viernes 22 de febrero de 2008
LIBERAL FASCISM, DE JONAH GOLDBERG
La izquierda y el fascismo
Por Thomas Sowell
Puede que los que conceden gran importancia a las palabras reculen ante el título del nuevo libro de Jonah Goldberg: Liberal Fascism (fascismo progresista) y rehúsen leerlo. Peor para ellos. En cambio, los que anteponen el fondo a la forma encontrarán allí un rico surtido de puntos de vista vigorosos, respaldados por investigaciones exhaustivas y análisis brillantes.
Liberal Fascism es de esa clase de libros que desafían las ideas predominantes de su tiempo. Por ello, es probable que, más que criticado, sea marginado.
Dado que hoy en día el término fascista se suele emplear con cierta alegría, en general con intención peyorativa, me parece buena idea que Goldberg empiece hablando del auténtico fascismo, esto es, del engendrado por Benito Mussolini en Italia al término de la Primera Guerra Mundial.
Los fascistas eran unos grandes enemigos del individualismo, especialmente cuando entraba en relación con la economía de libre mercado. Así, defendían el salario mínimo, la imposición de restricciones a la acumulación de beneficios, la progresividad en materia recaudatoria, así como que las escuelas fueran "estrictamente laicas".
A diferencia de los comunistas, los fascistas no pretendían que el Estado asumiera la propiedad de los medios de producción. En este punto, se conformaban con que el Estado llevara la batuta en el mundo de los negocios. Por lo demás, respaldaron la "política industrial" mucho antes de que los progresistas norteamericanos acuñasen tal expresión. De hecho, el programa económico fascista se parecía mucho al de los progresistas. De hecho, los progresistas norteamericanos y británicos de los años 20 reconocían el parentesco entre sus ideas y las de Mussolini, que llegó a ser objeto de veneración para buena parte de la izquierda.
El célebre escritor y eminente socialista fabiano H. G. Wells clamaba por la instauración del "fascismo progresista", al tiempo que afirmaba que el mundo estaba "enfermo de política parlamentaria". Y el igualmente célebre escritor y eminente socialista fabiano George Bernard Shaw expresó su admiración tanto por Mussolini como por Hitler y Stalin porque eran gente que "hacía cosas" en vez de limitarse a perorar.
En la onda de los fascistas se situaron los nazis, si bien éstos predicaban un racismo que no formaba parte del credo de las huestes de Mussolini –ni del de la España de Franco–. Ha de decirse que incluso la variante nazi del fascismo contó con el favor de la izquierda allá por los años 20, cuando los nacional-socialistas no eran sino un movimiento que buscaba tomar el poder.
Por lo que hace a Estados Unidos, el líder negro W. E. B. DuBois estaba tan seducido por el movimiento nazi que llegó a engalanar con esvásticas la portada de la revista que editaba. De nada sirvieron las quejas que le transmitieron sus lectores judíos. Con Hitler ya en el poder, DuBois afirmó que la dictadura nazi era "absolutamente necesaria para poner el Estado en orden". Y en fecha tan tardía como 1937 aseguró, durante un discurso que pronunció en Harlem: "En algunos aspectos, en Alemania hay más democracia hoy que en años anteriores".
Total, que durante los años 20 y a principios de la década de los 30 la izquierda no sólo miraba al fascismo con buenos ojos, sino que veía un parentesco entre las ideas, propuestas y premisas de éste y las suyas. Sólo cuando Hitler y Mussolini se sumieron en la vergüenza, debido en gran medida a las brutales agresiones militares que perpetraron durante los años 30, la izquierda se distanció de ellos.
Pese a que fue identificado en un primer momento como un ideario emparentado con la izquierda, el fascismo acabó por ser definido como perteneciente a la derecha; en concreto, como algo relacionado con la derecha más extrema, como una extensión del conservadurismo. Pero lo cierto es que, si asociamos el conservadurismo con la creencia en el libre mercado, el gobierno limitado y la moral tradicional, los fascistas se opusieron a todo ello, tal y como la izquierda lo hace hoy en día.
La izquierda podrá afirmar que no es racista o antisemita, mientras que Hitler sí lo era. Tampoco Mussolini lo era. Ni Francio. Por cierto, Hitler tomó parte de sus ideas racistas de los escritos de los norteamericanos "progresivos" que formaban en las filas del movimiento eugenésico.
Liberal Fascism es un libro demasiado sustancioso como para poder ser resumido en una columna de periódico. Así que hágase con un ejemplar y revise las nociones que ha recibido sobre quién está a la izquierda y quién a la derecha. He aquí una obra para gente que prefiere pensar antes que ir por ahí cacareando consignas.
© Creators Syndicate
JONAH GOLDBERG: LIBERAL FASCISM. Doubleday (Nueva York), 2008, 496 páginas.
http://libros.libertaddigital.com/articulo.php/1276234335
viernes, febrero 22, 2008
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