sábado, octubre 27, 2007

Cataluña se va

viernes 27 de octubre de 2007
Cataluña se va
LA crisis en que se halla inmersa Cataluña, lejos de encontrar soluciones si quiera parciales, es galopante. Seis incidentes serios en menos de diez días relacionados con las infraestructuras ferroviarias son un balance imposible de digerir para el ciudadano, hastiado de recibir buenas palabras y peticiones de paciencia como simple explicación a una gestión pésima del Ministerio de Fomento en la construcción del AVE hacia Barcelona. Ya es una evidencia que se ha evaporado el propósito electoralista de José Luis Rodríguez Zapatero de inaugurar el AVE hacia la Ciudad Condal el 21 de diciembre. Hoy, la incompetencia demostrada por los gestores del Ministerio de Fomento, con la ministra Magdalena Álvarez a la cabeza, sólo es equiparable al hartazgo de la ciudadanía y a la preocupación con que el PSOE encara los decisivos meses finales de la legislatura. El Gobierno ha perdido el control de la situación. La muestra evidente del nerviosismo con el que busca ahora parches para intentar paliar su descrédito en un enclave determinante para los socialistas, es la irritación expresada personalmente a Zapatero por el presidente de la Generalitat, José Montilla, ninguneando a la ministra de Fomento, con quien ya pocos se entienden. La incapacidad de Magdalena Álvarez para hacer frente a cualquier conflicto es notoria incluso entre los dirigentes de su propio partido.
Haciendo gala de sentido de la responsabilidad, el Ayuntamiento de Barcelona acordó ayer por unanimidad -está gobernado por Jordi Hereu, del PSC- exigir a Moncloa que retrase las obras del AVE «el tiempo necesario» para evitar más precipitación y garantizar la seguridad de los trabajos. Incluso, sacrificando cualquier intento de obtener rentabilidad partidista de la inauguración. El Gobierno también ha decidido rescindir el contrato a la empresa adjudicataria de las obras, OHL, a quien la ministra de Fomento culpa directamente del desaguisado, obviando por completo su propia responsabilidad y en flagrante contradicción con el discurso del PSOE cuando era el Gobierno del PP quien encontraba problemas en la construcción del AVE. Por si fuera poco, un corrimiento de tierras en un túnel provocó ayer el hundimiento parcial del andén de la estación del Bellvitge (Barcelona). Parece como si la otrora competitiva y sólida Cataluña se hubiese convertido en pocos años -los que lleva el tripartito al frente de la Generalitat- en un auténtico delirio organizativo al que de modo muy palmario no ha querido dejar de contribuir el Gobierno de Zapatero. Centrar el grueso de la gestión política en un debate basado en inútiles cuestiones identitarias, y en la aprobación de un Estatuto con serias tachas de aparente inconstitucionalidad, tiene sus consecuencias: en primer lugar porque, como se demostró en el referéndum estatutario, una inmensa mayoría de catalanes no se siente concernida por las veleidades de sus dirigentes; y segundo, porque ello redunda en la desatención de otros asuntos públicos de indudable entidad que el ciudadano sí considera básicos en su vida diaria.
Durante toda la legislatura, Zapatero, preso de sus pactos parlamentarios con los nacionalistas, ha demostrado un preocupante favoritismo hacia Cataluña en detrimento de otras comunidades, como Madrid por ejemplo. El Gobierno presume de haber invertido en Cataluña más de lo que lo hizo el Ejecutivo del PP en ocho años, tanto por la vía de los Presupuestos Generales como por una vía estatutaria tan privilegiada como insolidaria y de dudosa legalidad. Y sin embargo, ni siquiera con estos antecedentes la gestión de Moncloa y del tripartito se ha plasmado en resultados eficaces. El intento de Moncloa por salvar la cara a la ministra Álvarez, como ayer hizo la vicepresidenta Fernández de la Vega, suena a retórica hueca porque, en el fondo, el ciudadano percibe que se trata de una defensa artificial y muy poco convincente de una labor que, en puridad, sólo tiene una salida: la dimisión. Zapatero ya conoce el caótico resultado de sumar a una política generadora de crispación territorial una gestión negligente de los recursos públicos. El ciudadano, además de conocerlo, lo sufre.

http://www.abc.es/20071027/opinion-editorial/cataluna_200710270255.html

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