jueves 21 de febrero de 2008
Apuntaciones sobre el Quinto Gobierno de Franco
Antonio Castro Villacañas
E L quinto gobierno de Franco duró treinta y cuatro meses: desde el 3 de septiembre de 1942 al 20 de julio de 1945. El Caudillo tuvo que modificarlo dos veces en ese tiempo: 1) el 15 de marzo de 1943, por haber nombrado a Esteban Bilbao presidente de las Cortes, designó a Eduardo Aunós Pérez -catalán, antiguo miembro de la Lliga, secretario de Cambó en el Ministerio de Fomento, ministro de Trabajo con el general Primo de Rivera- para que sustituyera al jefe tradicionalista en el Ministerio de Justicia; y 2) el 11 de agosto de 1944, por haber muerto el día 3 de ese mismo mes el conde de Jordana, nombró a José Félix de Lequerica y Erquiza -vasco, antiguo miembro de las Juventudes Mauristas, subsecretario de la Presidencia del Gobierno con Maura en 1921, también subsecretario de Economía Nacional con Berenguer en 1930, monárquico alfonsino durante la República- para el puesto de ministro de Asuntos Exteriores.
Estos dos nuevos nombramientos no alteraron casi en nada la composición política del quinto gobierno de Franco, salvo en la particularidad de "representar" a dos de las regiones más "conflictivas" de España. Los dos incorporados se habían afiliado a Falange despues del 18 de julio y continuaban siendo monárquicos y de tendencia conservadora. Lequerica fue nombrado en 1937 alcalde de Bilbao, de donde pasó como Embajador a Francia en 1939. Su labor en este puesto antes de la derrota francesa, durante la misma, y tras ella, le acreditaron dentro y fuera de España como persona adecuada para negociar situaciones difíciles, lo que revalidaría con éxito pocos años después.
Para juzgar la política realizada por este Quinto Gobierno no podemos perder de vista las coordenadas que fijaron su actuación y la de su antecesor: por un lado, la situación internacional; por el otro, la propia situación de España, empobrecida como lógica consecuencia de los estragos y esfuerzos de nuestra guerra. La primera obligaba a mirar con cuidado el desarrollo del conflicto bélico, tanto para conseguir implicarnos en él lo menos posible como para adecuar nuestro ordenamiento político, social y económico al nuevo orden internacional resultante de las sucesivas batallas. La situación interior otorgaba primacía a las tareas de reconstrucción material y espiritual de nuestros pueblos y ciudades.
Pese a no contar con los medios económicos necesarios para ello, los hombres de la Falange franquista que formaron parte de los gobiernos Cuarto y Quinto de Franco -Arrese y Girón fueron los más representativos de todos ellos- trabajaron en el servicio de España y de los españoles, especialmente de los trabajadores, siguiendo las directrices marcadas por su formación y su visión falangista. Si una verdad indiscutible de la acción política -sobre todo la que se desarrolla en el campo social y laboral- es la de que no siempre se pueden alcanzar todos los objetivos ambicionados, analizando con rigor estas etapas ministeriales se llega a la conclusión de que, por supuesto, quedaron muchas cosas por hacer pero algunas se consiguieron, sobre todo en materia laboral, en orden a darle al Estado surgido del 18 de Julio una versión exacta y justa de lo ambicionado por su pueblo: la profunda transformación social y cultural predicada por la Falange.
Para realizar esa transformación social había que luchar en tres frentes: el laboral, el industrial y el agrario. En el frente laboral se iniciaron en los gobiernos Cuarto y Quinto de Franco los avances que llevaron a los trabajadores españoles a un nivel de vida y una consideración social nunca esperados por sus antecesores. Una historia imparcial de lo hecho en este campo a lo largo del franquismo, sobre todo en el tiempo que José Antonio Girón desempeñó el Ministerio de Trabajo, demostraría mi aserto. Los falangistas, como es lógico si se tiene en cuenta el fundamento de su doctrina -amar al prójimo por ser reflejo de Dios y en consecuencia hermano nuestro-, aspiraban esos años, y después, siempre, hasta ahora, a mucho más: a unas transformaciones que no pudieron realizar, al principio por falta de cimentación económica y luego por distintos avatares políticos que analizaremos a medida que llegue el momento de ver lo que fueron e hicieron los sucesivos gobiernos de Franco.
Para conseguir esa cimentación económica fueron decisivas las acciones de dos hombres, Demetrio Carceller y Juan Antonio Suances, que como Ministro de Industria y Comercio y Presidente del INI hicieron posible la progresiva transformación de una España casi exclusivamente agraria en otra cada vez más industrial y comercial. En el frente agrícola no se llegó tan lejos: Rafael Cavestany puso en marcha la transformación del campo español, pero murió antes de que su impulso alcanzara la efectividad necesaria.
Miguel Primo de Rivera no pudo superar la dificultad que suponía el evidente hecho de que por diversas causas, entre ellas el peso de la tradición y de la historia, casi todos "los ricos" españoles acaparaban la mayor parte de la propiedad agraria y no estaban dispuestos a recortarla o perderla.
Termino esta apuntación recordando que con toda certeza puede afirmarse que Franco no era ni fue nunca un "revolucionario" en el sentido clásico de la palabra, pero sí el jefe de una incompleta revolución nacional consistente en crear y ensanchar una clase media casi inexistente en 1936, y mediante ella una España conservadora, de pequeños propietarios... No impulsó la deseable y necesaria revolución cultural, y ese fallo perjudicó de modo notable a su Régimen. Pero de esto y otras cosas trataré en mis sucesivas apuntaciones.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4457
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