El cardenal en cueros
A dos meses del viaje del sucesor de Pedro —«Gloria in excelsis Deo»— no cumple salvar el alma, sino las apariencias
TOMÁS CUESTA
Día 04/09/2010 - 03.20h
EL día en que Ronaldo fichó por el Madrid e hizo saltar la banca del casino circense, a monseñor Sistach se le llevaron los demonios (en el sentido figurado, claro está; o sea, que paciencia y tiempo al tiempo) a cuenta del obsceno despilfarro que había perpetrado el César Pérez. Hoy por hoy, poco importa que el «cardenal culé», avieso sambenito que le endilgara a Su Ilustrísima algún perro de prensa, consiguiese fundir en un solo mensaje una descalificación moral y una condena técnica. Ciertos eran los toros —con perdón, por supuesto— y junto al pecado iba la penitencia. Pero eso, a la postre, es lo de menos. Lo que da que pensar es que el mismo que entonces anduvo tan vivillo para chutar a puerta se haya olvidado ahora del fuelle y los reflejos. Que se blinde en su área cuando la infamia aprieta y que, en vez de salir con el balón jugado, imponga el «catenaccio» informativo, despeje al mal tuntún y racanee el cuero.
Y en cueros, justamente, en pelota picada, «in puris naturalibus», con la rezaga al aire, corito y en porretas, se ha quedado Sistach después de que ABC levantara la liebre de los gazapos muertos. Si a nadie se le oculta que lo que ocurre en Cataluña desafía los límites del entendimiento, hay ciertos hechos que, sobre ofender la lógica, marchitan los adentros de los fieles y le agostan el alma a los escépticos. La cosa, como saben, es que en determinados hospitales patrocinados por la Iglesia se han practicado abortos con una naturalidad estupefaciente sin que el «Arquebisbat» dijese oste ni moste, o, por prurito lenguaraz, «ni ase ni bèstia». Total, que el purpurado Lluis Martínez (lo de Sistach es una percha donde colgar el solideo) ha contrapuesto al ejercicio periodístico la liturgia del oficio de tinieblas. Bien es verdad que, en plena sofoquina, es poco apetecible evacuar consultas acerca del destazo de los inocentes. ¿Por qué no debatir sobre el affaire Ibrahimovic, pongamos por ejemplo, que también tiene miga y es una inocentada inmensa?
Disculpen el mal chiste, absuelvan al chistero, y retengan el eco del silencio curial, el mutismo bilingüe de clerigalla «a ran de terra». ¿Así que clerigalla? ¡Calla, calla, infeliz, que te condenas! Porque ha sucedido que a Martínez Sistach, de natural tan expresivo y tan dicharachero, ha habido que sacarle las palabras con fórceps, a base de achuchones, muy a regañadientes. Y, entre pitos y flautas, el parto de los montes nos ha quitado el sueño una semana entera. O eterna, que al pelo viene. Sin principio y sin fin, idéntica a las cenas de aquel dómine Cabra que retrató Quevedo. Al cabo, monseñor ha expedido una nota por clérigo interpuesto que nos remite al limbo, pues ni afirma, ni niega. Que impugna la mayor, pero no excluye el menudeo. Que instala la verborrea en el altar del Verbo. Que es un impuro trámite de obligado cumplimiento. Un auténtico chollo: cumplo y miento.
A dos meses clavados del solemne viaje del sucesor de Pedro —«Gloria in excelsis Deo»— no cumple salvar el alma, sino las apariencias. Con la Sagrada Familia atribulada por los mordiscos de una tuneladora atea, el cupo embarazoso se halla más que cubierto y, frente al «jogo bonito», se impone el cerrojazo, la usura, el escaqueo. La postrera esperanza estriba en que Guardiola, amén de un gran filósofo, sea un teólogo en potencia.
http://www.abc.es/20100904/opinion-columnas/cardenal-cueros-201009040216.html
sábado, septiembre 04, 2010
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