lunes 2 de abril de 2007
Tal como son
FLORENCIO DOMÍNGUEZ
Arnaldo Otegi viene asegurando en los últimos días que la izquierda abertzale estará en las elecciones «tal como es, sin subterfugios y sin disimulos», sin darse cuenta de que lo primero, presentarse tal como es, no es posible desde que Batasuna fue ilegalizada, y lo segundo, sin disimulos, no es deseable. Lo que se exige a Batasuna no es que disimule lo que es, sino que cambie en un asunto de capital importancia: su vinculación con ETA y la violencia. Mientras pretenda jugar al mismo tiempo la carta de la política y la carta de la violencia, como hizo durante casi veinticinco años, no tendrá espacio dentro del sistema democrático.Los dirigentes de Batasuna intentan presionar a la sociedad y a las instituciones democráticas con la amenaza de que si no se les permite presentarse bajo sus condiciones «no habrá proceso», es decir, seguirá la violencia. Parecen no ser conscientes de que son ellos quienes no tienen alternativa «al proceso», entendido como el intento de poner fin al terrorismo de la manera menos traumática posible. Si no hay avances, los únicos que permanecerán proscritos serán aquellos que se han mostrado incapaces tanto de arrastrar a ETA hacia el abandono de las armas como de distanciarse de la violencia.El Estado sí tiene alternativa: en lugar de seguir intentando negociar con ETA y Batasuna, el Gobierno de Rodríguez Zapatero puede volver a una política de persecución implacable. Puede dar por cerrado el intento en el que se ha volcado prácticamente desde que ganó las elecciones, explicar a los ciudadanos que el esfuerzo ha fracasado y que, puesto que la otra parte no ha entrado en razón, vuelve a perseguir con todos los recursos de la ley a los terroristas y a quienes se cobijan bajo sus alas. Con un anuncio de este tipo, el Gobierno se recuperaría, seguramente, de todo el desgaste que ha sufrido por empeñarse en dialogar con los terroristas. Además, sellaría algunas de las fracturas sociales que se han abierto en España.En esa situación, sin embargo, Batasuna seguiría «tal como es», pero fuera de la ley, mientras que el Estado estaría mucho más atento para evitar que se produjeran nuevos 'disimulos' como ese subterfugio llamado Partido Comunista de las Tierras Vascas o cualquier otra sigla de conveniencia.Los dirigentes de Batasuna estos días se están haciendo merecedores de la misma crítica que Madeleine Albright, secretaria de Estado en el Gobierno de Bill Clinton, dirigía a Yasser Arafat, de quien decía que no perdía la oportunidad de perder una oportunidad.fdominguez@diario-elcorreo.com
domingo, abril 01, 2007
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