jueves, septiembre 16, 2010

Oscar Molina, España posible

jueves 16 de septiembre de 2010

España posible

Óscar Molina

M UCHA gente no equivale necesariamente a muchas voces. La suma de muchas personas no es por definición un clamor, ni el número corre siempre parejo a la notoriedad. Digo esto porque estoy convencido de que somos muchos, muchísimos, los que creemos que otra España es posible, y sin embargo… a veces parece que somos cuatro.

Estoy convencido de que somos legión los que creemos tener un modelo de Administraciones Públicas simplemente insostenible. Una lonja, ya inabarcable, que esquiva al mérito por sistema y pone sus bases en la habilidad para medrar y tratar de pescar competencias, patronatos, subvenciones y fiestas varias que pagamos entre todos. Un casino de pólvora ajena que sólo aprovecha a quienes son capaces de arrimar el ascua a su sardina a base de hechos diferenciales, supuestas deudas históricas e injustificados agravios comparativos. Una sima de dinero que ya se ha tragado lo que no está escrito, y amenaza con engullir otro tanto en su creciente e imparable carrera a la memez presupuestada. Una panoplia de pozos sin fondo nacionales, autonómicos, provinciales y consistoriales que, lejos de solucionar nada, tan sólo sirven para asesinar a la eficacia a cobro revertido. Estoy seguro de que no estoy sólo cuando pienso esto.

Como tampoco lo estoy cuando me pregunto por qué extraña razón es imposible siquiera plantear que no pueda imponerse la voluntad de un 5% del censo electoral sobre la del 95% restante. No alcanzo a comprender que no haya quien haya propuesto ya la lógica cristalina de prohibir que la representación de unos pocos pueda torcer la del resto. No me cabe en la cabeza que los complejos y el temor al insulto de guardia sean el miedo que guarda la viña de los nacionalistas llamados “moderados”, y que hasta la fecha nadie en los nacionales se haya siquiera cuestionado terminar con la sinrazón de que 300.000 votos puedan valer más que 6 millones. No me lo creo, seguro que no estoy solo cuando pienso esto.

Sé que otra España es posible, y creo que mucha gente, un montón de ella, no entiende que la Educación, los colegios y las Universidades, el futuro de nuestra nación, esté entregado a criterios políticos. No me entra que seamos pocos los escandalizados porque la formación sea carne de cañón ideológico y los modelos de enseñanza pateen a la excelencia a cambio de lobotomías ocurrentes, mediocridad en vena, exclusión del mérito, ridiculización del esfuerzo y entronización de los raseros menguantes. No estoy solo, no me lo creo.

Como tampoco estoy solo, apuesto lo que haga falta, cuando contemplo con tristeza la imparable carrera hacia el desprestigio, el vaciamiento de valor y la destrucción de nuestros círculos profesionales. No puedo contemplar sin rebelarme tanta piedra puesta en el camino de los que marcan el rumbo de una sociedad viva y articulada. No puedo sino llorar de rabia cada vez que veo la orgía del Bajo Coste generalizado como anhelo social, deseo político y meta económica. Se me hace tremendamente cuesta arriba que hayamos llegado al estado, tan extremadamente lanar, de jalear cada vez que se anuncia con tremendo aparato mediático el menoscabo a los que deberían ser nuestro faro, y que no provoque rechazo el salivazo al brillo y su conversión en lodo. Todo a cambio de la efímera satisfacción de compartir penas con quien antes era nuestro objeto. Sospecho que no soy el único que piensa esto, creo firmemente que no estoy solo.

Y en esta orgía del laurel a lo vulgar, estimo que somos aún más los que no soportamos que unos presuntos representantes de los trabajadores se lo estén llevando crudo. No aguanto que haya quienes no perdonen ni un céntimo de ese diezmo en mala hora concedido, para hacer de su presunta y falsaria labor representativa una forma de vida. Que nos sangren quienes fusilan a la calidad cada amanecer para hacer dinero con sus odas vitales a la jeta, que haya quien se pueda ganar la vida a cambio de un cuento que básicamente consiste en no ir al curro con el dinero de todos, mientras arrima el hombro con entusiasmo para aplastar a quien pretenda sacar la cabeza en el prosaico charco del que come…eso es de nota. No. Otra España es posible, seguro que sí.

No creo que sea el único al que se le revuelven las tripas cuando ve que los valores en alza son historias de infidelidades, trastos a la cabeza en un plató, querellas insustanciales, agitación de tetas y recuento de polvos. No me trago que nadie me acompañe en mi asco porque haya quien se forre enseñando sus morros nuevos y narices recién estrenadas mientras otros curran diez horas al día o se dejan las pestañas estudiando y no les llega a fin de mes. No pretendo que las comunidades de vecinos sean seminarios de lenguas clásicas, las tertulias de fútbol congresos de física cuántica o las reuniones de amigos debates sobre historia medieval. Sólo pido normalidad, otra España, que sé que es posible.

Pero aún me indigna más que tantos políticos emulen a la carnaza televisiva y, metidos en lo suyo, anden enredados en una suerte de “Tómbola” particular que la publicidad no paga. Más atentos a la pelea insustancial, a contestar al de enfrente, a desmentir el bulo lanzado ayer que a preocuparse por el mañana. No creo que dé la nota cuando se me abren las carnes ante el nivel abisal de una parte sustancial de nuestra clase política, su egoísmo y cortedad de miras.

Otra España es posible. Lo creo firmemente, y no estoy solo.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5842,

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