viernes 22 de febrero de 2008
España, en juego
LA campaña electoral que comenzó la pasada medianoche puede ser, de todas las celebradas hasta el momento, la más influyente en el resultado de las elecciones generales, no tanto por forzar un imposible cambio masivo de voto entre partidos, sino por enviar a o rescatar de la abstención a un pequeño pero decisivo porcentaje de votantes. Las encuestas publicadas en las últimas semanas coinciden en que la ventaja del PSOE sobre el Partido Popular es menguante, que la abstención perjudica a los socialistas y que el resultado final puede ser contradictorio, en el sentido de que es posible que el partido que tenga más escaños no sea el más votado. Los principales partidos manejan estas claves en la construcción de sus estrategias, y así se explica que el PSOE haya recuperado la agresividad de 2004 y actúe como un partido de oposición, que no defiende su gestión y que apela a las emociones en vez de proponer un programa de gobierno para cuatro años. Nada tan revelador de la preocupación socialista por el fracaso de cuatro años de presión y tensión contra el PP que oír nuevamente a Rodríguez Zapatero sacar pecho con la retirada de las tropas desplegadas en Irak, como si el desplante a los aliados -no sólo a Estados Unidos, también al resto de democracias occidentales que siguen el país árabe- justificara la legislatura y le eximiera de rendir cuentas por su gestión de gobierno. Hasta el momento, el PSOE va a la contra del PP y por detrás de las propuestas de Rajoy. Los socialistas eluden hablar de resultados de la legislatura porque la cercanía del PP en las encuestas demuestra que no han sido ni buenos ni eficaces para garantizarse una campaña tranquila. Para Rodríguez Zapatero todo lo que sea bajar el número de escaños obtenido en 2004 es un fracaso objetivo. El PSOE ha optado por la agitación de la extrema izquierda -aun a riesgo de que ciertos grupos se sientan legitimados para atacar violentamente al PP- y por cargar su mensaje electoral en la súbita eficacia antiterrorista, velo con el que quiere cubrir la grave responsabilidad política contraída por Rodríguez Zapatero en las negociaciones mantenidas con Batasuna y ETA desde el comienzo de su mandato.
La renuncia socialista a defender un programa explica el éxito preelectoral del PP con algunas de sus principales propuestas, como la reforma fiscal, la enseñanza del castellano, el contrato de integración para inmigrantes y la lucha contra la delincuencia y la inseguridad. Rajoy comienza la campaña de una manera difícilmente imaginable hace sólo un año: acortando distancias con Rodríguez Zapatero, inquietando a los estrategas socialistas y haciendo aflorar lo más extremista e intransigente de la izquierda, lo que, a su vez, contribuye a extender la imagen de moderación, tranquilidad y confianza en sí mismo del líder del PP. Los avances conseguidos en la precampaña no deberían, sin embargo, llevar al PP a un exceso de confianza ni a renunciar a un discurso que añada a las propuestas concretas de gestión política una visión de futuro sobre España, más allá del compromiso electoral de reparar los daños que esta legislatura ha causado a la cohesión de la sociedad española y a la estabilidad constitucional del Estado. Hace falta en esta campaña que se defienda una idea concreta de España, después de un mandato socialista caracterizado por la ausencia de un proyecto digno de llamarse nacional. Esta responsabilidad incumbe a Rajoy. Se inicia así una campaña en la que, por vez primera, los votantes saben que las cuestiones de Estado no están a salvo de la discordia partidista. Hasta ahora, había líneas rojas que PP y PSOE no habían cruzado, lo que daba continuidad al orden constitucional, a la integridad política del Estado, a la contención de los nacionalismos y a la lucha contra ETA. Los socialistas han renunciado a ese patrimonio constitucional. El próximo 9-M, los españoles decidirán si quieren cambiar o no de gobierno, pero también tendrán en su voto la decisión sobre el futuro de España, como Estado y como nación, porque, vistas la política de alianzas con los nacionalistas y las rupturas de los consensos constitucionales lideradas por Rodríguez Zapatero, nadie puede llamarse a engaño sobre lo que está en juego en las próximas elecciones generales.
http://www.abc.es/20080222/opinion-editorial/espana-juego_200802220249.html
viernes, febrero 22, 2008
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