La oronda figura de Villalonga revolotea por las sombras del aznarismo
Graciano Palomo
Se va a sentar en el banquillo el que fue presidente de Telefónica... ¡a pesar de Aznar, como éste dice ahora! El hombre que sedujo a la viuda de Emilio Azcárraga teme al día 15.
7 de febrero de 2007. Era la época más gloriosa del aznarismo cuando una tarde luminosa del mes de mayo vi con estos ojos que se comerán la tierra cómo el entonces director general de RTVE (¡no se conoció un nombramiento tal desde que Calígula hizo cónsul a su caballo!) se sentaba en el Hotel Palace con Jorge Mas Canosa, el todopoderoso patrón de la Fundación Hispano Cubana a quien poco después un cáncer se lo llevó al Paraíso.Mas Canosa había sido el largo brazo de Aznar en el influyente mundo del exilio cubano en Miami y el resto del territorio nacional de los Estados Unidos. Se acusó a la Fundación (¡valiente gilipollez!) de haber financiado al PP para que en esa primavera de 1996 llegara al poder. Como si la financiación de los partidos políticos en España fuera una cosa expuesta todos los días en el zoco y como si hubiera alguna fuerza con cierta notoriedad.Lo que no sabíamos es que el avispado cubano que quiso ser presidente de la Perla del Caribe iba a aprovechar esa oportunidad para hacer negocios al rescoldo del poder del PP con el orondo Juan Villalonga, que ya por entonces daba síntomas de desmadre absoluto. Se quedaría con Sintel, que no tardaría en entrar en quiebra, y a juicio del juez Santiago Pedraz, de la Audiencia Nacional, con claros síntomas criminales.El próximo día 15 Villalonga (en realidad "huido" de España con la viuda de Emilio Azcárraga, a la que encandiló con el poder de la operadora) se sentará en el banquillo como imputado, acompañado del otrora edecán José María Mas Mollet y no sé si también de alguno más de sus cuates, que se lo llevaron absolutamente crudo; lo que no quiere decir que delictivamente, porque éstos se las sabían todas.¡A pesar de Aznar...!César Alierta y sus ejecutivos, cuando levantaron las alfombras en Gran Vía, se encontraron todo tipo de escualos que por sí mismos podían haber llevado a los juzgados a los ansiosos muchachos que secundaron su aventura equinoccial, absurda, y loca. Eso sin entrar en los entresijos de Admira y el adacadabrante tinglado mediático que quiso ofrecer a La Moncloa y que supuso a los accionistas de Telefónica miles y miles de millones de euros.Cuando para escribir mi último libro La maldición de Casandra pregunté a José María Aznar sobre el "caso Villalonga" me encontré con una respuesta realmente llamativa: "Yo siempre me opuse a nombrar a este señor en Telefónica". Me quedé de una pieza.Este ex presidente, lleno de rencor, se debe creer (como en el 11-M) que somos rematadamente idiotas. Ni La Caixa, ni el BBVA, ni ningún otro accionista del núcleo duro de Telefónica hubiera elegido a este hombre con mandíbula antigua, sin el consentimiento del inquilino de La Moncloa. Villalonga, muy nervioso, ha llamado a rebato a sus deudos (que son muchos) para que esa visita a la Audiencia Nacional pase de tapadillo. Probablemente, como siempre pasa con los ricos (Botín, Albertos, etc.), quedará en nada, pero la historia les juzgará con gran dureza. Una historia que tiene muchos nombres y está todavía por escribir en sus trazos más gruesos.Se aprovecharon con un descaro y una codicia enorme del trabajo honrado y callado de miles y miles de militantes del PP e hicieron una inmensa fortuna al socaire de su amistad con un jefe de Gobierno que al final fue echado a patadas por el pueblo. Y no sólo por el 11-M...
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