jueves 21 de febrero de 2008
Corruptelas intervencionistas
Ernesto Ladrón de Guevara
N UNCA he entendido por qué los políticos han de guiar el destino de los instrumentos de ahorro de los ciudadanos. Sobre todo de esas, desde antiguo, ejemplares instituciones que son las Cajas de Ahorro que nacen de los “Montes de Piedad”, cuyo objetivo era luchar contra la usura y posibilitar créditos baratos a personas en estado de necesidad, ayudando a la supervivencia a los que carecían de medios económicos. Es evidente que esa función no cumplen hoy, pues se ajustan a la libre competencia como cualquier otra fórmula bancaria o entidad de crédito, y que lo único que les diferencia es la mayor o menor utilización de fondos sociales para destinar una parte de las plusvalías a objetivos y actuaciones de carácter cultural o de protección social. Lo que yo considero es que, lo que en una fase de la vida de esas cajas tenía pleno sentido, cual era que las entidades fundadoras, generalmente instituciones como ayuntamientos o diputaciones, tuvieran su representación en los consejos de administración, hoy es una forma más de intervencionismo político en la vida de los ciudadanos, o más bien en su bolsillo. El peso agobiante de los partidos políticos en la vida privada y en la hacienda de los particulares en España es agobiante y a veces roza el expolio.
La pasada semana tuvieron lugar unas elecciones para renovar parte de los órganos de gobierno de la Caja Vital de Álava. Podría haber pasado desapercibido el evento si no fuera porque en estas elecciones se ha planteado una clara batalla entre quienes pretendían fusionar las cajas vascas en algo así como un Banco Público Vasco, o instrumento financiero a favor de los intereses del poder –más bien régimen- nacionalista y los que quieren preservar una institución querida por los alaveses a favor exclusivo de los ciudadanos de Álava y para Álava.
De esta guisa, fue presentada una candidatura, bajo el auspicio del PP pues el PSE en su giro protonacionalista era partidario de la fusión. El lema de dicha plataforma popular ha sido “Vital Sí” propugnando la conservación de esta Caja sin dejarla caer bajo las redes nacionalistas. El resultado, tras las elecciones ha sido una abultada victoria a favor de los críticos a la fusión, con el 35,36 % de los votos de los impositores, repartiéndose el resto de los votos entre las seis restantes candidaturas, varias de las cuales no se habían definido en torno a este tema. La candidatura del Sr. Rojo, hermano del presidente del Senado, y presidente en este caso de la Caja Vital, socialista, favorable a la fusión junto a los nacionalistas, ha obtenido el 12,30 % de los votos, es decir menos de la mitad del escrutinio alcanzado por los contrarios a la estrategia nacionalista.
Un resultado de esta guisa sería motivo suficiente para que el presidente saliente reconociera el error de sus postulados y la escasa acogida de su propuesta entre los impositores, y que renunciara a su reelección. Como también sería motivo para que, como respeto a la voluntad de los clientes, que son los que ponen el dinero de sus desvelos y trabajos a recaudo en tal entidad de ahorro, se renunciara definitivamente a los planes de la formación de la entidad pública vasca de ahorro o banco financiero nacionalista. Pero se equivocan los que piensen así. Ni Rojo ha hecho renuncia a la posibilidad de presentarse, lo que ya presupone el apoyo de los nacionalistas, ni se dan por cerrados los planes de fusión. Más bien lo que se ha dicho de forma sorprendente es que los impositores (los clientes) no tienen por qué determinar el futuro de Caja y que siguen adelante con su propósito.
Con lo cual es como –valga el ejemplo- si uno tuviera acciones, por ejemplo en el BBVA o en el SANTANDER, o cualquier otro banco, y en la Asamblea de accionistas a la hora de elegir al Consejo de Administración, llegara el Sr Rovira, o el Sr Zapatero, o el Sr Llamazares, sigo en tono de ejemplo, y éstos, al margen del accionariado, nombraran al máximo rector del Banco y las políticas de posibles alianzas y objetivos de la Entidad. No les parezca exagerado el ejemplo. Todo puede llegar con el tiempo.
¿Qué sentido tiene que quienes más peso debieran tener en las decisiones de las entidades públicas de ahorro que son los que ponen el dinero (los impositores) vayan a votar la composición de la Asamblea de esas entidades si luego se va a determinar el futuro de las mismas desde cualquier despacho de los oligopolios partidarios de turno? Esto no es democracia, esto es dictadura bananera, puesto que decir despotismo queda muy suave.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4458
jueves, febrero 21, 2008
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