martes, octubre 02, 2007

John Stossel, Nuestro demencial sistema sanitario

miercoles 3 de octubre de 2007
Seguros médicos
Nuestro demencial sistema sanitario
Imagine que el seguro de su coche cubriera los cambios de aceite y gasolina. Le daría lo mismo cuánta gasolina consumiera su auto ni a qué precio. Los mecánicos le cobrarían 100 dólares por un cambio de aceite. Los precios se dispararían.

John Stossel

Casi a diario, se nos bombardea con apocalípticas advertencias acerca de los 47 millones de americanos que no tienen seguro médico. La senadora Hillary Clinton quiere que se exija por ley a todo el mundo que suscriba uno, a las grandes empresas que paguen por él y al Gobierno que se lo compre a los pobres. Es un paso en la dirección equivocada.
El problema de la sanidad en Estados Unidos no es que algunas personas carezcan de un seguro médico, sino que 250 millones de americanos lo tengan.
Hay algo que debe entenderse desde el principio. Nosotros, los norteamericanos, nos enganchamos al seguro médico porque el Gobierno les hizo un favor a las aseguradoras durante la Segunda Guerra Mundial. Durante el conflicto, el Gobierno impedía que se subieran los salarios, de modo que, para atraer a los trabajadores, los empresarios tuvieron que recurrir a incentivos no monetarios. Además, la legislación fiscal ayudó al tratar mejor al seguro pagado por el empresario que a la cobertura que un individuo pudiera costearse por su cuenta. Y los gobiernos estatales empeoraron las cosas exigiendo a muchas personas que jamás se habrían pagado un seguro que lo suscribieran.
La competencia también empujó a las compañías a ofrecer pólizas cada vez más atractivas, que incluyeran cobertura desde el primer dólar para dolencias rutinarias como infecciones del oído o resfriados o incluso para cosas que ni siquiera son enfermedades, como los embarazos. Llegamos a esperar que el seguro lo cubriera todo.
Ahí está la raíz de nuestros problemas. Nadie quiere pagarse su propia asistencia médica. "Que la pague la aseguradora". Pero si estas empresas son las que pagan, exigirán tener la última palabra en la decisión sobre qué tratamientos están permitidos y cuáles no. ¿Quién puede culparlas? ¿Y quién puede culpar a la gente de sentirse frustrada por no poder controlar la asistencia que recibe? Tal vez necesitemos volver a pensar cómo pagar por el tratamiento de enfermedades comunes de manera que los enfermos puedan recuperar el control. El sistema genera incentivos perversos para todo el mundo, que es justo lo que mejor saben hacer los mandatos estatales.
Incentivar a la gente a comprar los seguros más caros y que más cosas cubran es una mala política. El seguro es un mal necesario. Necesitamos protegernos de los grandes riesgos, cosas que la mayor parte de nosotros no se podríamos permitir, como una enfermedad seria, un accidente de tráfico grave o un incendio doméstico. Pero los seguros son una pésima vía de pagar por cosas normales y corrientes. Sus primas no sólo van a sufragar la atención sanitaria sino también al papeleo, el fraude y los salarios de los empleados de la aseguradora. Esto es malo tanto para usted como para los médicos.
El médico norteamericano promedio dedica hoy el 14% de sus ingresos a los papeleos del seguro. Un médico de Carolina del Norte al que entrevistamos tuvo que contratar a cuatro personas sólo para rellenar formularios. Deseaba poder dedicar ese dinero a cuidar de los pacientes. El papeleo es parte de los esfuerzos de las aseguradoras de protegerse del fraude. Es comprensible. Hay muchas personas que estafan. Mienten acerca de su historial médico o exigen dinero para pagar por atenciones médicas innecesarias o que nunca recibieron. Así que hay se desperdicia mucho con los seguros: mucho tiempo y mucho dinero.
Imagine que el seguro de su coche cubriera los cambios de aceite y gasolina. Le daría lo mismo cuánta gasolina consumiera su auto ni a qué precio. Los mecánicos le cobrarían 100 dólares por un cambio de aceite. Los precios se dispararían. Pues así es como funciona en la sanidad. Los pacientes no preguntan cuánto vale una prueba o cuánto costará un tratamiento. Preguntan si su seguro lo cubre. No comparan los precios de distintos médicos y hospitales, que aunque no se lo crea varían entre sí. ¿Por qué deberían hacerlo? Ellos no pagan directamente, aunque sí lo hagan de forma indirecta y oculta.
Al final, todos acabamos pagando más porque en apariencia nadie paga nada. Es el motivo por el que los seguros no son un buen sistema para nada si exceptuamos enfermedades y accidentes graves que pueden llevar a cualquiera a la bancarrota. Pero el resto deberíamos pagarlo de nuestros ahorros.
© Creators Syndicate, Inc.

No hay comentarios: