lunes, octubre 15, 2007

Pablo Sebastian, Zapatero saca pecho

Zapatero saca pecho Pablo Sebastián

No son firmeza y serenidad las cualidades que adornan al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, sino, más bien al contrario, una constante debilidad ante las continuas reivindicaciones independentistas de los nacionalistas vascos y catalanes, como la que hoy trae al palacio de la Moncloa el lehendakari Ibarretxe; y una temerosa confusión sobre lo que está pasando en España bajo su mandato y sobre las consecuencias que todo ello puede acarrearle en las próximas elecciones generales del 2008.
Por eso el presidente declaró ayer, en el Foro de ABC, que comunicará al lehendakari vasco que la consulta o referendo que ha anunciado no se va a celebrar, porque es ilegal. A la vez, aconsejará a Ibarretxe que busque un gran consenso “transversal” entre todas las fuerzas políticas vascas antes de hacer cualquier tipo de propuesta como la consulta anunciada para el mes de octubre del 2008.
El presidente ya no sonríe como antes, aunque se esfuerza, y se asombra por todo lo que ha ocurrido a lo largo de los tres años y medio que lleva en el Gobierno. Y, ahora con la vista puesta en las elecciones generales, intenta quitarle importancia a todo lo que pasa, a las demandas independentistas de sus socios nacionalistas, a los ataques al Rey y a la bandera, al debate sobre la memoria histórica y al renacer y las amenazas de ETA. Proclamando el presidente que el Estado está fuerte, y poniendo como prueba de fortaleza el que ahora haya más fuerzas armadas, más policías, más jueces y más fiscales, como exhibiendo el garrote de la fuerza represora del Estado, el lado oscuro de Leviatán. Y para completar su optimismo, sobre la fuerza y la cohesión del Estado, Zapatero aseguró que las comunidades autónomas débiles progresaron, proporcionalmente, más que las ricas. ¡Faltaría más!
Sin embargo, el presidente nos reveló ayer un secreto —le traicionó otra vez su subconsciente— cuando, para justificar la deriva soberanista del Estatuto catalán —al que augura una plácida travesía por el Tribunal Constitucional—, dijo que en su reforma estatutaria se ha dado respuesta al que considera el necesario reconocimiento de la “identidad” política, lingüística y cultural de Cataluña, País Vasco y Galicia. Dando Zapatero la impresión de que todavía no ha entendido que lo que piden los nacionalistas en estas tres autonomías, desde que él está en la Moncloa —antes sólo pedían dinero y transferencias—, no es el reconocimiento de su “identidad cultural”, sino de su derecho a la autodeterminación y la independencia del Estado Español.
Zapatero confunde identidad con independencia, de la misma manera que confundía a la nación española con algo banal, discutido y discutible, y esa confusión, y su particular cuento de la lechera según el cual a cambio de cotas de soberanía conseguiría la paz con ETA y el Nobel de la Paz, es la que ha dado pie al caos territorial de la legislatura, a la confrontación entre “el norte nacionalista” y el centro españolista, y entre el PSOE y el PP. Una crispación que va a más, una vez que, fracasado el proceso pacificador, ETA regresó y los nacionalistas catalanes se muestran insatisfechos con su nuevo Estatuto, mientras desde el País Vasco ya le piden un referendo de autodeterminación, que también reclama Carod.
Intentando convencerse, primero a sí mismo y después a los demás, el presidente dice que el Estado está fuerte y se deshace en elogios al Rey y a la institución monárquica, diciendo que los ataques al monarca son cosa de grupos minoritarios, y culpando al PP de exagerar estas agresiones y de todo lo demás referente a la bandera de España y la Ley de la Memoria Histórica (donde dijo que incluirá un apartado contra la presencia de nombres de los etarras en el País Vasco y Cataluña). Argumentando el presidente que en años anteriores todos estos incidentes contra el Rey —lo del ataque al Rey es nuevo— y la bandera habían ocurrido con anterioridad, pero ocultando que nunca en coincidencia con la revisión de la Guerra Civil y en un tiempo en el que gobernantes catalanes y vascos piden la autodeterminación.
El presidente, confundido y preocupado, sabe que todo esto es así, pero por un lado pretende sacar pecho frente a Ibarretxe y por otro habla de diálogo y serenidad frente al nacionalismo rampante, temeroso de que todo esto le estalle en las manos —como puede estallar un coche bomba de ETA— tal y como le sucedió ante sus optimistas narices en la T-4 de Barajas, horas después de que anunciara el mejor año sin terrorismo de ETA, como hizo Zapatero el pasado 29 de diciembre, jugando a profeta de ocasión. Un juego que ya ha practicado sin éxito en España —campeones nacionales de la energía— y fuera de España (con Kerry, Merkel y Royal), y que ayer Zapatero extendió al terreno de los ataques al Rey y a la bandera, que según el presidente “no durarán”. Veremos.
Donde sí puede sacar pecho el presidente es en su balance económico de los tres años y medio de su Gobierno, algo que absurdamente no le suele reconocer el PP. Aunque tampoco debería exagerar Zapatero y sí aconsejar prudencia ante la proximidad de vacas flacas. Este capítulo de la economía fue el que más tiempo ocupó el discurso de Zapatero —ante la presencia de numerosos empresarios en el Foro de ABC—, diciéndoles, como si España fuera Blancanieves y las grandes potencias mundiales “los siete enanitos”, que hemos sido los mejores en casi todo, en los presupuestos, crecimiento, empleo, etcétera. Y, tras pasar como de puntillas por la incertidumbre económica y financiera que adorna el horizonte económico internacional, pidió a los bancos más facilidades crediticias para el sector inmobiliario y de la construcción, al que dedicó grandes elogios, a pesar de haber sido él, con el escándalo de la “operación Malaya”, el que primero desencadenó las peores sospechas sobre esta locomotora de la economía, que ha ralentizado su ritmo de crucero.
Como se está ralentizando el crecimiento español y se están bajando las previsiones para los próximos años de manera sensible, aunque Zapatero estas previsiones no las considera muy creíbles y por ello aprovechó para decir que el FMI, sobre el crecimiento español de los últimos años, “se había equivocado un rato”, en alusión a Rodrigo Rato. Una broma eficaz con la que el presidente pretendía quitar hierro a la tensión de su discurso balance sobre la situación nacional, en el que también citó sus conquistas sociales, del bienestar y de los derechos civiles —igualdad, malos tratos, divorcio, dependencia, bodas gays, vivienda, cheque bebé, etc.—, para, finalmente, concluir con su habitual discurso de diálogo, paz y serenidad. Llegando a comparar, con la candidez que a veces caracteriza al presidente, la Ley de Memoria Histórica con la próxima beatificación de 498 mártires de la Guerra ivil, como si de un empate entre una y otra cosa se tratara.
Empate técnico que dicen los sondeos de opinión sobre las expectativas electorales del PSOE y del PP. Y empate técnico entre el desastre y caos político y de cohesión nacional en la legislatura, y los buenos resultados de la economía, aunque se empiecen a tambalear. Un empate este último que Zapatero querrá romper a su favor sacando pecho ante Ibarretxe, aunque con escasa credibilidad, porque lo grave es que hemos llegado a esta cita tan desafiante como singular por causa de sus errores y juegos temerarios con lo que no se debe jugar. “A lo hecho, pecho”, dice el refrán.

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