lunes, abril 02, 2007

Felix Arbolí, Tragedia y picaresca

martes 3 de abril de 2007
TRAGEDIA Y PICARESCA
Félix Arbolí

L LEGARON hacinados en el limitado espacio de la patera, donde sólo debían viajar seis personas, aparte del patrón o contrabandista de esa depauperada carga humana y se contabilizaron muy cerca de los veinte individuos, entre hombres, mujeres y algún que otro niño. De entre esa abigarrada humanidad, donde la miseria era generalizada, sobresalían sus ojos profundos y aterrados, observando a los uniformados agentes que les abordaban. Ignoraban y temían, el futuro que ese improvisado encuentro en alta mar les iba a deparar, aunque sentían también el alivio de poner fin a esa arriesgada aventura que habían emprendido y causado la muerte por sed e inanición a dos de sus compañeros. Dos soñadores que habían dejado aparcados sus sueños de una vida mejor en las profundidades de esas aguas que separaban su mundo de desesperanzas de la Jauja de sus ilusiones. Un mar profundo y peligroso, de arriesgada travesía en esos débiles y sobrecargados “cascarones”, que marcaba la infranqueable distancia entre dos mundos tan lejanos y diferentes. Una de las mujeres, al hallarse embarazada y parir a los escasos días de su rescate ya en tierras canarias, obtuvo el ansiado permiso de residencia, junto a la nacionalidad de su recién llegado “morenito”, que tuvo en jaque a todo el hospital por sus graciosas muecas y aspecto de angelote, como los que cantaba el inolvidable Machín. A los escasos días de su avistamiento y recogida en esa dura lucha contra la mar, recibidas las primeras atenciones y cuidados médicos, saturados de la hambruna padecida en su travesía y cubiertos con ropas más apropiadas, confortables y de mejor calidad, los pasajeros de esa nueva patera, una más de las cientos que han arribado a nuestras costas, fueron distribuidos por los distintos recintos destinados a ese turismo del hambre que nos acosa desde todos los ángulos y procedencias, amparados en el concepto de hospitalidad y altruismo que tenemos asumido, pero que al desarrollarse con tanta asiduidad, se está convirtiendo en un serio contratiempo de cara a un mañana que no se ve tan lejano. Luego serán llevados vía aérea a la Península para ser distribuidos por plazas y avenidas y terminaran hacinados como al principio, pero en esos pisos pateras que tanto abundan en nuestras casas, para locura y desesperación de los vecinos que han de soportar sus conversaciones a base de gritos, altercados de distinta naturaleza y el soniquete ensordecedor monótono y continuo, pesado hasta los límites de lo soportable, de esa música ramplona que nos hace rememorar las antiguas películas de Tarzán de la selva, donde a veces parece oírse hasta a la famosa mona Chita con sus agudos chillidos. De nada valen las llamadas de atención y buenas maneras. Continuarán con su jerga y sus costumbres, porque es difícil la concordia y las buenas maneras en un piso convertido en auténtica colmena humana, donde se alquilan y aprovechan hasta los huecos de las ventanas. La cabra siempre tira al monte, decían nuestros mayores y ellos hablaban con sabiduría, lo que nosotros comentamos por experiencia. Nos damos cuenta demasiado tarde que cuando le ayudamos a tocar el cielo, su deseada meta, se olvidan de asimilar las fórmulas de la nueva convivencia y somos nosotros los que sufrimos los horrores de su infierno. Hay otra clase de inmigrantes… Las noticias son explícitas: “Aumentan las agresiones de extranjeros a policías en los aeropuertos para evitar su expulsión”…”Los inmigrantes intentan forzar que se abran diligencias porque así entran en nuestro país”. Es decir, que pegar a un policía es el método más rápido y eficaz para conseguir la permanencia en España. Las mafias que andan detrás de estas ilegales inmigraciones, saben que si agraden a un policía tendrán que arrestarlo y ha de entrar en el país para abrírsele un procedimiento penal. Luego pasará a disposición judicial y como se trata de un delito menor, quedará en libertad hasta que se celebra el juicio. El interfecto no acude a la vista y se pierde por los intrincados recovecos del país, formando parte de su población fantasma respecto a la estadística, pero real en relación con la población efectiva. Ya algunos jueces han captado la picaresca y sin darle tiempo a una posible entrada y escape, le somete a un juicio rápido y autorizan que el “listillo” de turno retorne a su país con toda urgencia y garantías. Aunque éstos casos no son los habituales, hay mucho indocumentado, presunto delincuente y agresor de policías, que andan por calles y plazas buscándose la vida como Dios o el diablo les da a entender, obligados a robar o delinquir para poder malvivir o ejerciendo trabajos en empresas sin escrúpulos para los que no están cualificados. Una desafortunada realidad que pone en evidente peligro la seguridad no sólo del propio trabajador, sino del edificio o la misión que se le encomiende, ocupando además un puesto ilegalmente en detrimento del autóctono convenientemente preparado y avocado a un paro forzoso. ¿Saben que España es el segundo país del mundo, después de los Estados Unidos que más inmigrantes recibe?. Según estadísticas fiables, ocho de cada diez nuevos habitantes son extranjeros y más de la mitad vienen para quedarse. De hecho el 44% de ellos ya tiene permiso de residencia o está renovando por segunda vez su tarjeta. Según datos facilitados por el BBVA los inmigrantes superaron en 2006 los 4,8 millones de personas y ya constituyen el 11% del total de la población española. Son cerca de los doscientos mil hispanoamericanos los que llegan cada año a España; ciento cincuenta mil los que llegan anualmente procedentes del este europeo y cien mil los que entran desde África. En la actualidad, hay que añadir los numerosos ciudadanos de los países asiáticos que han elegido nuestro país como el nuevo “Eldorado”. Un sesenta y dos por ciento de la población española cree excesivo el número de personas que viven en nuestro país. Aunque, no me lo hayan preguntado, yo me incluyo en ese porcentaje. ¿No es medida más acertada para unos y otros librar los medios humanos, económicos y técnicos necesarios para llevar la ayuda necesaria a estos países origen de este imparable éxodo, al objeto de que puedan vivir con dignidad sin necesidad de perder de vista familia, vivencias y los entrañables escenarios que les vio nacer, pero que no les verá morir?. Las continuadoras de la inolvidable Teresa de Calcuta, Vicente Ferrer y esas varias organizaciones humanitarias y altruistas que funcionan a escala internacional, las efectivas ONG, ofrecen un evidente testimonio de que cuando existe la fe, la esperanza y la caridad, los milagros se convierten en pura rutina. A escala gubernamental, los prodigios estarían muy cercanos en cuanto a su resultado al del portentoso “Sermón de la Montaña”, aunque sin punto de comparación con su Protagonista.

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