domingo, octubre 21, 2007

Pio Moa, No se arrepienten

No se arrepienten
21 de Octubre de 2007 - 11:21:49 - Pío Moa
"Rajoy cree que el Gobierno pretende convertir al Constitucional "en una gestora" del PSOE"
Hombre, ahora se entera el futurista solemne. Pues la cosa está bien clara desde hace muchos años, desde el caso Rumasa y el entierro de Montesquieu, y no solo con el tribunal constitucional. En los últimos tiempos hemos visto a un número excesivo de jueces y fiscales ponerse al servicio indirecto, y a veces no tan indirecto, de la ETA, a través del gobierno.
Está bien que el futurista haya terminado por darse cuenta de un hecho de permanente actualidad y que lo denuncie, aunque sea con ese lenguaje suyo, fofo y sin nervio, que al ciudadano común le deja indiferente. Está bien, pero no basta. Lo que importa no es señalar lo obvio, sino saber qué va a hacer el PP para oponerse al designio totalitario de la cuadrilla de Zapo, si es que va a hacer algo.
Porque el asalto al Tribunal Constitucional por parte del PSOE lo facilitó Rajoy desde el primer momento, no se olvide. Igual que fue el PP el que entregó a la izquierda el control de los medios de masas, sumiendo a España en el invierno mediático que padecemos. Y no hay el menor indicio de que se arrepientan, ni de que reconozcan los hechos, ni de que vayan a rectificar.
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El rey y la democracia
Los ataques solapados, cada vez más desembozados, del rey a la libertad de expresión –no a la de separatistas e izquierdistas–, especialmente a Jiménez Losantos, están irritando justamente a mucha gente que podría apoyar la monarquía, y alegrando a los republicanos de toda (bueno, de casi toda) la vida.
El rey ha contribuido sin duda a traer la democracia, pero siempre ha sido ajeno a los fundamentos morales y políticos de ella, entre otras cosas porque la lectura nunca ha contado entre sus aficiones favoritas. Simplemente entendió que, muerto Franco, "tocaba" democracia y "homologación con Europa". Cumplió un buen papel, indudablemente, pero no por principios y convicciones, sino por oportunismo, y esas conductas tienen corto el vuelo. Su prestigio como rey se basa menos en su ejemplaridad personal que en el silencio interesado de mucha gente, y eso le expone a quienes en el momento oportuno, tirarán de la alfombra bajo sus pies.
Dada la experiencia de las repúblicas, y a la vista de la catadura de la mayoría de los republicanos de hoy, la gente corriente prefiere la monarquía, y solo el propio rey o su familia podrían liquidar ese capital político. Prefiere la monarquía democrática, entiéndase bien. Que incluye la libertad de expresión, no solo la de los falsos amigos del monarca.
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Por un arte verosímil
El arte no puede ser absolutamente caprichoso e inverosímil, eso es algo que no entienden los "nuevos creadores", generalmente subvencionados con el dinero de todos. Por ejemplo, uno puede imaginarse perfectamente a los politicastros y tiorras (del ayuntamiento y la comunidad de Madrid, por ejemplo, o más en general del PSOE), también a los titiriteros y "nuevos creadores", tirándose a unas ovejas o trajinándose a unos perros, porque es muy verosímil, entra perfectamente su "moral", y, como decía un macarra andaluz, "A vé por qué se va a restringí lo lúdico, tío, er disfrute". En cambio resulta más inverosímil imaginar a un cura en esas mismas ocupaciones, aunque algún caso habrá habido, porque choca con su moral.
Sin embargo esos nuevos creadores están empeñados en proyectar sus "disfrutes" sobre quienes, con sobrada razón, no los comparten. Lo que no entiendo es por qué no se hacen vídeos y exposiciones sobre esos politicastros, tiorras y "creadores" follando a cerdos y revolcándose con cabras: serían un magnífico testimonio artístico de la realidad que vivimos. Pero apuesto a que la chusma que nos gobierna no los subvencionaría. Extraño pudor.
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Manifiesto

16 de Mayo de 2006 - 08:49:03 - Pío Moa
El respeto a la Constitución, y su defensa cuando es vulnerada, son la clave del sistema que nos permite convivir civilizada y pacíficamente. Marcan también la diferencia entre los pueblos libres y los que no lo son.
En 1978, España se dotó de la Constitución más democrática y consensuada de su historia, basada en tres valores clave: la unidad de la nación, las libertades y la reconciliación final y oficial entre los vencedores y los vencidos de la guerra civil, ya lograda en la sociedad muchos años antes. Ninguna otra ley obtendría hoy tal consenso, y por ello tal valor para nuestra convivencia. Como toda obra humana, tiene defectos, y puede y debe ser reformada. Pero sus virtudes han traído al pueblo español una larga época de paz, libertad y prosperidad, que sería una locura poner en riesgo.
Algunos partidos y políticos rechazaron la Constitución, abierta o solapadamente. Sus métodos los definen: el asesinato, en sus formas más cobardes, de cientos de personas, o la connivencia política con los asesinos; el ataque a los derechos ciudadanos, sobre todo en Vascongadas y Cataluña; el recurso a los antiguos odios mediante una propaganda de revancha, casi siempre falsaria, sobre la guerra civil; la terca corrosión de la unidad de España cultivando el agravio y el narcisismo regional, vieja técnica totalitaria.
Esos partidos estuvieron siempre muy lejos de sus objetivos. Pero hoy el gobierno, en alianza de hecho o de derecho con ellos, procura con actos consumados y fraudulentos la quiebra de la Constitución, sacrificándola a una "paz" con los asesinos tan imaginaria como la "guerra" que vendría a detener. Mientras nuevos fenómenos, como el terrorismo islámico, aumentan la incertidumbre.
Tal alianza ha transformado en su contrario el Pacto Antiterrorista y por las Libertades, y pretende reducir España a un inviable conglomerado de naciones inventadas, sin apenas lazos políticos o sentimentales entre ellas, mutuamente resentidas, irrisorias en el plano internacional y peones de los intereses de otras potencias. El plan se combina con una alianza internacional de dictaduras, llamadas pomposamente "civilizaciones", entre ellas algunas muy agresivas hacia España. Esta involución antidemocrática divide cada día más profundamente a la sociedad española, abocándola a una crisis de imprevisibles consecuencias.
Frente a la involución, nosotros, españoles dispuestos a defender nuestra libertad, alzamos la bandera de una España unida y democrática, garantía de la única paz y estabilidad admisibles. Y llamamos a los ciudadanos y a sus asociaciones a impulsar un movimiento por la Constitución, que alerte a la totalidad de la población y restablezca el imperio de la ley. En las manos de todos está impedir un nuevo fracaso histórico de nuestra convivencia

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