miércoles, octubre 17, 2007

Pio Moa, Observaciones a Pinker (I)

Observaciones a Pinker (I)
17 de Octubre de 2007 - 08:41:41 - Pío Moa

Señala Pinker: “Toda forma de actividad mental –toda emoción, todo pensamiento, toda percepción– produce señales eléctricas, magnéticas o metabólicas que las nuevas tecnologías como la tomografia de emisión positrónica, la resonancia magnética funcional, la electroencefalografia y la magnetoencefalografia son capaces de leer con creciente precisión y sensibilidad”.

Y a la inversa: “Cuando una parte del tejido cerebral muere por falta de oxígeno o como consecuencia de un trauma, un envenenamiento o una infección, desaparece parte de la persona: puede que a partir de entonces ésta piense, sienta o actúe de un modo tan distinto a cómo lo hacía hasta entonces que se convierta en un sentido muy literal en «una persona distinta»”.

No hay, por tanto, ningún “fantasma en la máquina”. La máquina, el cuerpo, funciona solo y puede explicarse sin necesidad de recurrir a al fantasma, es decir, al alma. En conclusión, se impone aceptar la “hipótesis asombrosa” de Crick, expuesta así: “Todos los aspectos del pensamiento y el sentimiento humano son manifestaciones de la actividad fisiológica del cerebro. En otras palabras, la mente es lo que hace el cerebro, y en particular el procesamiento de la información que éste lleva a cabo”.

En realidad, la hipótesis no tiene nada de nueva y menos aún de asombrosa. Desde que se comprobó que si a una persona le cortaban la cabeza perdía la costumbre de pensar, se abrió la vía para explicar el pensamiento por la cabeza. No de forma inmediata, pues la persona, en esas condiciones, no solo perdía esa costumbre, sino muchas otras, en cierto modo podía afirmarse que dejaba de ser persona, y por tanto cabría discutir si la facultad del pensamiento y las demás dependían del cerebro o bien del corazón, el hígado o los pies. Pero una serie de experiencias fue confirmando la sospecha: se piensa con el cerebro. Por supuesto, la cosa no es tan simple, porque el cerebro necesita el concurso de otros órganos, como el corazón o los de los sentidos, sin los cuales no serviría de nada. Pero, en fin, hace ya mucho tiempo que se considera –se sabe, realmente–, que el cerebro es el órgano donde se genera el pensamiento, y también las memorias, las voliciones y los sentimientos. También es muy vieja la constatación de que una lesión cerebral –o incluso más ampliamente corporal, como perder un pie o una mano– podía, solía, alterar la personalidad del individuo de forma notable.

Digamos de pasada que una consecuencia elemental de esta vieja y poco sorprendente hipótesis ha sido la práctica, por creyentes y no creyentes, de cortar cabezas que emitieran pensamientos molestos. Conclusión práctica en cierto modo científica, nada inconsecuente con cierta concepción del mundo y la conveniencia de librarlo de elementos perturbadores por algún medio económico y eficaz, para hacer la vida más tranquila a la mayoría.

Una vez establecida la relación entre cerebro y pensamiento, era fácil suponer que, conforme las técnicas de investigación se refinasen, llegaría a ser posible incluso captar la forma como se producían los pensamientos, las emociones, etc., detectarlas en el mismo cerebro. Hoy esa posibilidad está ya a la vista, y algunos –Pinker, desde luego– creen ver ahí confirmada definitivamente la vieja tesis materialista: el hombre es, en definitiva, su cuerpo (su “máquina”) y en particular su cerebro. La hipótesis del fantasma, del alma, simplemente sobra.

Pero nótese, para empezar, que el dato sobre la relación entre pensamiento y cabeza no ha impedido a la mayoría de sus numerosos conocedores, durante siglos, creer en el alma. Este hecho debiera alertar a una mente crítica sobre la posibilidad de que entre ambas cosas no exista tanta contradicción como parece a primera vista. Los partidarios del alma no niegan el cuerpo, pero los corpistas o cuerpistas –perdóneseme la bárbara expresión– excluyen aquella. Para pinkerianos y dawkinsianos un hombre es su cuerpo, lo cual equipara al hombre y a los demás animales, con las diferencias meramente técnicas, por así decir, correspondientes. Tampoco diferencia apenas a unos humanos de otros, pues, salvo mutilaciones o defectos congénitos, sus cuerpos y funcionamiento son básicamente iguales. Una conclusión que, además de su aspecto científico, parece halagar los sentimientos democráticos hoy prevalecientes.

No obstante, ¿qué es un hombre? Sin duda es su cuerpo, y hasta podríamos definirlo como una “máquina” que tiene actividades alimenticias y sexuales, y genera en torno a ellas lo que llamamos sentimientos. Eso no es falso, desde luego, pero nos deja con una impresión de insuficiencia. Así, un almista (perdón nuevamente) podría sostener acaso que un hombre no es, ante todo, su cuerpo, sino su biografía. Crucial diferencia de enfoque, porque salta a la vista que la biografía de una persona difiere mucho de su cuerpo, aunque no pueda existir sin él, de modo análogo a como los mensajes que alguien manda por Internet difieren profundamente de la duria y la blandia (palabras algo crudas con que alguien proponía sustituir hardware y software), aunque no pueda prescindir de ambos. El propio materialista Mao Tse-tung llegó a escribir, citando al antiguo historiador chino Suma Chien: “la muerte llega a todos, pero puede tener menos peso que una pluma o más peso que el monte Taishán” (cito de memoria, pero venía a ser así), con lo que expresaba, contradiciendo su ideología, un pensamiento antiquísimo, ya presente en el juicio de Osiris, el pesaje de las almas: el examen de los actos más significativos de la vida de las personas.

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El irritante antifranquismo retrospectivo de tantos cantamañanas, muchos de los cuales medraron sin contemplaciones en la administración de la dictadura. Y más ofensivo aún su intento de exigir la condena a aquel régimen. Ha hecho muy bien Mayor Oreja en rechazar el chantaje, aunque sus explicaciones no fueran suficientes para parar los pies a estos golfos. He aquí dos respuestas posibles:

a) No condeno al franquismo porque ya lo hacen Josu Ternera y compañía de terroristas, Ibarreche, Carod y compañía de separatistas, Zapo y compañía de “corrutos”. ¿No les basta? ¿Es imprescindible que yo me sume al coro?

b) Respecto a la comparación con el nazismo, déjeme decirle que Hitler destruyó la democracia, mientras que en España fue el Frente Popular quien la destruyó. Y que Hitler llevó a Alemania a la ruina, mientras que Franco libró a España de la revolución, de la guerra mundial, de una nueva guerra civil, y dejó un país próspero y, en definitiva y pese a no ser demócrata, en mejores condiciones que nunca había estado para la democracia. ¿Percibe usted la diferencia?

Cabe añadir que quienes están amenazando ahora la democracia y la unidad de España son los mismos que se consideran herederos del Frente Popular.

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Rajoy: "Zapatero ha dicho a Ibarretxe lo que yo le pedí que dijera". Realmente... Si se lo cree él mismo, bate sus propias marcas de acreditada sandez política. Y si solo pretende que lo crean los demás... ¿Qué decir? El líder de la oposición.
"Zaplana insiste en que no ilegalizar a Batasuna es dejar una puerta abierta al diálogo con los terroristas". ¿Y qué tiene de malo el diálogo, incluso con los terroristas? Lo malo es la colaboración con ellos. Pero Zaplana jamás osará decir la evidencia. La corrupción del lenguaje y de la política.

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