domingo, octubre 14, 2007

Antonio Burgos, El Baronesito en la Burbuja Rosa

domingo 14 de octubre de 2007
El Baronesito en la Burbuja Rosa

ANTONIO BURGOS
EL entierro creo que ha sido de tres capas y la esquela mortuoria en el «Financial Times», del modelo 7. Hablo de la difunta Burbuja Inmobiliaria (q.s.G.g.), fallecida a causa de un subidón de los tipos de interés y del precio de las hipotecas. El ladrillo ya no es lo que era. Alguien pinchó la Burbuja Inmobiliaria. Ha llegado la cuaresmal hora de la imposición de la ceniza sobre las opciones de futuro de los promotores: ¿de qué le sirve al hombre que un alcalde trincón le recalifique esos terrenos, si luego no hay quien venda un piso? Baja el índice del consumo de cemento y se dispara el reparto de ruina per cápita. Las hipotecas también votan. La subida de la intención de voto por el PP suele coincidir con la curva de aumento del euríbor: de ahí la victoria de Aznar en 1996. Y, por su parte, la subida de la intención de voto por el PSOE suele coincidir con la bajada de los tipos de interés; de ahí, Atocha e Irak al margen, la victoria de ZP aquel 14-M en que la Burbuja Inmobiliaria estaba que daba gloria verla de gorda y retotolluda.
Pero hay otra burbuja que me inquieta, porque no sufre la menor crisis. Una burbuja a la que se la remanfinflan las decisiones del Banco Central Europeo, el euríbor, la confianza de los currelantes en la política económica del Gobierno, las fatiguitas negras con que los sobres de la paga llegan a fin de mes. Es la Burbuja Rosa. Ahí sí que no hay crisis. Tú puedes arruinarte ahora en el montaje de una operación inmobiliaria. Pero puedes hacerte rico, como ni existiera la menor crisis económica, con un montaje medio regularcito en la Burbuja Rosa. Verbigracia: boda de parguelón famoso con novio de toda la vida, maltrato de pelandusca de lujo, nueva novia silicónica de radiofónico chufla guaperas, comunicado de ruptura de relaciones de maromo de hija impuesta con calzador por madre famosa... Y nada digo de las nuevas grandes casas nobiliarias. Que no son ni la Casa de Medinaceli, ni la Casa de Alba, ni la Casa de Hannover, ni la Casa de Saboya. Son la Casa Iglesias, la Casa Jurado, la Casa Preysler, la Casa Pantoja, la Casa Cervera. Y nada digo de la Casa Janeiro, importantísima, inmemorial chuflona del Reino de la Burbuja Rosa. Cualquier consumidor medio español de Burbuja Rosa sabe de Humberto Janeiro bastante más que de Humberto de Saboya.
Esta Burbuja Rosa cada vez es más productiva para sus promotores, contratistas, inversores, constructores, financieros, intermediarios y agentes de ventas. Y debe de tener muchísimos consumidores y generar grandes beneficios, cuando cada vez es más esplendorosa. Es lo que no me explico. En una España cada vez más tiesa, ¿cómo pueden pagarse en la Burbuja Rosa, como se asegura, 300 millones de pesetas por la exclusiva de la boda de un Baronesito berrendo en Paquirrín con una señorita particular sin el menor interés, aunque venga pidiendo Plutarcos para la vida paralela con su suegra? ¿Cómo hay una parroquia y un reverendo sacerdote que se prestan al montaje de celebrar ese santo sacramento del matrimonio en horas de misa de parida y «sub secretum confessionis», para que no sea pinchada la Burbuja Rosa del trinque de la exclusiva? Y para preservar la dicha Burbuja Rosa, ¿cómo se consiente que una iglesia de Cristo sea convertida en plató de exclusivas y sus dependencias en camerino para los actores y figurantes de la comedieta?
Vale, aceptamos Montaje y Exclusiva como animales de compañía de esta Burbuja Rosa inflada con nitrógeno, a prueba de pinchazos. Pero la publicación que paga esos 300 millones, ¿de verdad que vende tantos ejemplares con las fotos exclusivas del Baronesito como para sacar beneficio del montaje? Acabo de venir del quiosco de mi barrio y les juro que no había cola alguna de lectoras esperando las fotos del Baronesito. Y no hablo de los montajes en las televisiones. ¿Cómo pueden darle diez, veinte millones de pesetas a cualquier desahogado que acude a un plató a levantar el falso testimonio que sea más rentable para la Burbuja Rosa? Y sin el menor rigor: a los testimonios médicos sobre la muerte de Antonio Puerta me remito. Para la Burbuja Rosa, todo vale, todo vende, en esta España amoral del No Passsa Nada, donde por lo visto asuntos gravísimos son un simple resfriado y la única cuestión de vida o muerte es la boda de un Baronesito berrendo en Paquirrín.

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