jueves, octubre 04, 2007

Angel Altuna, Justicia real y de alcance

VÍCTIMAS DEL TERRORISMO
Justicia real y de alcance
05.10.2007 -
ÁNGEL ALTUNA

H oy, viernes, en sesión plenaria, el Parlamento vasco tiene como asunto único el 'Análisis y debate del cumplimiento de los acuerdos adoptados sobre víctimas del terrorismo, así como para la adopción de las resoluciones pertinentes'. Este pleno monográfico, según acuerdo de los propios grupos, debería haberse desarrollado con un carácter anual. Sin embargo, hasta ahora esto no ha sucedido así. El pleno también debería, en su desarrollo, comprobar el grado de cumplimiento del mayor acuerdo alcanzado por las fuerzas democráticas vascas en torno a las víctimas del terrorismo: la proposición no de ley aprobada por unanimidad de todos los grupos democráticos el 25 de junio de 2003. Es preciso recordar que este acuerdo superaba con creces las mayores aspiraciones que las víctimas del terrorismo podían esperar de los diputados de la Cámara vasca. Sin duda, se puede hablar de dicha proposición como un acuerdo de 'máximos' para las víctimas del terrorismo. Por primera vez y después de muchísimos años se acotaba y se daba especificidad y luz a una realidad oscura que nos diferenciaba entonces y nos diferencia ahora del resto de sociedades occidentales: la violencia terrorista local y sus efectos. Las víctimas se sorprendieron gratamente cuando leyeron los trece puntos de dicha proposición en las que nuestros parlamentarios instaban al Gobierno a desarrollar una serie de medidas a favor de las víctimas del terrorismo y en contra de toda posible legitimación del terror. El posterior incumplimiento de varios puntos fundamentales allí aprobados ha conllevado un olvido de la profundidad de dicho acuerdo y de lo que éste implicaba. Entre dichos incumplimientos podemos nombrar: la prohibición de actos públicos atentatorios contra la dignidad de las personas, la personación de Parlamento y Gobierno como acusación particular en la Audiencia Nacional en los juicios contra terroristas, la reserva de un porcentaje de las ofertas públicas de empleo, el compromiso editorial de EITB, etcétera. Posteriormente se empezaron a generar desde el Gobierno vasco otros planes sustancialmente diferentes denominados de 'normalización y pacificación', o de 'paz y convivencia'; o bien distintos proyectos que vienen del asesoramiento de expertos, siempre extranjeros por cierto; o bien distintos 'planes de educación para la paz ' desde el Departamento de Justicia o incluso desde este mismo departamento el acompañamiento a los juicios de la Audiencia Nacional a procesados por delitos de terrorismo y nunca a las víctimas; o bien los recientes planes de la Lehendakaritza sobre consultas plebiscitarias en un 'escenario' con presencia de violencia terrorista. Todas estas acciones de gobierno no han sido finalmente sino desviaciones, cada vez en mayor grado, de aquel acuerdo de junio de 2003. Sin duda, dichos alejamientos desvirtúan obligada y tristemente el intento de la Dirección de Atención a Víctimas del Terrorismo de desarrollar una ley efectiva, creíble y verdadera de solidaridad hacia las víctimas del terrorismo. Pienso que los parlamentarios deberían tener presente, y no sólo este viernes, que la vida de muchos ciudadanos vascos ha sido brutalmente modificada, truncada y condicionada injusta e intencionalmente por un terrorismo ejercido por manos y mentes concretas. A los que, a pesar de ello, han quedado en este viaje (tanto a familiares como a heridos) les ha tocado, tras la agresión terrorista, remar sin descanso, casi siempre en soledad y con la referencia a veces única de la dignidad nunca perdida de aquéllos a los que les arrebataron. Han sido también personas en muchos de los casos invisibles, personas olvidadas, postergadas, ocultas y ocultadas, sobre todo en nuestra tierra. Ser víctima del terrorismo es difícil; serlo en el País Vasco lo es más.Intentaré abstraerme de mi condición personal como víctima del terrorismo desde que ETA irrumpió y truncó la vida de mi familia e intentaré transmitir lo que yo he visto y comprobado en la mayoría de las víctimas del terrorismo que he tenido la suerte de conocer. Pues bien, en ellas he podido percibir mucha bondad y he descubierto la dignidad en sus miradas. He visto un dolor profundo en sus vidas, pero al mismo tiempo he sentido una gran profundidad en su amor por la vida. He comprobado en ellas enorme respeto, mucha templanza y menos ira; mucha menos, desde luego, de la que la razón impondría. Pero sobre todo lo que transmiten las víctimas del terrorismo es un sentido deseo y una gran necesidad de justicia. Todas ellas estiman de forma inequívoca que las bases de una sociedad mejor han de fundamentarse en una justicia real y de largo alcance. Todavía hoy, en el año 2007, estas víctimas desean una nítida diferenciación social, administrativa y judicial entre víctima y victimario, hecho que otros, y sobre todo en el País Vasco, tratan eternamente de evitar. Aunque parezca mentira, todavía hoy las víctimas luchan por diferenciarse de sus agresores y, aunque parezca mentira, éste sigue siendo uno de sus esfuerzos principales. Ellas no han elegido ser víctimas, mientras que otros sí han elegido ser asesinos o cómplices. Jamás han utilizado la violencia, los otros sí. A ellas nadie les teme, a los otros sí. Las víctimas respetan las sentencias judiciales y las normas que entre todos nos hemos impuesto, los otros no. Seguramente a las víctimas del terrorismo, heridos y familiares, les gustaría que en todas las lecturas históricas de todos estos años negros toda víctima quedara siempre por encima de su victimario: en grafía, en tipo de letra y en extensión de texto o de imágenes. Es una cuestión de pura justicia. Si la Historia no lo explica con nitidez y sin tibiezas, las siguientes generaciones no podrán percibir ni aprender esta lección moral y habrá quien se siga encontrando con el camino rodado o legitimado para poder repetir los mismos errores y horrores desde la práctica y la justificación del terror. Quizá por ello a las víctimas les perturba la calificación que se hace de los terroristas cuando estos son descritos como 'dirigentes históricos' o bien como 'interlocutores' en una sociedad necesitada de libertad. De la misma forma seguramente rechazan que para algunos parezca inevitable que al hablar de los derechos de las víctimas del terrorismo tengan que mencionar a renglón seguido, al mismo nivel y sin más dilación, los derechos de sus victimarios y agresores. Habrá que hacer notar que esta equiparación no se da con ningún otro tipo de victimación y que dicha equiparación sigue ocurriendo, a día de hoy, en demasiadas tribunas y en diferentes medios públicos del País Vasco. Por lo tanto, tampoco es de extrañar que esta situación, para muchas víctimas, siga siendo éticamente incomprensible y estéticamente inasumible. Por todo ello, seguramente, ellas siguen remando. Señores parlamentarios, analicen bien y debatan mejor. Es el deseo de muchos.

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