miércoles, octubre 03, 2007

Carman Planchuelo, Lo que tengo que decir

jueves 4 de octubre de 2007
Lo que tengo que decir
Carmen Planchuelo
P ASÓ el verano con sus largas horas de luz, para mi de muchas dedicadas leer debajo de la higuera de mi pequeño jardín, de alagartarme a la orilla de la piscina cuando no hay chiquillería gritona, de pasear por las playas de norte y del sur y sobre todo de tomarme las cosas con paz, sosiego y dejarme llevar por día a día, no es que haya estado holgando durante tres meses, como en mis tiempos escolares, pero mi ritmo de vida por un tiempo es reposado y poco pendiente del reloj, que soy una privilegiada ya lo sé de ahí que normalmente no sea una persona dada a la jeremiada... Durante el verano he pensado muchas veces sobre qué les escribiría al comenzar el otoño. Les aseguro que muchas cosas me han venido a la mente con las que robarles unos minutos de su valioso tiempo. Recuerdo que cuando hace unas semanas descubrí la imponente Chesil Beach, las dieciocho millas de playa sólo de piedras de todos los tamaños, los sonidos que se producen al batir el mar en las piedras, los que genera el paseante cuando, después de cierto esfuerzo sube y baja por esta extraña ribera, lo primero que pensé fue “mi próximo relato tendrá como paisaje este lugar”; lo mismo se me ocurrió la mañana que ante mis ojos apareció el faro de Portland. Es posible que algunos de ustedes hayan viajado por la bahía de Weymouth y hayan podido disfrutar tanto de su no estropeado paisaje como de esa pequeña aventura que supone trepar por la escalera interior del faro de Pórtland Bill y desde lo mas alto contemplar la belleza del Atlántico, la costa de rocas y cavernas, el vuelo de las gavitas. Pensé que este faro sería un lugar perfecto para alguna narración de esas que huelen a mar, a misterio y amor imposible... pero cuando mis pasos me llevaron muy lejos de allí y me vi abalanzada sobre el Tajo de Ronda, la imaginación me hizo fantasear con algún cuento sobre moras cautivas o toreros aguerridos y guapos o sobre la belleza de la serranía de Ronda; por supuesto tampoco hubiera estado mal distraer sus ocios hablándoles de la moda veraniega (femenina y masculina) en sus peores manifestaciones pero para eso ya están Javier Marias y Pérez Reverte, ellos lo han dicho tan sumamente bien y de forma tan clara que una no va a transitar por los mismos caminos... Llegó el otoño y yo me incorporé al mundo de la rutina diaria y con el otoño llegaran también los periódicos nacionales de los que tan apartada he estado durante mucho tiempo pues los escasos días que pasé en nuestra afamada Costa del Sol, fueron como seguir viviendo mas allá de los Pirineos. Ustedes posiblemente sepan que en estos artificiales lugares de nuestro litoral sur, que toman el nombre del pueblo mas cercano pero añadiendo la palabra “costa”, uno vive como en una burbuja rara en la que prima la vida al sol, el olvidarse de la tele, predomina la prensa extranjera (no en lo mejor de su producción) y mas de una vez la única “nativa” del lugar, es una misma pues ya hasta el servicio de hoteles, tiendas y demás lugares de turismo, es de las diferentes partes del mundo, nada que criticar por mi parte. Con esto lo que les quiero decir es que unas veces por estar lejos físicamente y otras por estarlo de otra forma, apenas si me he enterado de las trifulcas nacionales y tan sólo cuando he regresado a mi pequeña ciudad y a la rutina diaria, que implica leer periódicos, ver telediarios y hablar con mis colegas de trabajo, me he enterado de lo que se cuece en el patio y que quieren que les diga... no me he sentido con humor para contarles que yo también, como Ian McEwan, tengo una piedra de la playa de Chesil (prohibidímo esta llevárselas, por cierto), tampoco para darle al magín y fabular una historia de piratas o de fareros solitarios. No, mis queridos lectores, mi humor no está ni lírico ni narrativo y yo, que no soy mas que una bibliotecaria curiosa y una novata en el país de las letras, no puedo escribir algo “literario” (eso que transforma la realidad) si no tengo animo para ello pues desde hace unos poquitos días lo que estoy es confusa, molesta y muy cabreada ¿la causa? Pues la veda que parece que se ha abierto en pos de la caza de nuestro Rey. Este pequeño artículo no pretende hacer reflexiones de tipo histórico, político o sociológico pues no me considero capacitada para este tipo de escritura, lo dejo para mentes mas preparadas, formadas e informadas que la mía. Sólo pretendo decir por escrito, no gritando al aire pues las palabras se las lleva el viento, que yo soy leal a mi Rey, que parece es casi lo mejor que tenemos, que si se le pudiera votar, yo le votaría, que me enerva esta moda republicana que de repente ha aparecido con el otoño. Me encantaría que el Rey supiera que somos legiones los que si queremos tenerle como Jefe del Estado, que le respetamos, que nos sentimos orgullosos de su labor y de su persona y que nos indignan tanto los que queman su imagen armados de mechero y felices de su protagonismo como los que han hecho posible que la veda para la caza del Rey se abra como una nueva moda otoño- invierno. Yo no soy nadie, ni soy muy lista, ni estoy muy “puesta” ni tengo voz pero mi voto sólo será para quien defienda a mi Rey y para los que tengan memoria y no nos hagan volver en el tiempo a esos años en los que el Rey se fue para no dividir, esos años en los que hasta los republicanos de buena fe, tuvieron que salir por piernas pues la vida y la libertad les iba en ello... Nuestros republicanos de salón deberían pensar un poco mas a la hora de azuzar a las jaurías pues estas una vez en la caza, arrasan con todo y con ellos también lo harán. Quizás esta desmemoria va pareja a la poca afición a la lectura, quizás si leyeran los libros que seguro compran pues... aprenderían algo del pasado escrito. Prometo no volver a tocar temas sesudos para los que no estoy preparada y les aseguro que el mes próximo, si los hados lo quieren y las musas me visitan, les hablaré de faros blancos y rojos, de gaviotas chillonas o de algo divertido y curioso que me ocurrió en una de esas interminables esperas de aeropuerto a las que los trotamundos de hoy estamos condenados.

No hay comentarios: