jueves, octubre 18, 2007

Chivite, Amigos

Amigos
19.10.2007 -
F. L. CHIVITE f.l.chivite@diario-elcorreo.com

Esta delicada mediana edad en la que uno se encuentra. Cenando con unos amigos (sólo un poco más jóvenes), el tema de conversación se centra en la hipoteca de la casa. En eso y en los niños: lo que les pesan las mochilas, la importancia de la alimentación, la enseñanza y todo lo demás. Al día siguiente, tomando el aperitivo con otros (sólo un poco mayores) el tema principal es ya la jubilación. Los pocos años que les faltan. Y los maravillosos viajes que piensan hacer. Si todo va bien, claro. Con unos, me siento experimentado y maduro. Y hasta me permito alardear de sensatez y soltar algún aforismo. Los otros, sin embargo, me hacen sentir todavía joven. Y mi actitud con respecto a ellos es distinta, quizá un poco más alocada, ya saben. Por otro lado, curiosamente, unos son nacionalistas y los otros no. Y a menudo he observado que también eso influye en mi enfoque al abordar los temas políticos (cosa que en los últimos tiempos va a menos, todo hay que decirlo). Con los no nacionalistas puedo llegar a elogiar algunos gestos de Ibarretxe. Fíjense. Y con los nacionalistas, soy incluso capaz de salir en defensa de Zapatero. ¿Qué me pasa, doctor? ¿Estoy loco? ¿Simple espíritu de contradicción? No sé. Supongo que es una dinámica bastante normal. Nunca estamos situados en un solo lugar, nunca pensamos una única cosa, nunca somos uno solo. Además, a los amigos hay que tratarlos bien, pero no demasiado. Ni darles la razón en todo. Discutir un poco no está mal. Se engrasan los conceptos. Se aprende a relativizar. Y a desdramatizar. Y a la larga se va adquiriendo eso que podríamos denominar una visión panorámica. En cualquier caso, lo importante, aquí, en la mediana edad (importante al menos desde un punto de vista de la higiene personal), es evitar ponerse uno demasiado patético. O, lo que es lo mismo, no estar dispuesto a amargarse la vida por tonterías. Es cierto que nos atemperamos. Y que ya no dogmatizamos como antes. Pero eso no se debe sólo a que estemos perdiendo fuerza o hayamos dejado de creer. También los tiempos se han atemperado. La política ha perdido dramatismo. De hecho, a mí me parece de maravilla que así sea. El nuevo énfasis esencialista es bastante artificial. Viene inducido por cierta especie de políticos profesionales, que con frecuencia se ponen estupendos y se acaban mareando solos. Paseando el otro día con una pareja de nuestros mismos años (él, nacionalista y ella, no), lo confesaban con naturalidad: el uno ha empezado a ir al psicoterapeuta y la otra al gimnasio. Ya digo que es una etapa delicada. En fin. A los amigos habrá que tratarlos mal, pero no demasiado. Así que les dimos la razón a los dos y nos fuimos por ahí a tomar algo.

No hay comentarios: