miércoles, octubre 10, 2007

Felix Arbolí, La lenta agonia de un pueblo ilusionado

jueves 11 de octubre de 2007
La lenta agonía de un pueblo ilusionado
Félix Arbolí
A NTES de adentrarme en el tema, quiero agradecer con enorme satisfacción los amables y cariñosos comentarios a mi artículo “La monarquía cuestionada”, de mis compañeros Ismael Medina, Antonio Castro Villacañas y Juan Pla, en sus respectivos espacios. Las alabanzas y “piropos” cuando vienen de mentes y plumas tan privilegiadas me suenan a música celestial, muy necesaria cuando se llega al final de un trayecto más lleno de sinsabores y traiciones que de halagos y estímulos. Gracias queridos y excelentes compañeros por esta deferencia. Y ahora, cumplido este obligado agradecimiento, paso a reconsiderar mi artículo, ya que el tema ha levantado cierto interés, incluso a nivel de emails recibidos. Nada extraño si tenemos en cuenta la permanente actualidad que le están dando al asunto con su continua repercusión en la prensa nacional. Parece que la cuestión de algaradas callejeras con quemas de fotos de los Reyes y Bandera ha bajado en intensidad y no ha tenido la repercusión y las adhesiones que los ocultos y espabilados de turno pretendían. Nunca han llegado a la centena en localidades cuya población excedía con creces a las decenas de miles, ni al millar las que superaban a millones. Protagonistas de estos sucesos los alborotadores de siempre manejados por los de siempre y con las bufonadas de siempre. Una juventud falta de fe y esperanza que se presta a esa grotesca pantomima creyendo, y esto es lo más decepcionante, que están prestando un servicio a la ciudadanía. Se trata de una manada en constante disposición para sumarse y vociferar contra todo lo que les indiquen, sin la menor convicción en muchos de ellos sobre lo que con tanto ahínco aúllan y despotrican. Ni siquiera la caterva artística tan decidida en cuantas oportunidades se le presentaban para entonar el cacareo aparecían en esos grupos “anti” todo. El pueblo español está empezando a madurar. ¡Aleluya!. Cada vez disminuye o no son tan pródigos en exteriorizar sus sentimientos los cretinos que intentan soliviantarnos y “rencorelizarnos” una vez más, no satisfechos aún con la ignominia y la crueldad que padecimos por obra y desgracia de nuestros antecesores. Digo esto, porque la mayoría de los descerebrados que quieren romper con “ el armónico encanto de la burguesía”, emulando en cierto modo a nuestro internacional Buñuel, no tienen edad para haber formado parte del censo de los mortales en aquellas aciagas fechas. Ni la autoridad moral y desagradable experiencia personal, para reclamar e intentar imponer consignas desfasadas y biliosas que les han imbuido en su mediocre mentalidad algún cobardón resentido, que no tiene los cojones suficientes (perdón, pero lo juzgo necesario), para hacerlo por si mismo. Ni él ni sus compañeros de viaje a la hora de defender la autoridad y el orden, cuando la nave de la República empezó a hacer aguas y ellos permanecieron indiferentes ante las tropelías y barbaridades de sus cachorros insubordinados. Ni lo hicieron tampoco en las trincheras por falta precisamente de unidad entre ellos y estímulos e ideales que les infundiera la moral en la victoria, ni cuando dominaba en España la llamada Dictadura, en la que estuvieron más callados y quietecitos que un osito de peluche. Ahora se engallan y echan pecho aprovechando el periodo de absurdos acontecimientos que estamos viviendo y la continua y escamante transformación de nuestras Fuerzas Armadas, bastión único e incomparable de nuestra unidad nacional, nuestra paz y nuestro respeto a los Símbolos e ideas que deben inspirar a todo el que se precie de buen patriota. Ya hasta tenemos que echar mano de extranjeros para formar nuestros regimientos y unidades militares, más identificados lógicamente con su patria de origen, su bandera y hasta con sus creencias religiosas muy distintas a las nuestras. ¿Qué pasará si algún día, Dios no lo quiera, tuviéramos que enfrentarnos contra sus países o contra ese afán de invadirnos y someternos que tienen algunos de sus líderes religiosos?. De nada habrán servido esos años de preparación y enseñanzas recibidas, ni el sueldo que estamos pagándole, ni ese juramento prestado a nuestra Bandera. Habrá sido un tiempo y un dinero gastado inútilmente. Puede haber, por qué no, excepcionales ejemplos que me contradigan. Así lo espero y deseo, aunque preferiría no tener que averiguarlo. . Es tremenda la naturalidad con la que se publica la noticia de que el gobierno de las provincias vascas, (lo siento, pero no me acostumbro a eso de Euskadi y no por cuestión de fachería, sino de españolidad), no quiere tener ninguna unidad militar española dentro de sus límites y rechaza hasta la ayuda que puedan proporcionarle nuestros soldados en los desgraciados acontecimientos que les puedan afectar. De España, del Gobierno español y por lo tanto también el de sus límites provinciales, no quieren nada, a excepción de los euros que los gobernantes de turno y anteriores al “parto de la burra”, les ofrecen a manos llenas. Entonces no hacen ascos. Idem con los gobernantes catalanes y de otras regiones, incluida ya la gallega, que solo nos tienen en cuenta al resto de los españoles a la hora de exigir dinero y competencias, que nuestro gobierno de manera ingenua y temerosa les ofrece sin rechistar. Es como aquél que necesita ir echando trozos de chorizo u otros alimentos a su perro para conseguir su compañía y lealtad. ¿Qué pasará cuando se le acabe el chorizo?. Existe un afán imparable por revivir y refrescar la memoria de aquellos acontecimientos más o menos abusivos que tuvieron lugar en la época de Franco, olvidándose y esto es lo preocupante, de recordar los sucesos y odios reconcentrados, con su secuela de crueldad y de sangre, de los tiempos anteriores a su Régimen. No se trata ahora de juzgar si el franquismo fue bueno o perjudicial para España, ya que de él no queda ya ni su recuerdo en alguna calle olvidada, aunque muchos lo mantengan fiel en su memoria, sino de examinar y considerar si es necesario y conveniente regresar al pasado y ahondar en heridas aún sin cicatrizar totalmente en uno y otro bando enfrentados en esa guerra fratricida. No se pueden anular, así por que sí, todos los juicios y condenas realizados durante la época franquista, que es ya un periodo superado, sin igualar ese espíritu de “justicia y reparación” con los juicios sumarísimos y condenas a muerte y hasta ejecuciones sin mediar juicio alguno, que tuvieron lugar en la etapa frentepopulista, como si los gobernantes de ese galimatías, fueran ángeles de la caridad y nadie pueda poner en duda la imparcialidad con la que operaron durante su mandato. Al pan, pan y al vino, vino. Reprueban las canonizaciones vaticanas de los sacerdotes y religiosos martirizados y asesinados exclusivamente por su profesión y su fe, sin que en tales muertes se esgrimieran otras razones. Las quieren considerar como una intolerable provocación. No quieren darse cuenta de que en esas ejecuciones no hubo relación alguna con la política, sino con el odio a la religión. Cayeron ante el verdugo por su comunión con Cristo y su fidelidad a la iglesia. Y esto para el Cristianismo, desde los tiempos más remotos, es sinónimo de martirio y santidad. También ellos pretenden “canonizar a sus mártires” ejecutados por el otro bando, a base de documentales, libros, películas y recuerdos donde, no en todos los casos pero sí en bastantes, la fantasía y la exageración superan con creces a la triste realidad. “Ángeles de bondad e inocencia sacrificados por la feroz bota fascista del odiado dictador”. A veces, han llegado hasta casi a convencerme de que los ejecutantes eran hienas sedientas de sangre y los ejecutados inocentes corderillos sin mácula alguna. El poder de la propaganda. No quiero con ello decir que no se dieran casos y demasiados de tropelías, injusticias y venganzas enconadas por parte de los vencedores y que sus víctimas no fueran merecedoras de esa crueldad innecesaria e injustificada. Hay que ser parcial y consecuente. . Si quieren revisiones de juicios y el homenaje a sus muertos por una parte, (que también son nuestros, pues se tratan de españoles), considerados inocentes y acreedores de nuestro recuerdo y homenaje que no dudo merecerán, también deben recordar y homenajear a esos miles de españoles de la otra orilla que cayeron frente a las tapias de cementerios y conventos e iglesias incendiadas y yacen aún en fosas comunes y desconocidas. ¿O es que estas personas no tienen el mismo derecho al recuerdo?. Y digo yo, ¿no sería mejor dejar a los muertos en paz, descansando su sueño eterno y recordarlos en el ámbito familiar, dedicándonos los vivos a procurar que no vuelva a repetirse ese trágico periodo?. Son episodios de nuestra Historia, tengámoslo presente de una puñetera vez, que buenos o perniciosos sucedieron en una época determinada que lo mejor que podemos hacer es pretender no volverla a repetir por el bien de todos. Con las elecciones a la vuelta de la esquina, parece que el panorama político sufre ciertas alteraciones a su habitual forma de comportarse y expresarse. Ahora resulta que la Bandera Española, la de todos los que vivimos y nacimos en esta entrañable piel de toro e islas adyacentes, se ha puesto de moda tanto en el Gobierno socialista como en la oposición popularista. Ambos rivalizan en hacerla suya y ensalzarla en sus mítines, anuncios oficiales y demás momentos que sirvan de estímulo e incentivo al posible electorado. Ninguno habla de un programa político capaz de interesar el pueblo, ni de mejorar la economía de nuestros exiguos sueldos e imparable subida de la carestía de la vida. Pero con fundamento y datos coherentes, no con ese cuento de la lechera que nos promete unas cifras, privilegios y mejoras que a la hora de la verdad, los verdaderamente entendidos en la materia, nos confirman que son del todo imposible, ya que su práctica supondría el descalabro total de nuestro Erario, ya bastante disminuido con esa fiebre gubernamental en vender nuestras divisas auríferas. Vamos que si tenemos tres euros, no podemos ofrecer cien. Las matemáticas no mienten y los milagros de la multiplicación, como la de panes y peces, fue obra exclusiva de Jesús y ninguno de nuestros prebostes tiene capacidad y virtudes para ello. Añadiría que todo lo contrario. Resulta asimismo ahora que Zapatero y compañía son monárquicos acérrimos y entusiastas de nuestra Bandera, rojo y gualda. Pues mira que bien. No saben ustedes cuanto me alegra oírselo decir. Lástima que las elecciones no se celebren mensualmente. Ya lo del abuelo republicano ha pasado a segundo plano y ni se menciona. El único que sigue con la cantinela del republicanismo es Llamazares, el líder de Izquierda Unida al que por cierto admiro por la lealtad a sus principios y la forma respetuosas y comedida de tratar temas espinosos. Todos sabemos sus sentimientos y el no los oculta. Mis respetos a su civilizada manera de hacer política, aunque no sea nada proclive a su ideología. Se habla con un desparpajo y una naturalidad que me aturde sobre el hecho de quemar en público y a cara descubierta las fotos de los Reyes, así como las manifestaciones, no muy numerosas por cierto, contra la Monarquía, España, la Bandera Española y la unidad nacional y territorial. Hablan y comentan nombres que ocupan lugares destacados en nuestra política, sociedad y las letras sobre la impunidad de tales hechos, justificándolos con la tan llevada y traída libertad de expresión en un Estado de derecho. Expresión ésta muy usual entre nuestros políticos, para no tener que mencionar algo tan sencillo como el nombre de España. Se suma a esta campaña emprendida contra todo lo noble, sagrado y merecedor de nuestro máximo respeto, una serie de personajes cobardemente ocultos en muy oscuros y siniestros círculos y organizaciones, donde figuran incluso elementos destacados de la derecha, hábilmente camuflados gracias a su arte camaleónico y variedad de chaquetas que les son habituales. Y amparados en esa libertad, que ellos luego no tolerarán con sus disconformes, cometen toda clase de tropelías, mientras los sorprendidos ciudadanos de buena fe y reconocido españolismo, se limitan a contemplar como este importante legado de nuestros ancestros, se lo dejamos troceado y minimizado a nuestros descendientes. Se habla del Rey como si se tratara del tabernero del pueblo, al que todos conocen y tratan, pero no le deben respeto y acatamiento. Olvidan, o lo intentan, reconocer su importante y trascendental papel, no solo en nuestra transición, sino en épocas posteriores. No hay que ser monárquico convencido para agradecer al monarca sus esfuerzos por hacer desaparecer el fantasma de una nueva guerra, al evitar esa transición traumática, que muchos temíamos. Ello no me impide reconocer su error, a mi entender, al haber dejado al Ejército fuera de su mando unipersonal y exclusivo, para evitar nombramientos y ascensos arbitrarios y la leva de “mercenarios” extranjeros para cubrir nuestras necesidades defensivas y ofensivas si llegara al caso. El Ejército, le pese a quien le pese, sin tener que llegar necesariamente a la dictadura militar, es el pilar fundamental en la defensa de la Patria y nuestra confianza en un presente y un futuro libre de amenazadores nubarrones internos y externos. Por algo, ningún separatista lo quiere y lo respeta. Tampoco me pareció lógica y oportuna esta división de España en tantas comunidades y pseudo países que lo único que han conseguido es empobrecernos a todos con tantos gobiernos y parlamentos que sostener a todo lujo y forjar odios, rivalidades y celos enconados entre tierras que antes se consideraban hermanadas y fuertemente unidas. ¿A quien ha beneficiado este desbarajuste territorial que hoy padecemos?. A intereses personales, más que a regionales. Se cita a la República, incluso por gentes de buena fe, como la panacea que curará todos nuestros males. Yo no opino así. Temo que significará la disolución definitiva de España, al no existir un freno o arbitro que la controle y unifique. Se irá a la federación y de ésta a las independencias incluso cantonales y locales, sólo habrá un breve periodo de tiempo. ¿Quién será capaz de parar esa desbandada de alocados que querrán hacer de su terruño un estado, sin prever las nefastas consecuencias?. Se habla del gasto de la Familia Real, un presupuesto del que viven excesivos miembros, ya que nuestros Reyes son muy partidarios de relacionarse y convivir con parientes allegados y políticos y éstos proliferan de manera sorprendente. Pero ¿qué me dicen de los gastos de los 17 “gobiernos”, con sus consejeros-ministros, sus Parlamentos y demás entidades oficiales que los componen?. ¿Han visto los sueldos astronómicos que se han fijado?. Pues todo este gasto inútil, si solo hubiera una nación y un gobierno que es lo ideal y acertado, nos lo ahorraríamos los españoles y podríamos vivir en mejores condiciones y con sueldos más elevados. Además, ¿ es que creen que un Presidente de la República no iba a tener tantos gastos como el Rey?. Yo diría que incluso más, porque aparte de los oficiales y particulares inherentes a su alto cargo, tendría que hacer frente a los originados por sus parientes, allegados, votantes decisivos y hasta compromisos con su partido político, porque no hay que obviar que el Presidente de la República se elige políticamente por votación y está obligado a favorecer a sus correligionarios, a diferencia del Rey que es apolítico e imparcial a estos efectos. Es como los que hablan del despilfarro de la familia Franco y sus abusos. Los hubo y no hay que ser ciego o lelo para ignorarlo, pero era una sola familia la que “chupaba” y ahora aparte de la del Rey y del Presidente y su gobierno, son diecisiete las Comunidades que chupan de la “teta” nacional y ¡de qué manera, Dios de mi vida!. Así que por este lado no divaguemos, que llevamos todas las de perder. A mi juicio y cierro, el único gran defecto que le achaco al Rey es no haber tenido la decisión suficiente para impedir con su autoridad y medios disponibles este desmadre y desmantelamiento que estamos sufriendo desde hace años, no solo por parte de los socialistas, sino también por parte de los populares, que conformaron también esta partición y fueron ellos con el señor Aznar a la cabeza, los que votaron por fines electorales, la suspensión de la obligatoriedad de la “mili”, obligándonos a nutrir con extraños nada motivados la defensa de la Patria y su descalabrada integridad territorial. A cada uno lo suyo y dejémosno de especulaciones baratas.

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