miércoles, octubre 03, 2007

Enrique Knörr, En la muerte de Azaola

En la muerte de Azaola
04.10.2007 -
HENRIKE KNÖRR

El pasado 8 de septiembre, a los 90 años, falleció en Alcalá de Henares José Miguel de Azaola. Un duro golpe para quienes admirábamos al ilustre intelectual bilbaíno, sin lugar a dudas uno de los intelectuales vascos más importantes de los últimos setenta años. (He escrito 'bilbaíno', pero Azaola prefería la forma habitual entre nosotros, 'bilbáino', como 'vizcáino', y convenció a algunos editores e impresores para que se respetara ese empleo, sin tilde, claro).Había nacido en 1917 en Bilbao, o mejor, en Abando, y le gustaba contar que su madre le mandaba a hacer recados a las Siete Calles diciendo: «José Miguel, vete a Bilbao y compra esto y lo otro». Estudió el bachillerato en el Instituto de la calle Licenciado Poza y se licenció en Derecho en Salamanca. Cursó el doctorado en Madrid y Friburgo (Suiza).Hombre de grandes lecturas y enorme curiosidad, tres han sido las grandes preocupaciones de Azaola: Europa, Vasconia y Unamuno. Por lo que toca a nuestro continente, hay que resaltar la adhesión del joven Azaola a un partido paneuropeo, junto con un puñado de entusiastas de varios países en 1935. Europa ha ocupado cientos de páginas en su obra, como en sus dos libros 'En busca de Europa' (1949) y 'Complejos nacionales en la historia de Europa' (1952). Para la unión europea juzgaba primordial contrarrestar todo nacionalismo, estatal o regional, impregnada Europa de un fuerte federalismo y respetando su diversidad.La segunda gran preocupación de Azaola era Vasconia. Más de uno, por cierto, se extrañaba al comprobar que el liberal vasco Azaola estudiaba nuestro país con sus siete provincias, como realidad cultural. Al presentarse en Madrid la obra de Azaola 'El País Vasco', que el autor quiso llamar 'El País de los vascos', el diputado Jaime Ignacio del Burgo se permitió la frivolidad de decir que Vasconia era un denominación reciente, por lo que en mi intervención tuve que mencionar, por ejemplo, el libro del historiador suletino Oihenart, 'Noticia de ambas Vasconias', de 1638. Las dos partes de 'Vasconia y su destino', publicadas respectivamente en 1972 y 1976, y 'El País Vasco', de 1988, revelan un conocimiento extraordinario de nuestra tierra, con un esfuerzo de análisis y exactitud que hoy echamos tanto en falta. Yo invitaría a leer, por ejemplo, las páginas que Azaola dedicó en 'El País Vasco' a la cuestión de si las cuatro provincias aprobaron o no la Constitución de 1978.De Unamuno escribió y disertó Azaola abundantemente. Mencionaremos aquí su libro 'Unamuno y sus guerras civiles' (1996), con un capítulo sobre el famoso acto del 12 de octubre de 1936 en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, incluyendo las barbaridades proferidas por Millán Astray contra los intelectuales. 'El mar en Unamuno' (1986) es también un libro fundamental.Azaola, amén de escritor (también de novelas y poemas), fue un gran impulsor de iniciativas. A principios de 1936 participó en Bilbao en la creación del Grupo Alea (Asociación Libre de Ensayos Artísticos), junto a Gustavo de Maeztu, Luis Mª de Vilallonga, Francisco de Azaola (tío de quien hablamos aquí), Jaime Delclaux, Pablo Bilbao, Lauaxeta (quien pensaba en la necesidad de publicar algo parecido a la revista bilbaina 'Hermes', desgraciadamente suspendida en 1922), y otros. El Grupo se deshizo en 1942, año en que editó el 'Cántico espiritual' de Blas de Otero. Azaola residía ya entonces en Donostia (donde se sorprendió de que, a diferencia de lo que pasaba en Bilbao, mujeres enjoyadas de la alta sociedad hablaban en euskera en la elegante cafetería Gabiria), y en aquella ciudad desplegó una labor cultural muy importante, creando 'Lar' (1943), revista para la familia, impartiendo conferencias en el Ateneo (donde fundó un centro de estudios europeos), colaborando con Carlos Santamaría en las Conversaciones Católicas Internacionales, a partir de 1947, y proponiendo ese mismo año la creación de 'Egan', revista literaria bilingüe, en una reunión donde estaban Gabriel Celaya, Mariano Ciriquiain, Fausto Arocena, el Padre Donostia y Joaquín Mendizábal (conde de Peñaflorida, presidente de la Bascongada, institución que ampararía el proyecto). Es lamentable que hace unos pocos años la revista ofreciera sobre los orígenes de la revista un paupérrimo artículo, en el que hasta convirtieron a Azaola en Azarola Residió después en Madrid, para trabajar en la Oficina de Publicaciones del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (1953-1955) y en el Instituto Nacional del Libro (1955-1963), antes de trasladarse a París, como director del Centro Internacional de Información sobre los Derechos de Autor de la UNESCO (1963-1977). Ya jubilado, vivió en Villars-sur-Glâne, cerca de Friburgo (Suiza), donde había hecho parte del doctorado, y en 2000 se trasladó a Alcalá de Henares. Escribía mucho y bien, pero nunca quedaba satisfecho con sus textos, llenos no obstante de gran rigor e información precisa, fueran originales o traducciones. En este último apartado quisiera citar la espléndida edición que hizo de la larga e interesantísima carta enviada desde Getxo por Max Weber a su madre en 1897, que el lector puede ver en el nª 2 de 'Bidebarrieta' (1997), texto que primero vio la luz tres años antes en el mensual Bilbao editado por el Ayuntamiento.Azaola recibió varias distinciones, especialmente el Premio Manuel Lekuona de Eusko Ikaskuntza (1999), al que le presentamos Gregorio Monreal y un servidor. Para entonces Lekuona había muerto (en 1987), pero se habría alegrado del premio concedido a su leal amigo Azaola, conocido de los años donostiarras (y de quien figura un texto en el primer número de 'Egan'), casi coincidiendo primero con la ocultación de Lekuona en las Brígidas de Lasarte y después con su destierro en Calahorra.Hombre de profundas creencias religiosas, Azaola recordaba sus dos iglesias preferidas para el recogimiento: la catedral de Bilbao y la de Friburgo. Indudablemente encontraría consuelo en su fe inamovible, entre no pocas cuitas a lo largo de su vida, y quizá en primer lugar por la ciega violencia y la política petrificada, superficial y teatrera en Vasconia en los últimos decenios.Nuestro país tiene una gran deuda con José Miguel de Azaola. Alguna decisión torpe, como la del Departamento de Cultura del Gobierno vasco de no traducir al inglés 'El País Vasco' cuando salió la excelente obra, y la no menos lamentable de la editorial El Tilo de dejar en suspenso una edición de sus artículos, deben ser corregidas ahora con generosidad y altura. Por fortuna, la vitoriana Fundación Sancho El Sabio guarda sus papeles, instrumento ideal para conocer mejor la talla de José Miguel de Azaola y el cúmulo enorme de relaciones que tuvo este insigne intelectual. El archivo personal está terminando de digitalizarse. Pero ¿y su biblioteca dónde está? ¿Alguien lo sabe? ¿Se puede preguntar?

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