miércoles, octubre 10, 2007

ETA cumple la amenaza de Batasuna

miercoles 10 de octubre de 2007
ETA cumple la amenaza de Batasuna
SÓLO la fortuna ha permitido a Gabriel Ginés, escolta de un concejal socialista de Galdácano y militante del PP en Zaragoza, sobrevivir al atentado con una bomba-lapa que explotó ayer en su vehículo. Nadie se puede llamar a engaño. Como reflejan los términos amenazantes que utiliza Pernando Barrena, contra quien la Justicia debería actuar de forma inmediata, Batasuna anuncia lo que va a venir y ETA cumple y ejecuta fríamente los planes. El vínculo entre los terroristas y su brazo político es tan evidente y manifiesto que cuesta trabajo creer que nadie -y menos aún un Gobierno- pueda ponerlo en duda más allá del oportunismo y de las conveniencias del momento. El volumen de pruebas acumuladas sobre la identidad entre ETA y Batasuna es abrumador en términos jurídicos y no ofrece duda alguna desde el punto de vista político. Los terroristas están dispuestos a matar, cuentan con la infraestructura necesaria y buscan el objetivo más fácil para sus crímenes infames. La dictadura del miedo no ha desaparecido del País Vasco, sino todo lo contrario: ETA sigue viva y activa, ha salido reforzada de la tregua y consigue reponerse a las detenciones de dirigentes y comandos. Las advertencias van muy en serio. Horas antes del atentado, el ministro del Interior anunciaba el refuerzo de las medidas de seguridad ante la Fiesta Nacional con especial atención a los actos que se celebrarán en Madrid. Es imprescindible que los ciudadanos sean conscientes de la situación para que los asesinos no se beneficien de la falta de tensión social ante unas amenazas que, por desgracia, muchas veces se traducen en realidades.
El diálogo con ETA impulsado de forma irresponsable por Rodríguez Zapatero no sólo es inaceptable en términos éticos y políticos, sino que resulta imposible por una razón elemental: los terroristas sólo conocen el lenguaje de las bombas y las pistolas. ETA quiere matar y ayer mismo estuvo a punto de conseguirlo. En todo caso, es seguro que lo seguirá intentando. Los terroristas se sienten fuertes cuando perciben las discrepancias entre los partidos democráticos. Hemos perdido tres años de legislatura por culpa de ese mal llamado «proceso de paz» que ha terminado como era de prever. Ahora el Gobierno pretende recuperar el tiempo perdido y hasta los criterios judiciales se muestran más sensibles a unas razones de legalidad que siempre han estado muy claras. El Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo ha sido sin lugar a dudas la mejor respuesta de la España constitucional frente a los asesinos y sus secuaces. Sería muy deseable, por supuesto, volver a ese acuerdo sobre el fondo y la forma de la lucha contra ETA que produjo resultados muy positivos. Entre los muchos reproches que cabe hacer al presidente del Gobierno en esta decisiva materia figura en primer término la ruptura de la unidad de los demócratas, que acarrea notables consecuencias; entre ellas, el debilitamiento del movimiento social vasco y de la batalla de las ideas, que estaba ya ganada contra la violencia terrorista. Bien está que haya rectificado, aunque faltan pruebas efectivas de la voluntad política real que preside esta nueva actitud del Ejecutivo. A este respecto, será determinante su postura sobre la ilegalización de ANV y la renuncia formal, definitiva e inequívoca a retomar en el futuro un diálogo que, a la vista está, siempre resulta inviable. De lo contrario, es irremediable que la opinión pública perciba un aire de oportunismo electoralista en el giro emprendido por Rodríguez Zapatero desde el anuncio del final del falso «alto el fuego» proclamado por la banda terrorista.
ETA es consciente de su capacidad para desestabilizar cuando el sistema muestra alguna debilidad. Mientras el lendakari lanza su desafío al Estado y encuentra una respuesta tibia del Gobierno de la nación, y mientras algunos elementos antisistema atacan los símbolos de la unidad nacional sin que se produzca una reacción contundente, los terroristas saben que la ocasión resulta propicia para debilitar a la sociedad. Esta vez no han conseguido su objetivo por causas ajenas a su voluntad, pero es evidente que están dispuestos a «poner muertos sobre la mesa», como dicen a veces en ese lenguaje repugnante que ofende los sentimientos más elementales de la dignidad humana. Un militante popular que trabaja como escolta de un concejal socialista es la víctima perfecta para quienes desprecian la vida y los derechos de las personas en nombre de su obsesión totalitaria. El objetivo es, una vez más, procurar una «limpieza» ideológica en el País Vasco al que quieren ver liberado de impurezas constitucionalistas creando una sensación de miedo que haga imposible la normalidad democrática. Se ha dicho muchas veces que esta es una situación insólita en pleno siglo XXI dentro de una España democrática. Lo más triste es que la política radicalmente equivocada que emprendió este Gobierno desde su acceso al poder ha debilitado los sólidos fundamentos morales, políticos y jurídicos que se habían establecidos para lograr la derrota definitiva de ETA. Aunque sea poco realista esperarlo, muchos ciudadanos están deseando que el Pacto Antiterrorista vuelva a ser el centro y eje de la lucha en favor de la España constitucional.

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