miércoles, octubre 03, 2007

Victor Llano, Castro y los sirios del 11-M

jueves 4 de octubre de 2007
Noticias de Cuba
Castro y los sirios del 11-M
No obstante, lo que no debe hacer es confundir a los destinatarios de sus amenazas. No es Aznar a quien han de preocuparle. Son otros los que han de sentirse intranquilos. Entre ellos, todos los que como él se han beneficiado de la masacre

Víctor Llano

El máximo líder de los cuatreros multimillonarios no se demoró en recompensar a Zapatero tras confirmar que el presidente por accidente había traicionado a la Unión Europea y multiplicado la cooperación con las más de doscientas cárceles en las que tortura a más de cien mil presos. Harto de escribir sus propias patrañas, Castro firmó como propia una crónica de Ernesto Ekaizer y amenazó a José María Aznar con publicar informaciones supuestamente confidenciales que podrían perjudicarle.
Es cierto que la tiranía castrista cuenta con muy buena información, gran parte de ella confidencial. Sus embajadas y consulados, más en España que en ningún otros país, no son más que franquicias de sus servicios secretos. Por tanto, el bandolero chantajista puede presumir de ser un hombre muy bien informado. Es mucho lo que sabe y mucho más lo que puede intuir. No obstante, miente cuando asegura que puede hacerle daño a José María Aznar.
No es a la derecha española a la que podría perjudicar si hace público lo que cree que sabe. Ya lo habría intentado. Quienes han de preocuparse por las confidencias que Castro guarda en su mochila son los que, por poner sólo un ejemplo, tratan de impedir que lleguemos a conocer lo que hay detrás de 11-M. Al Monstruo de Birán le constan como patrañas todo lo que nos han contado sobre los crímenes de marzo. Es muy amigo de los sirios. Y son muchos los sirios que encontramos en la masacre de Madrid. Demasiados.
Dicen que no hay mal que por bien no venga. Ahora que parece que se ha recuperado lo suficiente como para dedicarse al periodismo de investigación, tal vez sus amigos le regalen una descomunal exclusiva y le expliquen qué ocurrió en Madrid el once de marzo de 2004. No obstante, lo que no debe hacer es confundir a los destinatarios de sus amenazas. No es Aznar a quien han de preocuparle. Son otros los que han de sentirse intranquilos. Entre ellos, todos los que como él se han beneficiado de la masacre y los que, tras ella y sin que nadie se lo explique, corren a financiar la represión que le permite nombrar a sus herederos.

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