jueves, octubre 04, 2007

Alberto Acereda, Bush en la Casa Blanca

viernes 5 de octubre de 2007
DEAD CERTAIN
Bush en la Casa Blanca
Por Alberto Acereda
De las páginas de este libro emerge un George W. Bush firme y que atiende a unos principios sólidos a la hora de tomar decisiones; un George W. Bush, por tanto, muy distinto del que pinta la progresía: una marioneta en manos de quienes le rodean.
El título, Dead Certain, nos habla del optimismo y la seguridad con que Bush ha asumido el reto de la Presidencia de los Estados Unidos de América. Por lo que hace al autor, el periodista Robert Draper –que ya se ocupó de Bush cuando éste era gobernador de Texas–, no ha seguido el camino trazado por otros autores que han publicado obras sobre el actual inquilino de la Casa Blanca, como Ron Suskind, Bob Woodward, Fred Barnes o Bill Sammon.

Draper es objetivo: ni adula ni censura a Bush; acaso por ello ha recibido tanta crítica enconada desde todos los frentes. Estamos ante un recuento fiable y serio que trasciende las opiniones personales y los gustos políticos actuales y que, debido a las fuentes de primera mano que maneja el autor (se ha entrevistado numerosas veces con el presidente y con sus asesores), será punto de referencia en el futuro para quien quiera estudiar con rigor la presidencia del político texano (Draper también es del estado de la estrella solitaria).

Resulta chocante leer algunas de las notas y comentarios que se han vertido en España sobre este libro. Rezuman antiamericanismo por todos los lados. El País, por ejemplo, ha sido incapaz hasta de traducir correctamente el título. Y es que dead certain no equivale a "[una] muerte segura", sino, como recoge el diccionario on line al que hemos remitido más arriba, a "completamente seguro". Así de confiado se ha mostrado Bush durante sus dos mandatos al frente de los Estados Unidos de América.

Draper presenta un recuento de la Presidencia de Bush, e intenta informar y elucidar más que abogar a favor o en contra del personaje o de las medidas que ha ido adoptando. Para ello se ha apoyado en las seis entrevistas que mantuvo con Bush entre diciembre de 2006 y mayo de 2007, en las dos que le concedió la Primera Dama y en las que realizó a más de doscientas personas del entorno del presidente, entre ellas Dick Cheney, Condoleezza Rice, Donald Rumsfeld y Karl Rove. El resultado no es nada tendencioso. Además, las notas finales aportan una sustanciosa y detallada documentación.

Dead Certain demuestra que Bush no es un títere en manos de otros, ni el cowboy que tantas veces nos han querido colar, sino una persona que, evidentemente, tiene sus virtudes y sus defectos pero que tiene una gran seguridad en sí misma. El Bush que encontramos aquí es un tipo que desayuna leyendo la Biblia, un esposo fiel, un padre y amigo que invita a hacer deporte en la Casa Blanca a Michael McNaughton, un sargento discapacitado de Luisiana herido en combate y con una pierna ortopédica. Es el Bush que, cuando puede, habla en español a los hispanos, y que defiende y explica las ideas relacionadas con el conservadurismo compasivo y la responsabilidad personal. Un Bush, también, que reconoce haber sufrido y aun llorado a solas.

Evidentemente, encontramos aquí páginas dedicadas al 11-S, a lo que vino después del 11-S, a Afganistán, a Irak... Sobre las armas de destrucción masiva, Draper señala que la información procedía de la CIA: el entonces director de la agencia, George Tenet, heredado de la Administración Clinton, llegó a decir que era un hecho seguro e incontestable que Sadam Husein poseía ADM. Asimismo, se da cuenta de una entrevista que mantuvo Bush con tres exiliados iraquíes en enero de 2003, y en la que éstos aseguraron a aquél que sus compatriotas recibirían a las tropas norteamericanas con entusiasmo y que las tensiones se disiparían con la caída de la dictadura baazista.

La citada entrevista se produjo un mes antes de la célebre reunión que mantuvieron José María Aznar y Bush en Crawford (Texas), cuyas actas secretas filtró recientemente el Ejecutivo socialista a sus medios afines (de nuevo El País). Este libro permite valorar en su justa medida cómo fue el ambiente en que transcurrió ese encuentro, y afirmar que Bush tenía la voluntad de agotar las vías diplomáticas en Naciones Unidas, con el respaldo de sus más cercanos aliados: el propio Aznar, Blair, Howard y Berlusconi.

Dead Certain nos confirma que Bush está muy atento a lo que ocurre en y con Irán, y que se muestra optimista con respecto a lo que puede conseguir en Irak el general Petraeus. El final de ambas historias, la de Irán y la de Irak, está por escribirse/decidirse.

En otro orden de cosas, Draper nos informa de que Bush planea abrir, cuando abandone la Casa Blanca, un Instituto para la Libertad en Dallas (que estará junto a su Biblioteca Presidencial), así como impartir conferencias; no sólo para ganar dinero –como dicen algunos, malévolamente–, sino para seguir defendiendo las ideas y principios en que cree.

Draper, repito, ha dado a la imprenta un libro objetivo pero, por razones obvias, no definitivo. A Bush todavía le queda un año de presidencia; un año que puede ser más importante de lo que muchos piensan.


© Diario de América

ROBERT DRAPER: DEAD CERTAIN. THE PRESIDENCY OF GEORGE W. BUSH. Free Press (Nueva York), 2007. 463 páginas.

ALBERTO ACEREDA, director del Diario de América.

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