jueves, octubre 04, 2007

El video que retrata a la izquierda

viernes 5 de octubre de 2007
El vídeo que retrata a la izquierda
EL último vídeo de las Juventudes Socialistas es un patético producto propagandístico que descalifica a sus autores, quienes han exhibido, aparte de una pobre creatividad, una escasa capacidad para aportar algo mínimamente relevante para la opinión pública, al margen de una polémica que los perjudica. Desde este punto de vista, el vídeo no da más de sí. Sin embargo, tiene un valor ilustrativo sobre la actitud política de la izquierda y su visión de la sociedad española actual. La confrontación de estereotipos -un jovencito pijo y analfabeto, católico y de derechas, frente a una socialista pizpireta e ilustrada, síntesis de las virtudes progresistas- es la versión pueril del maniqueísmo que ha implantado el PSOE en su acción política desde que volvió al poder en 2004. Por esto mismo, a Rodríguez Zapatero el engendro videográfico de sus Juventudes le parece «simpático, útil y eleva el debate». Y no le faltan razones para pensar así, porque eso que el presidente llama «debate» es la división cívica que su partido ha promovido en la sociedad con la ruptura de los consensos constitucionales con el PP y el revisionismo histórico entre buenos y malos, aparte de otros logros de la legislatura. La izquierda española, en definitiva, queda retratada en ese vídeo de factura «chavista» y demuestra lo poco que le ha aprovechado la experiencia de estos treinta años de democracia. Lo lamentable es que los promotores de este vídeo sean jóvenes -al menos, eso dicen- que no han conocido otra cosa que la Constitución de 1978 y la vida democrática, pero que se comportan con un resentimiento que los envejece de forma alarmante y, sobre todo, los saca del momento histórico en el que viven y con el que deberían identificarse. La izquierda española demuestra una vez más ser la más rancia de Europa: ha optado por los tópicos propios del populismo bolivariano antes que por la tercera vía socialdemócrata, y se explica a sí misma como la ideología capaz de pactar con minorías ultranacionalistas y de extrema izquierda que, en cualquier democracia europea, estarían marginadas.
Por otro lado, si lo que el vídeo de los jóvenes socialistas se proponía era defender la asignatura de Educación para la Ciudadanía, lo que han logrado es aumentar las razones para oponerse a esta materia, tanto por razones políticas, pues propone un modelo subjetivo de ciudadano, como por razones legales, al entrar en probable colisión con derechos constitucionales reconocidos a las familias. No se trata de un error de estos aprendices de brujo, sino que es la manifestación de su verdadera convicción acerca de lo que esa asignatura representa en el sistema educativo del PSOE, esto es, la herramienta del Gobierno para modelar la sociedad conforme a los prejuicios socialistas más radicales, aun a costa de quebrar la convivencia, sembrar la discordia con las familias y arruinar la calidad y la excelencia de la enseñanza que deben recibir los niños y jóvenes españoles.
En todo caso, es una lástima que los jóvenes socialistas hayan desaprovechado esta oportunidad para fomentar la ciudadanía y acreditar, como dicen, su apego a los valores de Gandhi. En vez de utilizar la caricatura de un jovencito tontaina -tan ridícula que la hace inverosímil-, los guionistas del vídeo podían haber empleado como modelo negativo la cruda realidad que representan los jóvenes de Esquerra Republicana de Cataluña, especialmente aquellos que no respetan las instituciones y queman los retratos de los Reyes, y que tampoco respetan los derechos y las libertades ajenas y amenazan de muerte a dirigentes del Partido Popular y de Ciudadanos de Cataluña, con gestos de degüello o con mensajes mafiosos, bala incluida. Pero no ha sido así, porque los jóvenes socialistas también en esto han secundado a sus mayores, quienes se prodigan en acusar al PP de provocar la violencia y la coacción que sufren a manos de militantes de un partido que es socio del PSOE en el Gobierno tripartito catalán y en el Congreso de los Diputados. En suma, otra ocasión perdida para madurar ante los ojos de una sociedad cuyos valores cívicos, afortunadamente, distan mucho de los de estos mozalbetes «progresistas» que aspiran a ser el futuro de la izquierda.

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