lunes, octubre 01, 2007

Michelle Malkin, Mahmud en Colombia

martes 2 de octubre de 2007
ESTADOS UNIDOS
Mahmud en Columbia
Por Michelle Malkin
Cuando mis hijos sean mayores, podré contarles dónde estaba mientras el sanguinario criminal en jefe de Irán tenía a bien deshonrar con su presencia a la Universidad de Columbia. Les diré que estaba ante las puertas del campus de la citada institución, expresando mi aversión al mal junto con varios líderes judíos, disidentes irano-americanos y veteranos de la II Guerra Mundial.
La activista de origen iraní Banafsheh Zand-Bonazzi, cuyo padre, periodista de profesión, se encuentra encarcelado en Irán, se mostraba horrorizada por la ignorancia de los izquierdistas que desfilaban ante las cámaras de televisión con toda su parafernalia de Bush-es-un-terrorista a cuestas. También le sacaban de quicio las equivalencias morales que trazaban. De hecho, unos cuantos imbéciles portaban una gran pancarta en la que podía leerse: "Ahmadineyad es malo. Bush es peor".

"¡La cosa no va siempre de Bush!", clamaba Zand-Bonazzi, al tiempo que señalaba a los manifestantes iraníes que llevaban retratos y carteles de compatriotas que sufrían persecución o habían sido ejecutados. Los matones de Answer, se indignaba, estaban errando el tiro: "No ven cuál es la gran amenaza. No se enteran".

Quien sí se entera es el rabino Avi Weiss, un líder judío ortodoxo del Bronx. Ante un pequeño pero compacto mar de pancartas que rezaban "Hitler está vivo" y "Jamás hay que olvidar", el rabino Weiss me contaba: "La Primera Enmienda quiere decir que tienes derecho a cursar una invitación a los architerroristas que pululan por el mundo, no que estés obligado a hacerlo". ¿Qué más me dijo el rabino Weiss? Pues que Ahmadineyad, en vez de festejado, debería haber sido recibido con una salva de órdenes judiciales y puesto a disposición de los tribunales, por su contribución a la muerte de soldados americanos en Irak.

Hubo quien se lamentó de que el acto de repulsa hacia Ahmadineyad no hubiera congregado a una multitud. Estoy con ellos. Las ambiciones nucleares del presidente iraní, la devoción por el Mahdí, la judeofobia, el negacionismo del Holocausto, la represión de los Derechos Humanos y la maquinaria dispuesta para el asesinato de soldados americanos son una amenaza para todos, no sólo para los judíos, los activistas persas perseguidos o las familias de los militares. Justo antes de poner el pie en la Gran Manzana, ese descerebrado encabezó un desfile militar por las calles de Teherán en el que abundaron los carteles que pedían la destrucción de América e Israel.

Conviene no perder de vista las conexiones de Irán con el terrorismo islámico. Recordemos, por ejemplo, que en el Informe de la Comisión sobre el 11-S se afirma que las pruebas de que el régimen de Teherán estuvo implicado en el atentado contra las Torres Jobar (1996) son "sólidas". Del mismo sitio saco los dos párrafos que siguen:
– Hay sólidas pruebas de que Irán facilitó el tránsito de miembros de Al Qaeda hacia Afganistán antes del 11 de Septiembre, y de que algunos de ellos acabaron formando parte del grupo de secuestradores del 11-S. Asimismo, hay pruebas circunstanciales de que miembros veteranos de Hezbolá siguieron de cerca los pasos dados por algunos de esos futuros secuestradores en Irán en el mes de noviembre del año 2000.

– A finales de 1991, o ya en 1992, las conversaciones que mantuvieron en Sudán miembros de Al Qaeda y agentes iraníes fructificaron en un acuerdo informal de cooperación para proporcionar apoyo –aunque sólo fuera en materia de entrenamiento– a actos (...) contra Estados Unidos e Israel. No mucho después, miembros del Al Qaeda viajaron a Irán para ser adiestrados en el manejo de explosivos (...) Las relaciones de Al Qaeda con Irán demuestran que la división sunníes-chiíes no es una barrera insalvable cuando se trata de cooperar en la realización de actividades terroristas.
Leído lo leído, a nadie debería sorprender que el fin de semana previo a la visita de Ahmadineyad a Columbia se reunieran los ministros de Exteriores de Irán y Arabia Saudí para "hacer hincapié en la necesidad de que los musulmanes del mundo se unan" y llamar a la vigilancia "frente a los complots tramados por el enemigo para sembrar la discordia entre sunníes y chiíes".

En el tren que me llevaba de vuelta a casa desde Columbia entablé una breve conversación con una licenciada de dicha universidad completamente cautivada por el "no juzgar" que tanto se estila en los centros de la Ivy League. La chica estaba decepcionada y avergonzada, pero no por la tozuda insistencia del rector Bollinger en legitimar a Ahmadineyad, que no otra cosa significa el haberle abierto las puertas del World Leaders Forum, sino porque aquél se había valido de su discurso de presentación para provocar al iraní.

Con inocencia infantil, esta lumbrera de Columbia me dijo: "Me asusta la polarización". Con esta frase vino a resumir la postura de la mayoría del establishment académico y de los justificadores izquierdistas del tirano iraní: el miedo les lleva a preferir la muerte de Occidente, de su país, incluso la suya propia, que plantar cara al mal y llamarlo por su nombre.

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