domingo, octubre 14, 2007

Francisco Perez Abellan, ¿Que pasó en el Pont de lÁlma?

lunes 15 de octubre de 2007
CRÓNICA NEGRA
¿Qué pasó en el Pont de l'Alma?
Por Francisco Pérez Abellán
La princesa viajaba en un coche a toda velocidad. Una foto nos la muestra de espaldas, observando a quienes la persiguen. Son los fotógrafos, aunque quizá entre ellos haya gente de los servicios secretos. Una mujer como ella, que tenía en jaque a la Corona británica, no podía desplazarse libremente sin ser seguida, observada, protegida, y quién sabe cuantas cosas más, por los servicios secretos.
Puede suponerse que los miembros del MI6 británico sabían en todo momento lo que hacía, adónde iba y lo que tramaba. Y los de la Sûreté dominaban sus movimientos cuando se encontraba en el Hexágono: es imposible que una celebridad como ella pise suelo francés sin que estén al tanto.

Había sido la esposa del futuro rey de Inglaterra, el príncipe Carlos, que incomprensiblemente la cambió por la ex señora Parker Bowles. Ella se sentía herida, manipulada, sobrepasada por el orgullo de los Windsor. Tenía una particular tensión con la reina Isabel II.

Se baraja que podría haber planeado casarse con Dodi al Fayed, su compañero en el momento de la muerte. Él, supuestamente, le habría comprado un anillo en forma de estrella con cinco diamantes en una joyería de Londres: ésta sería la señal del compromiso. También cabe la posibilidad de que estuviera embarazada. En ese caso, el futuro rey Guillermo tendría hoy un hermanastro musulmán de nueve años. Eso habría sido catastrófico para los defensores de la pureza monárquica.

De modo que se acumulan los motivos para un asesinato frío, planeado, casi quirúrgico, con la cobertura del tráfico parisino. Sobre todo, que parezca un accidente. Lady Di se sentía amenazada de muerte. Tal vez fuera simplemente una paranoia, pero llegó a escribirlo, a poner sus sospechas negro sobre blanco.

Ahora un jurado, seis mujeres y cinco hombres, respaldado por una financiación judicial suficiente, se ha trasladado a las calles de París y seguido el trayecto que recorrieron los apasionados novios cuando, presuntamente, huían de los supuestos paparazzi hasta estrellarse contra la columna número 13 del Pont de l'Alma.

Quizá los señores del jurado, los componentes de la comisión, sean capaces de aplicar el frío raciocinio, sin temor ni piedad. De esa forma, tal vez establezcan que el trayecto del Mercedes en que viajaba la pareja la noche del 31 de agosto de 1997 no era el más adecuado para llegar desde el Ritz hasta el apartamento de Dodi. También es posible que observen con meridiana claridad que la foto tomada de frente, en la que se ve el rostro del conductor, permite observar que éste no tiene cara de borracho ni de drogado; y que el guardaespaldas, que viaja en el asiento del copiloto, el asiento de la muerte, y que casualmente fue el único que salió con vida, está relajado y sin temor. No observa peligro inminente alguno.

En el interior del subterráneo del Pont de l'Alma había restos de un coche pequeño, un Fiat Uno blanco del que no ha vuelto a saberse nada. Es posible que este vehículo tuviera una participación funesta en el supuesto accidente. Resulta verdaderamente insólito que también su conductor haya desaparecido. Cualquier parisino que hubiera participado casualmente en la colisión habría sido tratado con grandes privilegios, recompensado y perseguido como depositario de uno de los grandes misterios de todos los tiempos. Pero no sólo no se ha presentado, sino que ni siquiera han sido capaces de localizarlo.

Lady Di se sentía en peligro, pero en las fotos de aquella noche que se han difundido se la ve sonriente, en el interior del Ritz, coqueta, fresca y activa. No parecía una mujer angustiada. Tal vez guardaba un gran triunfo en su manga. Si había decidido casarse o estaba embarazada, por primera vez su órdago podría ser mayor que el de su ex pareja, el Windsor que la había abandonado.

Mohamed al Fayed, el dueño de Harrods, el musulmán al que no acaban de ver con buenos ojos en los círculos del poder, afirma que recibió una llamada en la que le advertían de que la princesa iba a hacerle abuelo. Si no se trata de una fantasía atormentada, hija del dolor de un padre que ha perdido a su hijo, ese mecanismo pudo poner en marcha un atentado. Es lo que se llama "teoría conspiranoica número 1" del caso Lady Di.

Los errores, imprecisiones y enigmas se suceden. A la princesa no se le hace la autopsia; en cambio, se supone que embalsamaron su cuerpo, con lo que borraron para siempre la posibilidad de saber si estaba embarazada. Los franceses trataron de ser discretos, y los ingleses reaccionaron con flema británica.

El ataúd de Lady Di pasó por delante de la Reina sin detenerse, Dios salve a la Reina. El pueblo británico vio así recompensando el sufrimiento de la princesa que había muerto lejos de la patria. Tan perseguida por los servicios secretos, que cuando se produjo la colisión mortal nos quieren hacer creer que miraban para otro lado. Pero si hasta la CIA estaría interesada en saber cómo acababa aquel fenomenal lío, en el que Lady Di quería salirse con la suya, con sus hijos en la línea de sucesión de la Corona y ella junto al seductor Dodi...

El poder, en distintas épocas, nos ha hecho creer cosas increíbles, como que era normal arrojar al mar el primer ataúd en que se guardó el cuerpo de Kennedy, o que nadie puede saber quiénes fueron los asesinos de Prim, cuando estaban por todas partes; o que una princesa amenazada por sacar los pies del plato puede morir casualmente en un accidente de tráfico por no llevar puesto el cinturón de seguridad...


FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN, presentador del programa de LIBERTAD DIGITAL TV CASO ABIERTO.

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