jueves, octubre 25, 2007

Alfonso Rojo, El germen del mal

jueves 25 de octubre de 2007
El germen del mal
POR ALFONSO ROJO
Se han dado cuenta de que ya ni hablamos de Irak o de Afganistán?
Irak reaparecerá en los telediarios cuando se aproximen las elecciones, porque la «Pepiño Factory» calcula que todavía puede acarrear votos al cesto de Zapatero, pero de Afganistán no escucharemos ni palabra.
¿Merece la pena enviar soldados al matadero mesopotámico o tener militares en el infierno de los talibanes?
Yo ya no estoy seguro. Y la razón es muy simple: las cosas no funcionan en esos dos sitios, porque los locales, los que de verdad se la juegan, no hacen el mínimo esfuerzo.
Y al final, si ellos no están dispuestos a batirse, a pelear por su libertad y a defender valores civilizados, nuestro papel termina limitándose a sostener los palos de la tienda de campaña donde las distintas facciones bailan su sangrienta e interminable danza.
Por muy políticamente incorrecto que suene, hay que subrayar que nos enfrentamos a una labor imposible en aquellos lares. Que en este momento, islam y democracia son objetivamente incompatibles.
Y en ese punto coinciden Irak y Afganistán, a pesar de las enormes diferencias sociológicas, económicas, históricas y políticas que hay entre ellos. En uno y otro lado, la población actúa como clan, tribu o secta, pero parece incapaz de forjar acuerdos, compartir esfuerzos o respetar al otro.
Tanto EE.UU. en Iraq, como el conjunto de países que tienen fuerzas militares en Afganistán, están abordando el problema como si tuvieran enfrente a un enfermo, al que se pudiera curar tras un tratamiento doloroso y prolongado.
Es cierto que existe un germen llamado Al Qaida, pero sería suicida obviar que la infección se extiende sobre un tejido muy favorable. Y que ese tipo de males no se arreglan desde fuera.
Se les puede y se les debe ayudar a erradicar el virus, pero lo esencial tiene que ser ejecutado por ellos. No es de recibo que iraquíes y afganos no hayan sido capaces de poner en pie ejércitos dignos de ese nombre. Hay que darles un ultimátum: fijar una fecha. Y si no cumplen, dejarlos solos

http://www.abc.es/20071025/opinion-firmas/germen_200710250245.html

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