sábado, octubre 27, 2007

George Will, Cuando la guerra es la respuesta

sabado 27 de octubre de 2007
Omaha Beach
Cuando la guerra era la respuesta
Se ve con frecuencia en los coches una pegatina que proclama "La guerra no es la respuesta". Pero especialmente aquí, en Normandía, está bien recordar que puede serlo o no; todo depende de la pregunta.

George Will

En un acantilado sobre la arena y a casi un kilómetro de la orilla del océano con marea baja, que era el estado de la mar cuando los primeros soldados aliados abandonaron sus embarcaciones, una circunferencia de cemento de metro y medio de diámetro proporciona el cuello para un agujero en la tierra. La mañana del 6 de junio de 1944, el agujero era el Widerstandsnest 62, el emplazamiento de un nido de ametralladoras alemanas.
Hein Severloh llevaba dentro de él desde poco después de medianoche cuando la aviación norteamericana sobrevoló su cabeza, lanzando a jóvenes paracaidistas norteamericanos de la edad de Severloh detrás de las playas con el fin de imposibilitar los intentos alemanes de enviar refuerzos. Severloh había sido destacado cerca de Bayeux, hogar del tapiz del siglo XI que representa una invasión a través del canal que discurrió en sentido contrario, llevando a Guillermo, duque de Normandía, a convertirse en Guillermo el Conquistador, soberano de Inglaterra.
Severloh cree que mató a cientos de efectivos norteamericanos, al ser tan largo y lento su camino hasta la seguridad del terraplén de metro y medio de altura donde la playa se encontraba con el acantilado. Severloh regresó aquí con pesar y fue consolado por los supervivientes de las fuerzas que llegaron a tierra vadeando.
Hoy, en un Estados Unidos comprensiblemente cansado de una guerra que fue resultado de una serie de malas opciones, se ve con frecuencia en los coches una pegatina que proclama "La guerra no es la respuesta". Pero especialmente aquí, en Normandía, está bien recordar que puede serlo o no; todo depende de la pregunta.
La guerra era la respuesta a lo que afligía Europa en 1944. "En 1942 – escribe Timothy Garton Ash, de la Hoover Institution de Stanford y Oxford –, había sólo cuatro países libres en Europa y estaban en la cuerda floja: Gran Bretaña, Suiza, Suecia e Irlanda". Veinte años después –un mero parpadeo en términos históricos– casi todos los países de Europa Occidental eran libres. Otros veinte años después, España, Portugal y Grecia habían ingresado en las democracias liberales. Hoy, por primera vez en 2.500 años, la mayor parte de los europeos viven bajo esa forma de gobierno.
Ash argumenta que Europa no sabe definirse de manera negativa, como "no América" o como "no islam". "El único 'otro' característico de Europa se encuentra en su yo anterior", su autodestructivo y en ocasiones bárbaro pasado. "Éste es – dice Ash – un pasado aún muy reciente."
En 1951, apenas siete años después de que Severloh y algunos alemanes más se rindieran el 7 de junio a los norteamericanos en la aldea de San Lorenzo, Europa comenzó a levantar las instituciones que esperaba mantendrían a tales jóvenes alejados de los nidos de ametralladoras. Creó la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, precursora del Mercado Común (1958), que condujo al mercado único de 1993 y a la divisa común en el 2002.
La esperanza implícita era que el comercio domesticase a las turbulentas naciones de Europa. El perenne problema de la política –la susceptibilidad de la humanidad a los torbellinos de pasiones– quizá podría solucionarse, o diluirse sustancialmente al menos, haciendo que los pueblos de Europa consumiesen sus energías en actividades económicas. La búsqueda de un mayor bienestar material absorbería las energías que hasta la fecha habían sido encauzadas hacia otros fines por demagogos.
Recientemente se descubrieron unos recuerdos del problemático pasado de Europa a unas cuantas millas de San Lorenzo. Los trabajadores que construían los cimientos de una nueva casa con vistas a la playa de Omaha se encontraron con los restos de los cadáveres de dos soldados alemanes. El suceso tuvo una escasa atención mediática porque tales descubrimientos no son infrecuentes.
También cerca de aquí, 21.160 soldados alemanes están enterrados en el cementerio de La Cambe. El 30%, algo más de seis mil, nunca fueron identificados, de modo que algunos padres alemanes celebraron "entierros simbólicos". Colocaron placas de metal con los nombres de sus hijos desaparecidos cerca de las tumbas de soldados desconocidos que se sabía habían caído cerca de donde se vio por última vez a sus hijos luchando.
Estas desgarradoras historias están escritas en el encantador paraje de Normandía. En el cementerio americano que da a esta playa, en medio de las muchas filas de tumbas de mármol blanco, se encuentran dos, juntas, que marcan los lugares de entierro de Ollie Reed y Ollie Reed Jr., un padre y su hijo. El hijo, un primer teniente del ejército, falleció en Italia el 6 de julio. Su padre, un coronel del ejército, fue abatido en Normandía el 30 de julio. Dos telegramas informaron a la esposa del padre y madre del hijo. Los telegramas llegaron a Manhattan, Kansas, con 45 minutos de diferencia.
El académico francés del siglo XIX Ernest Renan, desde una aldea británica a orillas del Canal de la Mancha, definió una nación como "una comunidad de memoria compartida, y olvido compartido". La estabilidad emocional de Europa, y la transformación de su nombre de expresión geográfica a política, ha exigido tanto recuerdo como olvido. A los norteamericanos que peregrinan hasta aquí, este evocador paisaje les recuerda su participación en esa transformación.
© Washington Post Writers Group

http://www.libertaddigital.com/opiniones/opinion_40094.html

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