miércoles, octubre 03, 2007

Pablo Sebastian, El Gobierno reza a San Ignacio

jueves 4 de octubre de 2007
El Gobierno reza a san Ignacio Pablo Sebastián

No es lo mismo dar explicaciones que órdenes. Y cuando un Gobierno como el de Zapatero pasa el día dando explicaciones y poniendo paños calientes, en vez de tomar decisiones y gobernar llevando la iniciativa, eso quiere decir que algo o mucho está pasando, por lo que el presidente y su Gabinete se ven en la necesidad de actuar a la defensiva. Porque entienden que muchos de los desvaríos que hoy condicionan el tenso debate nacional, como el ataque a la Corona, el desafío de Ibarretxe, la escalada soberanista catalana y la propia crisis económica, pueden ser apreciados por la mayoría de los ciudadanos como la consecuencia directa de la gestión política de Zapatero a lo largo de la legislatura. Los suspensos que el presidente está recibiendo en los sondeos de valoración de líderes y la victoria reciente del PP en las elecciones municipales avalan esta situación.
De manera que cuando Zapatero había preparado para el último tramo de la legislatura una serie de regalos electoralistas de corte social y una serie de viajes al extranjero con los que buscaba mejorar su imagen internacional, el presidente se ha encontrado con que todas estas iniciativas se han visto ahogadas por el clamor de otros problemas, viejos y nuevos, que debilitan su liderazgo y que ponen en evidencia los errores de su deriva confederal y del fracaso de sus íntimas relaciones —en los gobiernos de Cataluña, Galicia y Baleares— con los partidos nacionalistas que, aprovechando el debate de los Presupuestos Generales y la proximidad de elecciones generales, han endurecido sus reivindicaciones soberanistas hasta límites demenciales, tal y como se ha visto en el desafío de Ibarretxe con su referéndum ilegal, o en la iniciativa de los integrantes del tripartito catalán —PSC, ERC e IU-ICV— pidiendo que se le quite al Rey el mando de las Fuerzas Armadas que le otorga la Constitución.
Naturalmente, el PP ha aprovechado la situación para decir que muchas de estas cosas que ocurren son consecuencia de los juegos malabares que con fuego, las instituciones y la Constitución de por medio, ha realizado de una manera imprudente y peligrosa el presidente Zapatero, autor de la famosa frase sobre la condición de discutida y discutible de la nación española. Pero lo diga el PP o el lucero del alba, lo cierto es que existe una muy clara relación causa-efecto entre lo que acontece y lo que ha hecho Zapatero en los tres años y medio que lleva al frente del Gobierno. No en vano lo que ahora pide Ibarretxe es lo mismo que el Gobierno y el PSOE han aceptado negociar con ETA, y los disparates del nacionalismo catalán son lógica consecuencia de aquella otra frase —luego medio incumplida— de Zapatero cuando dijo públicamente ante Maragall que “apoyaría en Madrid todo lo que decida el Parlamento catalán”.
Y ahora vemos a Zapatero, y a sus compañeros de Gobierno y partido, haciendo denodados esfuerzos para frenar a Ibarretxe o para amparar al Rey, pidiéndole, como siempre, al PP que no utilice estos debates en la batalla política y electoral. Bueno, al PP y al nuevo partido de Rosa Díez, UDP, y a los medios de comunicación, y a todo el que quiera oírle, por más que ya saben Zapatero, sus ministros y dirigentes del PSOE que ahora se está recogiendo lo sembrado en esta legislatura.
Y por ahí van, dando sus explicaciones, pidiendo calma, disfrazados de monárquicos, y exhibiendo el eslogan del “Gobierno de España”, a ver si todo lo que ocurre, incluido el deterioro económico, no acaba teniendo un claro impacto electoral. Y a buen seguro que más de uno en la Moncloa debe de estar rezando a Ignacio de Loyola, en cuyo santuario se negoció con ETA, para que el PNV no haga públicas las actas (por eso Zapatero recibe con urgencia a Ibarretxe en la Moncloa), y para que ETA no cumpla la amenaza de un gran atentado, lo que sería, además de una desgracia de corte criminal, la última gota que podría derramar el vaso de la paciencia nacional.
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