viernes 2 de febrero de 2007
Ni mediocres (1ª parte).
Javier del Valle
S EMANAS después de aquella conferencia del interino presidente del Real Madrid Ramón Calderón que armó tanta polvareda es hora de sacar conclusiones de tan poco diplomáticas palabras que provocaron la enésima crisis del club madrileño. Calderón señaló a su auditorio de estudiantes universitarios que los jugadores del Madrid son jóvenes de escasa cultura y preparación que además de cobrar sueldos multimillonarios ni siquiera tienen que pagar cuando visitan restaurantes u otros locales de ocio, lo que dejaba a los jugadores blancos por los suelos. Todos los que hemos estado relacionados, aunque sea tangencialmente, con el mundillo del fútbol profesional sabemos que estas palabras son ciertas. Es corriente que el dueño de un local tenga por costumbre agasajar a estos famosos personajes y, en ocasiones, a la prensa que los sigue para tener una publicidad gratuita. Todos los que seguimos los periódicos y las emisoras deportivas sabemos que un día sí y otro también suelen publicitarse de forma encubierta ciertos locales de restauración, de supuesta fama culinaria, que recibirán cientos de comensales atraídos por la publicidad que dan este tipo de famosos. Los que hemos tenido contacto con futbolistas profesionales también sabemos de la escasa formación de estos deportistas por las pobres declaraciones que suelen hacer en sus comparecencias públicas. Utilizan tópicos y frases mal construidas y no suelen argumentar sus respuestas, tampoco destacan por su afición a la cultura o lectura sino más bien por su adicción a los videojuegos y la mayoría no se preocupan por formarse para afrontar el futuro tras su corta carrera profesional, aunque hay gloriosas excepciones como Santiago Solari, aquel argentino que jugó en el Real Madrid y que huía de las lujosas urbanizaciones periféricas para vivir en el centro de Madrid con el fin de estar cerca de los museos y eventos culturales de la capital española . Lo peor es que este tipo de deportistas son el modelo que siguen los niños y los padres. En lugar de tener un hijo ‘mileurista’ que, tras formarse con una carrera tiene que ganarse la vida como becario o trabajar de teleoperador, prefieren un niño prodigio que les saque de pobres merced a sus habilidades con el balón de reglamento. Son deportistas de elite que deben estar muy bien pagados por el dinero que generan y sus habilidades físicas y técnicas que proporcionan ocio y escape a millones de personas pero están sobrevalorados y en la mayoría de los casos transmiten a sus seguidores, especialmente los más jóvenes, estereotipos poco sanos. De esta forma se extiende una cultura del dinero en la que prima la capacidad por engrosar la cuenta corriente por encima del esfuerzo personal y que desprecia la cultura y el pensamiento independiente encumbrando a personas cuyo valor personal está muy por debajo de la mediocridad.
jueves, febrero 01, 2007
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