martes, octubre 23, 2007

Ecologismo y oportunismo

miercoles 24 de octubre de 2007
Ecologismo y oportunismo
LA izquierda y algunas asociaciones ecologistas han criticado duramente la opinión de Mariano Rajoy sobre el cambio climático como prioridad mundial. Es probable que el tono excesivamente informal de las palabras del presidente del PP no fuera el más adecuado para hacer un juicio crítico sobre este asunto, en el que concurren muchos factores científicos y políticos. Pero lo que en absoluto guarda una mínima proporcionalidad con sus palabras es la retahíla de invectivas que tanto el PSOE como los grupos ecologistas le han dedicado desde el pasado lunes. La existencia de un proceso de cambio climático está refrendada por múltiples organismos internacionales e informes científicos. Negarlo sería absurdo y Rajoy no lo negó. También es cierto que en la comunidad científica no existe unanimidad en torno a las causas concretas de ese proceso de cambio, ni sobre las soluciones adecuadas ni sobre los efectos a largo plazo.
Cuestión distinta es el debate político sobre el cambio climático y la utilización táctica que la izquierda está haciendo de este problema, como una especie de signo distintivo de su pretendida superioridad moral sobre la ideología conservadora y el capitalismo salvaje, que aún parecen traumas no superados del progresismo mundial. A este medioambientalismo oportunista de la izquierda ha contribuido de forma decisiva la rentable campaña internacional de Al Gore, a quien su condición de ex opositor a George Bush le está abriendo más puertas que el rigor científico de su documental «Una verdad incómoda», manifiestamente mejorable según la Justicia inglesa. Gore transita por las salas de conferencias de las elites mundiales impartiendo una doctrina ecologista que él no puso en práctica durante el mandato de Bill Clinton, del que fue vicepresidente, quien firmó la adhesión de Estados Unidos al Tratado de Kyoto el último día de su segunda legislatura. La autoridad de Al Gore para repartir credenciales ecologistas es más que discutible. Al margen de otras incoherencias en la cruzada de Gore -las restricciones a los medios de comunicación en sus actos públicos, su desmesurada cotización como conferenciante-, es evidente que su defensa del medio ambiente está jaleada por lo que conlleva de crítica a la administración Bush, aunque las causas de la alteración del clima estén repartidas entre continentes y no puedan ser científica ni políticamente imputables a ocho años de mandato republicano en la Casa Blanca. Pero esto es irrelevante cuando el fin que se persigue es puramente ideológico, como lo demuestra el empeño de la izquierda de poner a la degradación del medio ambiente el rostro del presidente Bush y no, por ejemplo, el desastre de Chernobyl.
Desde la caída del muro de Berlín, la izquierda anda buscando banderines de enganche para justificarse intelectualmente ante la opinión pública y realimentar el antiamericanismo como principal denominador común de sus propuestas globales. Por eso descalifica las palabras de Rajoy, como si hubieran ofendido un dogma de fe, inalterable e indiscutible, sobre qué prioridad debe ocupar el cambio climático en la agenda mundial. Sin embargo, tras esas críticas tampoco hay planteamientos concretos. Por lo general, las vestiduras rasgadas siempre han sido una metáfora de la hipocresía, y podría encontrarse fundamento a su aplicación en este caso, porque los mismos que critican a Rajoy por cuestionar el tratamiento que se está dando al cambio climático -pilar del pensamiento políticamente correcto- no terminan de concretar qué ha de hacerse para neutralizarlo. Por supuesto, los perjuicios que está sufriendo el medio ambiente y la incidencia negativa del hombre en la naturaleza son realidades ciertas que obligan a plantear políticas locales y globales para corregirlas. No está escrito en ninguna piedra sagrada cómo deben abordarse estos problemas, y menos aún cuál es el diagnóstico científico definitivo. La izquierda, por mucho que exhiba su ecologismo dolorido, no tiene razón para sacar las cosas de quicio.


http://www.abc.es/20071024/opinion-editorial/ecologismo-oportunismo_200710240302.html

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