CATALUÑA EN ESPAÑA
(Intervención M Presidente M Partido Popular de Cataluña,
Aleix Vidal-Quadras, con motivo de la reunión de la Unión
Interparlamentaria Popular celebrada en Barcelona,
el día 27 de Octubre de 1995)
Querido Presidente Nacional, Querido Secretario General, Queridas amigas y amigos de la Unión Interparlamentaria Popular:
Hace tres años y medio, con motivo de las anteriores elecciones autonómicas catalanas de 1992, se reunía también en Barcelona la Interparlamentaria con el mismo propósito que hoy os ha traído aquí: participar activamente en nuestra campana, aportar vuestra presencia y vuestro aliento y hacer de Cataluña el marco y el escenario de vuestras tareas de debate y análisis de las grandes cuestiones nacionales.
La Interparlamentaria reúne nuestras representaciones en todas las Cámaras legislativas españolas, tanto autonómicas como nacionales, en un foro conjunto en el que cobra todo su sentido el significado profundo del Estado de las Autonomías, esa arquitectura institucional, administrativa y política que por lo viva, bullente, polimorfa y policroma tiene algo de gaudiniano y que pretende, como la obra del genial reusense, transformar milagrosamente el desbordamiento de lo diverso en una unidad armoniosa y fecunda.
El Estado de las Autonomías no fue concebido para dispersar ni para enfrentar, sino para reunir y conciliar, no ha de ser el instrumento de la desagregación y la división, sino el ágora de la cooperación y del encuentro, no ha de permanecer, como algunos propugnan, enseñando con escasa gracia el plumero, eternamente abierto, sino que debe ser completado - y completar no es sinónimo de cerrar - para que las aguas de España bajen bravas pero bien encauzadas hasta desembocar en su destino europeo.
Y para que eso sea así, para que el Estado de las Autonomías alcance su culminación sin traumas ni grietas, con el asentimiento y el concurso sin reservas de todos sus integrantes, resulta indispensable que una de sus piezas, esencial y decisiva, se articule perfectamente con la estructura común y encuentre en ella no sólo su espacio sino su tarea más estimulante y su vocación más sentida. Esta pieza irrenunciable y vital es, como sin duda habéis ya adivinado, Cataluña.
Y yo no quisiera desaprovechar la ocasión y el privilegio que representa teneros reunidos hoy en Barcelona, viniendo como venís de todos los puntos cardinales del territorio nacional, para hablaros, breve pero clara y sinceramente, de Cataluña. Y desearía hacer, a través de mis palabras, tres cosas: transmitiros una inquietud, formularos una petición y manifestaros una esperanza.
Comenzaré por la inquietud, que me gustaría añadieseis a las vuestras, porque el Estado de las Autonomías también implica compartir los problemas y asumir como propias las desazones y las dificultades del vecino, sobre todo cuando éste, más que vecino, es compatriota y es hermano.
Muchos catalanes, en efecto, sienten, sentimos, en estos tiempos confusos, que Cataluña corre el riesgo de abandonar su mejor y más saludable trayectoria histórica y social, como si una niebla maléfica le nublara la vista y las sombras invadiesen su conciencia colectiva, cubriendo y relegando al olvido los aspectos más auténticos, positivos y trascendentes de su ser como pueblo.
Porque Cataluña siempre, incluso en los momentos de mayor tensión o de conflicto más agudo, y no digamos en los períodos de integración entusiasta y de conjunción feliz con el resto de España, siempre ha reconocido su realidad, su corporeidad, su tangibilidad y su existencia indubitada. Incluso en los puntos álgidos de rechazo o enfrentamiento, cuando Cataluña se ha creído, justificada o injustificadamente, ignorada, preterida o maltratada, no ha dejado jamás de aceptar el carácter vivo y sólido de la sustancia española, y al dolerse de ella, la afirmaba y al apartarla, la reconocía. De hecho, la irritación y la amargura catalanas han procedido las más de las veces de la frustración derivada de no poder participar a su gusto en la configuración del proyecto global español, de ver como sus aportaciones y sus sugerencias eran desoídas o dejadas de lado, mientras España seguía caminos o adoptaba actitudes equivocadas a los ojos catalanes.
Esta es una cuestión fundamental, en la que habremos de insistir una y otra vez, porque se encuentra en la raíz de la cuestión catalana, y tan indispensable es que Cataluña no abandone, por desánimo, manipulación interesada o desvarío, su deseo permanente de impregnar España de espíritu catalán, como que el resto de España entienda que la personalidad diferenciada de Cataluña y su voluntad irrenunciable de ejercerla han de ser contemplados con afecto, porque su sustrato más noble y más prístino descansa en esa ansia, en ocasiones mal comprendida o quizá expresada sin el acierto requerido, de sumarse ardiente y esforzadamente a la obra de regeneración económica, moral e institucional de España.
El cultivo de la singularidad cultural y lingüística y la exigencia, a ratos destemplada, de autogobierno, no han de ser percibidos como muestras de un ánimo separador, sino como la forma de dotarse de instrumentos idóneos para contribuir más eficazmente a la común tarea española. Y es cuando la incomprensión exterior o el desaprensivo aprovechamiento interior de esta energía en principio positiva impiden su natural y espontáneo fluir, que surge el reflujo particularista y el gesto antipático y distanciador.
De ahí la inquietud, inquietud profunda y creciente. Por primera vez en la Historia de Cataluña y por supuesto en la de España, pues son las dos Historias inseparables e indistinguibles, se manifiesta de manera tan insidiosa como evidente un fenómeno que encierra enormes peligros. La coalición mayoritaria detentadora hoy por hoy del poder político en la Generalitat, no se lamenta, como hacía el magnífico y noble catalanismo de principios de siglo, de la artificialidad del Estado y su desconexión de la realidad social, sino que proclama la artificialidad de España como Nación, y le niega sin ambages la condición de tal. No critica y combate a un Gobierno central inoperante, corrupto y prepotente, sino que se alía con él y sostiene su vergüenza, en contra de la opinión mayoritaria de los catalanes y de todos los españoles. No irrumpe en el Congreso de los Diputados para impulsar soluciones de modernidad, de honradez y de eficacia válidas para el conjunto del Estado; por el contrario, se recrea en la mezquindad y si se me permiten las mismas palabras empleadas por Gabriel Maura en 1915, "abre puesto en la feria de contratación madrileña y mide al Gobierno central no por lo que hace sino por lo que da". Rompiendo con las más limpias tradiciones del catalanismo histórico, no se entrega a la reforma y mejora del cuerpo de España, sus leyes, sus instituciones, su capacidad de crear riqueza, su administración, sus infraestructuras, su capital humano, sus servicios públicos... nada de eso. Lejos de querer sanar el cuerpo nacional, pone un afán tan incomprensible como miope en borrar su alma, ese espíritu que Cambó llamaba el "todo vivo" de España, para el que reclamaba con pasión la participación plena de cada una de sus partes, con Cataluña a la cabeza.
Error de enorme alcance, traición irreflexiva a la esencia verdadera de la propia Cataluña, cuyo destino, bienestar y prestigio han recorrido desde hace cinco siglos, siguen recorriendo y recorrerán en el futuro, la misma senda que transitan las demás Comunidades españolas.
Y esa inquietud, que ninguna coyuntura electoral inmediata ni ningún hociqueo en encuestas que se lleva el viento puede ni debe apagar, porque es una señal de alerta que arranca de lo más excelso y más hondo de lo que somos y de lo que, si cedemos a la comodidad pusilánime de la claudicación, podemos dejar de ser, esa inquietud que os recomiendo os llevéis a vuestra casa, sin dramatismos ni aspavientos, pero con serena resolución, me conduce a planteamos una petición.
Se trata de un ruego tan sencillo como modesto, tan indispensable como perentorio:
Quered a Cataluña, adentraos en ella, hacedla vuestra, comprendedla, dejadla ser y sobre todo hacer a su aire, porque ese aire hará girar las aspas de la economía española, y, sobre todo, hablad bien de ella, explicad en todas partes adonde llegue vuestra voz que ésta es una magnífica tierra española, que es mucho más , que va mucho más allá de una mayoría política concreta, por larga, poderosa y asfixiante que sea, que Cataluña está sentimentalmente secuestrada y que es deber de todos los españoles ayudarla a reencontrarse con su personalidad auténtica, liberándose de tentaciones integristas o totalizadoras.
Expandid la buena nueva- Cataluña es afortunadamente demasiado compleja, demasiado inquieta, demasiado innovadora, demasiado sensata, demasiado racional, para ser reducida a la medida de la estrechez nacionalista.
Cataluña más pronto o más tarde, probablemente más pronto que tarde, se le escapará al nacionalismo por las costuras reventadas de su corsé anacrónico; Cataluña está poblada por demasiada gente que piensa como para vivir eternamente aprisionada entre las rejas de una doctrina anterior al pensamiento.
Hablad bien de Cataluña y haréis un bien inmenso. Hablad bien de Cataluña y acertaréis.
Y, por último, después de la inquietud y de la petición, la esperanza. En plena Gran Guerra Europea, al final de un texto titulado "El optimismo español", Cambó remataba sus páginas luminosas con un párrafo de gran fuerza lírica. Escribía Cambó: "Así como un escultor famoso decía que la estatua ya se encontraba dentro del bloque informe y que no hacía más que quitar el mármol que sobraba para que apareciera con todo su esplendor, así creo yo que existe una España de espíritu grande y de porvenir espléndido y para que aparezca sólo falta romper la superposición artificial que actualmente la cubre, quitarle lo que le sobra".
i Qué certeras suenan hoy estas palabras, cuando en España sobran tantas cosas !.
Sin embargo, el mármol es de excelente calidad y es inminente que las urnas hagan emerger lo mucho que hoy nos falta, eliminando y limpiando todo aquello que deforma y envilece. Esta es nuestra indestructible esperanza, a cuyo amparo trabajamos cada día.
Y permitidme que os asegure, en nombre del Partido Popular de Cataluña, que aquí, en Cataluña, a pesar de los muchos obstáculos, incomprensiones e incomodidades, no retrocederemos ni un milímetro ni nos permitiremos la menor vacilación, hasta conseguir ofreceros nuestra contribución indispensable a que la figura tersa y perfectamente acabada de España, que Cambó imaginaba surgiendo del mármol imperfecto, pase del mundo vaporoso de los sueños a encarnarse en una exultante realidad.
Y sabed también que jamás renunciaremos a que esta España deseada y posible, esculpida con el concurso de una inmensa mayoría de buenos españoles, lleve indeleblemente grabada la impronta más genuina y más vigorosamente catalana.
http://www.geocities.com/Athens/Academy/1410/articulo/cataespa.htm
miércoles, febrero 20, 2008
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