miércoles, octubre 17, 2007

Agapito Maestre, El perdon y la reconciliacion

miercoles 17 de octubre de 2007
498 mártires
El perdón y la reconciliación
¿Qué otra religión monoteísta se puede comparar al perdón cristiano? Quien no se impresione con esa categoría moral y religiosa, no me importa que esté dentro o fuera de la Iglesia católica, no puede llamarse con decencia ciudadano.

Agapito Maestre

Veo con cierto apresuramiento el libro que relata las breves biografías de los 498 mártires del 36. Me impresiona la limpieza del texto, la sencillez de la escritura y el relato escueto que nos da noticia de estos 498 asesinados sólo por ser cristianos. Me asombra también oír en televisión a varios responsables de esas "causas", que insisten en el denominador común de todos ellos, su capacidad de perdón. Ellos son mártires, o mejor, lo que a todos los convierte en mártires es que murieron perdonando a sus verdugos.
Todo el misterio de esos mártires y, por supuesto, mi asombro están contenidos en esa grandiosa palabra: perdón.
El lenguaje del perdón es siempre complicado para quien mira sospechosamente al que lo concede. Teólogos y filósofos, políticos y literatos, victimas y verdugos viven en una perpetua disputa sobre las políticas del perdón, sobre todo si discuten sobre el sinsentido del perdón para una sociedad endemoniada por unos dirigentes políticos que han hecho del resentimiento, de la venganza imaginaria, la base de su existencia en la débil democracia española. Hablamos, sí, de Rodríguez Zapatero. Hablamos, sí, de un Gobierno que legisla para alimentar resentimientos. Hablamos, sí, del hombre que no es, como diría Nietzsche, ni franco ni ingenuo, ni íntegro ni recto consigo mismo. "Su alma mira de reojo; su espíritu ama los escondrijos y las puertas falsas, todo lo oculto le interesa como su mundo, su hospicio, su consuelo..."
El resentido, en verdad, desconfía del perdón, o sea, del que perdona, porque su carencia de mirada limpia no admite la superioridad del perdón sobre el perdonado. Éste jamás podrá pagar su deuda. El perdón así vivido no admite reconciliación posible. El orgullo y el rencor son infranqueables. El resentido sólo aspira a "construir", o peor, a imaginar "memorias históricas", inevitablemente arbitrarias y subjetivas, para seguir alimentando su resentimiento y también su la crueldad. Nietzsche otra vez lo vio con precisión: "Ver sufrir produce bienestar; hacer sufrir, más bienestar todavía –ésta es una tesis dura, pero es un axioma antiguo, poderoso, humano– demasiado humano."
Por el contrario, el lenguaje del perdón es diáfano, si leemos las biografías de estos 498 seres humanos; ninguno de ellos estaba implicado en el debate político y partidario. El lenguaje del perdón es transparente, si reparamos, o sea, si oímos hablar a quienes ha seguido con desvelos las "causas" de esos mártires; en efecto, todos han buscado la concesión del perdón sin detenerse en los verdugos, sin regodearse en las miserias humanas. El único criterio que dirige esas "causas" es el perdón cristiano. Fundamento de la reconciliación. Impresiona. Resulta tan difícil en este sentido ser cristiano... Sí, para el cristiano es menester perdonar a su enemigo, a su asesino... ¿Qué otra religión monoteísta se puede comparar al perdón cristiano? Quien no se impresione con esa categoría moral y religiosa, no me importa que esté dentro o fuera de la Iglesia católica, no puede llamarse con decencia ciudadano.
Leo algunas breves biografías de los asesinados por ser cristianos y sólo veo seres humanos sencillos. Los mataron, y se dice pronto, sólo por ser cristianos. Mantuvieron firme en su fe y, sobre todo, dieron testimonio de su creencia al perdonar a sus ejecutores. Ellos no sabían de ideología sino de perdón. Esta categoría moral es el santo y seña de la cultura cristiana. El perdón que otorgaron a sus asesinos los 498 mártires, que serán beatificados el próximo día 28, es una pieza insustituible para hablar de convivencia. De política.
Y, sin embargo, no hay perdón que de un modo u otro no remita de entrada a lo imperdonable. Se perdona al criminal, pero el mal cometido es imperdonable. El Mal está ahí. Permanece. Pero, a pesar de quienes critican el perdón como una deuda religiosa insoportable, creo que sin la idea de perdón cristiano no es posible volver al presente vivo, a la actualidad libre, que nos libera de los monstruos y pesos del pasado tanto como de las angustias del futuro. El perdón es un hecho universal o no es perdón.
Esos mártires, sin duda alguna, marcaron las bases de la reconciliación política entre los españoles. Perdón, sí; y memoria también, pero con piedad.

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