domingo, octubre 14, 2007

Ignacio Villa, La España serena de un presidente sectario

lunes 15 de octubre de 2007
Fiesta Nacional
La España serena de un presidente sectario
Zapatero salió escaldado de la Fiesta Nacional. Hasta tal punto que tuvo que salir por la puerta de atrás del desfile –por la calle Génova, nada menos– para no recibir una sonora pitada de miles de españoles

Ignacio Villa

No tiene buena cara Rodríguez Zapatero. Sus habituales golpes de ceja, su sonrisa vacía, sus piruetas dialécticas y sus frases hechas ya no surten ningún efecto. El presidente del Gobierno sabe que ya no convence como antaño y que no puede resolver las situaciones complicadas con las estrategias simples que empleaba hasta ahora. Zapatero es consciente de que ha tocado fondo y comienza a darse caer de su incapacidad para remontar el vuelo como ha hecho en otras ocasiones.
La Fiesta Nacional ha sido, sin duda, la fecha que ha marcado un cambio de tendencia, ante el cual el Gobierno se ha quedado sin capacidad de reacción y sin posibilidad de respuesta. El debate no gira ya sobre la posible inoportunidad de los gritos y silbidos contra Zapatero en el momento del recuerdo por los caídos por España. ¡Que nadie se engañe! Lo realmente importante de este 12 de octubre fue el ambiente que se sentía en las calles de Madrid. Miles de personas normales y corrientes, sin militancia política, portaron banderas de España bien visibles mostrando su disconformidad con las políticas de este Gobierno, manifestando claramente que están muy hartos de Rodríguez Zapatero y de sus estrategias de división, de enfrentamiento, de ataques a la Nación española y de connivencia con los nacionalismos radicales y fundamentalistas.
Zapatero salió escaldado de la Fiesta Nacional. Hasta tal punto que tuvo que salir por la puerta de atrás del desfile –por la calle Génova, nada menos– para no recibir una sonora pitada de miles de españoles que querían demostrar al presidente del Gobierno que España y libertad son intocables, por mucho que este Ejecutivo se empeñe en dilapidar toda la herencia de convivencia y entendimiento de la Transición.
El presidente ha quedado muy tocado por la celebración del 12 de octubre. El rostro serio, herido, dolido y ensoberbecido que pudimos observar el pasado sábado en Toledo junto a los barones socialistas es la señal inequívoca de un presidente políticamente malherido. El recurso facilón y repetitivo de la "España serena" frente a la "España agitadora" ya no cuela. Después de cuatro años en el poder la imagen de serenidad, consenso y tranquilidad frente a la crispación provocada por el Partido Popular ya no se la cree nadie. Es una imagen que ardió junto a las fotografías del Rey que quemaron sus socios independentistas.
Zapatero habla de una España serena cuando lleva cuatro años azuzando la división, fomentando el sectarismo impulsando la crispación y dando fuerza a los nacionalismos radicales. La serenidad de la que quiere alardear Zapatero ha desaparecido frente a las tensiones y enfrentamientos que ha promovido durante estos cuatro años en el Gobierno. Sus frases vacías ya no valen. Ahora ya le conocemos y él lo sabe. Por eso Zapatero tiene tan mala cara, la de alguien que se sabe descubierto en sus mentiras. Esa es la falsa serenidad de la España de Zapatero.

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