la obligación taxativa y terminante de aclararlo.

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