martes 3 de abril de 2007
ESTADOS UNIDOS
Los demócratas y las guerras buenas y malas
Por Charles Krauthammer
La presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, declaró el pasado 8 de marzo: "Nuestro proyecto de ley aboga por sacar a las tropas norteamericanas de Irak para que, así, podamos prestar más atención a la verdadera guerra contra el terror, la que se libra en Afganistán". Tanto el Senado como la Cámara han aprobado proyectos legislativos destinados a poner fin a la guerra de Irak, o cuando menos a dar carpetazo a la implicación de EEUU en ella.
Ambas resoluciones, que han salido adelante con mayorías muy reducidas, pivotan sobre la misma cuestión: estamos librando una guerra equivocada en un lugar equivocado, lo cual nos está llevando a descuidar la verdadera guerra, que se está librando en otro sitio. ¿Dónde? En Afganistán.
Los demócratas se han aferrado a Afganistán, que ha pasado a ser un alimento de primera necesidad para los tres favoritos a hacerse con la candidatura del partido para las presidenciales de 2008: Hillary Clinton, Barack Obama y John Edwards. También hablan sin parar de Afganistán el rival de Bush en las elecciones de 2004, John Kerry, y el presidente del Partido Demócrata, Howard Dean. "No tenemos tropas suficientes en Afganistán. Ahí es donde verdaderamente se está librando la guerra contra el terror", ha declarado este último.
De todos los argumentos esgrimidos para salir de Irak, el menos serio es, precisamente, ése que sostiene que Afganistán es más importante. Y no sólo porque asume que la única superpotencia del mundo, cuyo gasto anual en defensa es superior al gasto combinado de los demás países del planeta, es incapaz de combatir a un tiempo en Irak y en Afganistán, sino porque da por sentado que Afganistán es más relevante, estratégicamente hablando, que Irak.
Bien, hagamos un pequeño experimento. Trate de dar con un observador completamente neutral –un marciano, pongamos por caso– y cuéntele que EEUU está combatiendo contra el radicalismo islámico en un par de guerras. Una de ellas se libra en Afganistán, un lugar dejado de la mano de Dios, sin recursos naturales ni infraestructura industrial o tecnológica; la otra tiene lugar en Irak, uno de los tres grandes Estados árabes, riquísimo en petróleo, con una población bien formada y una avanzada infraestructura tecnológica y militar que, a pesar de la decadencia que experimentó en los últimos años de la tiranía sadamita, podría volver a rendir a gran altura en caso de que cayese en las manos adecuadas (o sea, en las menos recomendables). Dígale también que los gobernantes iraquíes, por la situación estratégica de su país, podrían ejercer una influencia extraordinaria en toda la región del Golfo Pérsico, es decir, en lugares como Arabia Saudí, Kuwait y los Emiratos.
Y ahora hágale la pregunta del millón al marciano de marras: ¿cuál es la guerra más importante?
Al Qaeda ha respondido unas cuantas veces. Osama ben Laden, cuya presencia en Afganistán (o en alguna cueva de la frontera afgano-paquistaní) es lo que presumiblemente hace de este país el frente principal de la guerra contra el terror, ha sido bastante explícito al respecto: "La más importante cuestión para el mundo entero es esta Tercera Guerra Mundial que se está desarrollando en Irak". Por su parte, el número dos de Al Qaeda, Aymán al Zauahiri, ha afirmado que la de Irak es "la mayor de las batallas libradas por el islam en esta época".
Al Qaeda dice que Irak es la madre del cordero... y actúa en consecuencia. ¿Adónde envía a los yihadistas que está reclutando en el mundo entero? ¿Adónde acuden todos los descerebrados que quieren morir matando para mayor gloria de Alá? La respuesta, en ambos casos, es Irak, no Afganistán.
La insistencia demócrata en conceder la primacía a Afganistán carece de sentido estratégico. Asimismo, nos dice algo de la sensibilidad del partido de Pelosi y compañía. Prefieren apoyar la guerra en Afganistán porque el casus belli está más claro y su textura moral es más confortable. "Si ha habido una guerra completamente justa desde la Segunda Mundial, ésa es la guerra de Afganistán", ha declarado el senador Joe Biden, que también aspira a competir por la Casa Blanca en 2008.
Si hubiera que elegir un frente, el marciano se decantaría por Irak. Y eso que él, a diferencia de la mayoría de los senadores demócratas, no votó hace cuatro años a favor de la guerra en Irak. Muchos de ellos tienen tal sentimiento de culpa por ello que ahora parecen estar procurándose un alivio retroactivo abrazando la causa de la retirada... para librar la guerra "completamente justa".
El caso es que uno no puede decidir dónde luchar en función de la historia; uno decide tal cosa en función de las realidades estratégicas que se le presentan. Uno puede criticar el papel de Estados Unidos en la creación de este nuevo frente y preguntarse si mereció la pena correr tantos riesgos con tal de derrocar a Sadam Husein, pero no puede sostener, con un mínimo de sensatez, que a día de hoy Irak no es el más crítico de los frentes estratégicos de la guerra contra el terror.
La nostalgia por la "guerra buena" de Afganistán quizá sea útil para animar a los demócratas a que respalden un incremento de los fondos destinados a ese frente, incremento realmente necesario. Pero no es un argumento para abandonar Irak.
© The Washington Post Writers Group
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